¿Qué tienen en común Eva Perón, el coplero español Miguel de Molina y el periodista desaparecido por la última Dictadura, Enrique Raab? ¿Y la pedagoga Juana Manso con Fabián “Polo” Polosecki? Todos estos personajes, subalternos y disruptivos, deambulan en Aquí Argentina (Sudamericana), crueldades políticas y mariconerías, último libro de la escritora y crítica cultural Gabriela Borrelli Azara.
“Argentina es un país hecho de historias colectivas, eventos, desigualdades y felicidades que se codifican en símbolos que compartimos y nos disputamos a través de la cultura”, escribe en la introducción. Dividido en cinco capítulos, aquí se presenta una veintena de textos breves, varios de ellos surgidos de sus columnas en el canal de streaming Gelatina, lo cual conserva cierta frescura propia de la oralidad.
“Creo que el streaming es la fusión de la radio con la TV en sus aspectos más básicos. Nunca hice televisión pero vivo desde los 15 años en un estudio de radio. Siento que hay algo de la radio que sobrevive ahí”, le cuenta la autora a Clarín, quien también comparte su pasión por develar historias ocultas.
–En tu libro, sostenés que gran parte del éxito de la derecha tiene que ver con la manipulación del discurso. ¿Qué creés que los medios de comunicación/periodistas pueden hacer para tratar de contrarrestar dicho accionar?
–¿Te acordás de esa frase de Walter Benjamín “Todo documento de civilización es, a la vez, documento de barbarie” ? Creo que algo de eso sobrevuela en el libro porque apunta a rastrear en nuestra historia cultural hitos que dialogan con diferentes formas de la política y de las disputas por el sentido de esos hechos históricos. El periodismo tuvo diferentes lugares en la sociedad. Ahora se relaciona con operaciones políticas y tiene que esquivar, para realizarse, los posicionamientos de los grandes medios y disputa también sentido con las fake news y las redes. Es un tiempo difícil para hacer periodismo. Creo que en el formato libro siguen viviendo las investigaciones. Editoriales que apuestan a publicar investigaciones. También en la universidad, y en las cooperativas de periodistas se ejerce periodismo.
–Reflexionas bastante acerca de la denominada “batalla cultural”.
–Donde vive el periodismo con ánimos de mostrar realidades son los lugares que el actual gobierno intenta estigmatizar y socavar. La batalla cultural que están dando apunta a esos lugares porque son lugares de pensamiento crítico.
–Recordás también a David Viñas en relación a los “debates rudos” y a las polémicas. ¿Hoy encontrás esos debates?
–Actualmente ya no se discuten ideas sin personalizar. Siento que el debate público se personalizó. No sé si un hombre o una mujer es sus ideas, tal vez lo sea, pero en vez de discutir esas ideas se discuten vidas personales. Así los debates se tornan crueles y miserables. Es la vida social la que puede dar dignidad a los seres humanos. Eso es lo que este cuarto de siglo logró: extinguir esa vida social y volvernos idiotas mostrando nuestras miserias disfrazadas de alegrías en redes. Es así para mí. Confío también en que de esas mismas redes, puedan surgir formas de encuentro que se trasladen a acciones comunitarias y ahí volver a conformar espacios diversos, amplios y democráticos en los que podamos desarrollarnos. Reducir el pleno desarrollo de una persona a su vida personal es el camino más frustrante de una vida. En lo social vivimos plenos. Es por eso que la vida de lesbianas, gays, y trans no puede subsumirse al ámbito privado. El debate rudo y profundo lo encuentro actual y justamente en los espacios de pensamiento feministas, LGTBIQ+ y universitarios: allí hay autocríticas, miradas nada condescendientes e ideas. Hay que defender esos espacios.

–Relacionas en uno de tus textos la política con la crueldad. Hace poco se hizo viral una intervención mediática de Martín Kohán en donde hablaba de que hoy la crueldad está de moda ¿Coincidís?
–El primer capítulo del libro se titula «La crueldad siempre estuvo de moda», porque si bien coincido con la mirada de Kohan y otros, tiro de esa línea de pensamiento para encontrar relaciones entre las manifestaciones de la crueldad en la literatura argentina y ahí aparece El Matadero. Si bien las redes colaboran con la exhibición de la crueldad, no creo que sea nueva. Para los gays, las travas, las lesbianas, las personas racializadas la crueldad no es novedad. El ejercicio de la violencia, física o verbal en una sociedad no se elimina, se gestiona.
–¿A qué te referís?
–La manera de gestionar socialmente la crueldad (que es la herramienta que los distintos poderes económicos utilizan para sostenerse) son los acuerdos democráticos amplios y diversos que les permiten a los seres humanos vivir por el solo hecho de ser humanos. Esa es la disputa que hay hoy. Todos los seres humanos tienen derecho a la salud, a la educación y a la comida por el solo hecho de haber nacido. Esa idea espantosa de “pagar la cuenta”, idea fascista y cruel es la que más se instaló en los jóvenes que votaron a Milei. Es una de los núcleos que hay que volver a discutir. Si pensamos que los seres humanos merecen esos derechos por el solo hecho de estar vivos, el estado debe garantizar eso porque no se puede dejar esos derechos a la bonanza de los más ricos del mundo, que está demostrado, no tienen límites en la concentración de su riqueza. Coincido con el planteo de Juan Grabois sobre el humanismo. Esa palabra tiene que volver a unirnos en una concepción del ser humano en este siglo donde la concentración de la riqueza es obscena y los más ricos del mundo se recuestan sobre las ideas más retrógradas y conservadoras en lo social.
–Otro planteo interesante del libro gira en torno a César González, Eva Perón, Osvaldo Lamborghini y el resentimiento. ¿Te parece que este puede ser un interesante motor creativo?
–Creo que hablamos de las derivas pasionales de vidas subalternas. Lamborghini en ese crudo cuento El niño proletario literaturiza (el verbo es de él) esas vidas olvidadas por la sociedad, subalternas a las vidas de los niños de alta alcurnia. César González puede mostrar en su cine y su literatura vidas que no serían narradas sino fuera por esa fuerza pasional que impulsa a que las cosas cambien. La figura de Eva tenía esta línea de visibilización de lo subalterno: los cabecitas negras, que aparecen por primera vez como sujeto político a través de su figura. El resentimiento es una pasión que tiene que ver con la historia. Es lo que no se olvida. Lo que sigue presionando, insistiendo y escribiendo.

–Te movés bastante en el streaming. ¿Qué opinás de este formato?
–No lo vivo cómodamente, extraño el secreto de la radio, las voces que aparecen sin imagen y esa confianza en la belleza de lo sonoro. La imagen ha vencido, ¿no? nada es sin imagen. ¿Te acordás del programa Imagen de radio de Badía? Lo veía cuando era chica. Es algo así. Creo que también todo medio va encontrando su propio clima, y el streaming lo está buscando. Veremos cómo continua, es muy temprano para decirlo. Veremos también cuán diverso y democrático como medio de comunicación puede llegar a ser.
–En un momento afirmas que la defensa de la cultura se vuelve conservadora. ¿A qué te referís?
–Creo que la defensa se vuelve conservadora si se da como ámbito separado de una idea de país y vida social en general. ¿Qué defiendo de la cultura si no pienso que el estado debe intervenir en apoyos económicos a diferentes expresiones culturales que el mercado rechaza? ¿ De qué manera pienso que la cultura debe ser amplia y diversa con actores de todos los sectores sociales, si a su vez se sostiene que todo debe depender del mercado? La cultura, sus expresiones culturales trafican marcas identitarias, ideas sobre el mundo, canalizan y gestionan pasiones tristes, permiten el encuentro con el otro, la mirada sobre uno mismo y en el mismo movimiento encontrarse con el otro. ¿Cómo defender esos procesos sin luchar contra un mundo que exalta el individualismo, el conservadurismo y el extractivismo como horizonte de progreso? Pensar una defensa de lo cultural separado de la educación, la salud, y los derechos humanos (e integro en derechos humanos a los derechos de mujeres y LGTBIQ+) se vuelve conservador.
Gabriela Borrelli Azara básico
- Es escritora, poeta, conductora de radio y gestora cultural. Nació en Monte Grande, provincia de Buenos Aires, en 1980. Estudió Letras en la Facultad Nacional de Lomas de Zamora y Locución en el Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER).
- En 2015 publicó su primer libro de poemas, Océano; en 2018, la compilación de textos fundamentales del feminismo, Lecturas feministas I; en 2019, el libro de poemas Hamaca paraguaya. A mediados de 2020, su primera novela, Vidrio, y en 2021 el libro de ensayos literarios Lecturas feministas II.
Aquí Argentina, de Gabriela Borrelli Azara (Sudamericana).