Redacción Canal Abierto | “Bajamos 21 puntos la pobreza, sacamos a casi 10 millones de la pobreza; baja la inflación, suben los salarios reales, las jubilaciones y a la gente le va mucho mejor”. Así percibe Javier Milei su gestión económica, o al menos es lo que expresó este lunes por la mañana en la pantalla del oficialista A24.
Desde ya, se trata de una visión que no comparte buena parte del país y provocaría algo de pudor hasta en el más fanático de los libertarios de a pie. En buena medida, por el fuerte encarecimiento en dólares que se observa en las góndolas junto a salarios y paritarias virtualmente congeladas.
Desde la devaluación nominal del 118% de diciembre de 2023 y hasta octubre del año pasado, el peso se revalorizó un 40% en términos reales. Con un dólar financiero clavado en torno a $1200 y una inflación que no perfora el 2% mensual, los precios en dólares vienen volando.
A todo esto, en los últimos meses la gran mayoría de las monedas de la región sufrieron leves devaluaciones. En algunos casos, como herramienta contra cíclica frente a las crisis y en otros para ganar competitividad. Argentina, en cambio, viene haciendo todo lo contrario.
La problemática se vuelve evidente en la carnicería, verdulería o el supermercado, pero se revela más palpable aún desde el extranjero. Por ejemplo, en la comparativa de algunos precios de referencia realizada por los periodistas de El País.
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“Para una hora de estacionamiento, el porteño gastará 4,5 dólares por hora, contra los dos dólares del mexicano o el colombiano. El patrón se repite en el litro de leche de primera marca o en una lata de Coca-Cola en el supermercado. La brecha es especialmente amplia en un menú de mediodía en un restaurante céntrico: 18 dólares en Buenos Aires, contra un promedio de siete dólares en el resto de las grandes ciudades latinoamericanas”, explica el prestigioso periódico español.
De acuerdo con el índice de precios Big Mac de McDonald’s, creado por The Economist en 1986, Argentina con US$7.37 tiene el precio más caro de la hamburguesa de América Latina y el segundo del mundo, detrás de Suiza.
(Si, hoy cuesta más dinero una hamburguesa en el Obelisco que en una de las naciones históricamente más caras del globo)
Y como si este retraso cambiario y encarecimiento en dólares no fuera suficiente, el desplome generalizado de los ingresos no hace más que profundizar el problema. “Ni siquiera compensa el salario mínimo, que solo es más alto, por poco, que el de Brasil, y está muy por debajo del de Chile o México”, advierte El País.
La conclusión es sencilla: con el plan económico de Milei, el profeta de la dolarización, los argentinos necesitamos muchos más dólares para sobrevivir.