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jueves, septiembre 18, 2025

Argentina, el cambio real y el peso de la historia

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El reciente informe «¿Se abarató Argentina tras las subas del dólar?» de Novedades Económicas (IERAL) analiza estos temas con rigor cuantitativo. Entre mayo y agosto de 2025, el tipo de cambio real multilateral (TCRM) subió alrededor de 13,5 %.

A priori, esto podría leerse como una mejora de competitividad: el peso –relativamente devaluado– tornaría más baratos los bienes argentinos para el mundo y más caros los bienes externos para los argentinos. Pero, como advierte IERAL, no todo lo que sube en el TCRM se traduce de inmediato en una ventaja competitiva clara. 

Lo que muestran los números

Tipo de cambio real multilateral

El informe señala que en agosto de 2025 el TCRM argentino se ubicó en 1.325 pesos, lo que representa un nivel un 20 % inferior al promedio de los últimos 25 años (~1.651 pesos).  Pero ese dato debe matizarse: ese mismo índice sigue siendo 43 % más alto que en octubre de 2001, 26 % superior al de noviembre de 2015, y 14 % más elevado que a fines de 2023.  En otras palabras: hay mejoría relativa frente al presente inmediato, pero no un retorno a un tipo de cambio «históricamente competitivo».

Índice Big Mac y precios relativos

El famoso Índice Big Mac, que The Economist publica como medida comparativa internacional de poder adquisitivo, ofrece también una imagen nítida: a comienzos de 2025 una Big Mac en Argentina costaba ~US$ 7, muy por encima de la mayoría de los países referenciales; en julio ese precio cayó a ~US$ 5,10 tras una leve devaluación. Aun así, la persistencia del precio elevado, respecto de varios competidores regionales, indica que las distorsiones estructurales siguen operando. 

Bienes durables, indumentaria, servicios

  • En bienes durables y productos transables – electrónicos del hogar, vestimenta, calzado – Argentina sigue siendo cara en la mayoría de las comparaciones.  
  • En alimentos y bebidas, aproximadamente en la mitad de los productos relevados, los precios argentinos resultan “más caros” respecto de un conjunto de países.  
  • En servicios personales o familiares, como transporte urbano, gimnasios, jardines privados, etc., la competitividad es aún más débil, y los precios locales tienden a encarecerse frente al exterior en varios rubros.  

¿Por qué importa recuperar un tipo de cambio competitivo?

Aquí, en el centro del debate, hay algo más que la estadística: hay historia. Argentina ha vivido ciclos de tipo de cambio “alto” –en términos reales– alternando con momentos de apreciación real que han profundizado desequilibrios externos, destrucción de industrias exportadoras, déficit fiscal inducido, endeudamiento externo. Tener un tipo de cambio competitivo no es un fin, sino un medio: para generar empleo, para sostener exportaciones, para domar la inflación importada, para corregir déficits fiscales sin destruir el consumo interno, para atraer inversión productiva.

Una competitividad cambiaria favorable, en la historia del país, ha sido un ingrediente esencial de los grandes momentos de crecimiento. Cuando el dólar corría relativamente barato, importábamos con facilidad, endeudábamos; cuando era caro, había presión sobre costos internos, pero también reactivaba la producción local, estimulaba sustituciones, generaba divisas, amortiguaba desequilibrios. La contención de la inflación solo tiene chance si el tipo de cambio real deja de estar “apretado”.

Los riesgos de confiar sólo en el ajuste del tipo de cambio

No obstante, vale advertir que un devaluación o suba cambiaria no es una panacea:

  1. Rigideces estructurales: impuestos elevados, barreras a la importación, regulaciones pesadas, costos logísticos. Incluso con un tipo de cambio real competitivo, si esos costes internos no se corrigen, la mejora será parcial y para pocos sectores. IERAL menciona esto al analizar los bienes durables y la incidencia de derechos de importación, IVA, impuestos internos.  
  2. Inflación importada: cuando se devalúa, los insumos importados suben, lo que puede derivar en inflación interna si no hay política monetaria, fiscal y productividad que lo compense.
  3. Expectativas pesimistas: la gente y los mercados deben creer que ese tipo de cambio “es real” y duradero. Si hay riesgo de que se revierta rápidamente, no se invierte, se dolariza, se retrae.
  4. Competencia global cambiante: incluso si Argentina mejora su tipo de cambio real, otros países pueden estar haciendo lo mismo. La ventaja relativa depende del comportamiento externo: inflación de socios, devaluaciones propias, competidores emergentes, costos logísticos internacionales, tarifas de transporte, etc.

Qué debería hacerse: de lo coyuntural a lo estructural

Para que esta ventana de oportunidad (la suba del dólar, la mejora del TCRM) no sea efímera, la política económica debe apuntar a:

  • Política cambiaria creíble: evitar saltos bruscos, volátiles, movimientos arbitrarios o discrecionales que minan la confianza.
  • Control de la inflación: porque sin estabilidad de precios, los beneficios de un tipo de cambio competitivo se diluyen en aumentos de costos internos.
  • Reducción de cargas tributarias distorsivas, simplificación aduanera, mejora de infraestructura, disminución de barreras que hoy encarecen importaciones de insumos o aumentan los costos internos para producir lo exportable.
  • Políticas de inserción comercial inteligente: acuerdos internacionales, diversificación de mercados, mejora de estándares, agregado de valor, no sólo exportar materias primas.
  • Inversión en productividad: formación, tecnología, logística, transporte. Competir en precio solo sirve si detrás hay valor agregado, calidad, confiabilidad.

En resumen: sí, Argentina se abarató con respecto a hace algunos meses, gracias a la suba del dólar, y eso ha mejorado su tipo de cambio real multilateral. Pero ese abaratamiento es relativo y parcial. Aún estamos lejos de los niveles de competitividad histórica que permitieron que la economía crezca sostenidamente, generando empleo y bienestar. La historia nos enseña que los momentos de mayor liberalización –o al menos de menor aislamiento cambiario– fueron también aquellos en que se consolidaron sectores exportadores, se diversificó la producción, se domó la inflación via disciplina macroeconómica, y se fortaleció el sentido de país con vocación productiva.

Si Argentina quiere no solo aprovechar este reacomodamiento cambiario, sino anclarlo, debe hacerlo con políticas que miren más allá del próximo trimestre o del próximo dólar. Porque un tipo de cambio competitivo hoy puede ser el cimiento de una década de crecimiento: si lo cuidamos, profundizamos y lo hacemos acompañar de previsibilidad.

Redacción

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