Siempre es difícil observar un proceso de cambios en Argentina y poder afirmar, convincentemente, que esta vez sí será a fondo y se cumplirá con la promesa histórica de ser un país desarrollado acorde a su enorme potencial de recursos naturales y humanos. Quizás esta vez sea como otras que quedaron por el camino. Pero lo que ahora sí es innegable, es que luego de los resultados del domingo pasado se alinearon dos factores de peso muy potentes para lograr que Argentina despegue. Y lo hicieron con una contundencia como nunca lo habían hecho.
En primer lugar, está el factor político. El proceso ciertamente se inició con la elección presidencial de Milei en 2023: fue la victoria más amplia desde el retorno a la democracia en 1983. Se trató no solamente de un outsider, sino de alguien que llegó prometiendo sacrificios en un contexto de terror: hiperinflación, pobreza mayor al 50% de la población, precios relativos trastocados, sin reservas ni posibilidades de acudir al mercado internacional para pagar la deuda, con inversiones paralizadas, y con una desesperación social propia de una década entera hecha de pérdidas en el bienestar económico.
Frente a esa circunstancia tan trágica, el partido oficialista parecía de fuerza raquítica: apenas 37 diputados propios a nivel nacional sobre un total de 257, y pocos aliados para tomar las drásticas decisiones que todo aquello precisaba. Llegada la renovación parcial de elecciones legislativas del domingo pasado, el test democrático era fundamental: ¿estaba dispuesto el pueblo argentino a seguir apoyando al presidente que los había sacado del infierno, y que entre tanto también había cometido errores de manejo político muy evidentes? La respuesta fue contundentemente positiva: como dicen allende el Plata, Argentina “bancó” a Milei, dándole un triunfo claro y haciendo que el peronismo- kirchnerista, que es la alternativa política a este rumbo presidencial, quede sepultado en un pasado lleno de miseria y corrupción.
En segundo lugar, está el apoyo internacional. Ni siquiera en los años 1990, con aquella expresión tan porteña de las “relaciones carnales” bilaterales entre Argentina y Estados Unidos, a la salida de la Guerra Fría, hubo un apoyo tan potente y explícito de parte de Washington al proceso político y económico emprendido desde Buenos Aires. El asunto fue muy importante y bien evaluado por el pueblo argentino: frente a un intento kirchnerista- peronista de desestabilización política fenomenal, que procuraba llevarse puesto al presidente, el endeble oficialismo logró un apoyo impar de parte de la primera potencia mundial. Fue financiero, pero también simbólico y político, y seguramente será prontamente estratégico, militar, geopolítico y comercial.
Los argentinos entendieron así que los sacrificios que están padeciendo, luego del desorden que quebró al país por el desfalco kirchnerista- peronista, eran valorados por los principales actores del mundo. Y que, desde afuera, se le reconocía a Buenos Aires un potencial enorme, a la vez que se le brindaba un apoyo extraordinario, de manera de no dejar caer al país entero en el precipicio populista que tantas veces lo ha tentado en estas últimas décadas.
Con este apoyo internacional y esta convicción política la administración Milei tiene por delante dos años muy importantes. La agenda de estabilización fue un éxito. Por supuesto, su equilibrio económico sigue siendo frágil. Sin embargo, con confianza política y económica los argentinos se transformarán, sin duda, en un enorme destino de inversiones extranjeras productivas, ya que es evidente que su potencial es gigantesco: 48 millones de habitantes, con recursos energéticos excepcionales, que puede naturalmente volver a ser el granero del mundo, y que entiende bien que en la coyuntura de las próximas décadas Occidente precisa de países alineados con sus valores democráticos y civilizatorios. Aquella conjunción de intereses en este sentido, que alguna vez ya se mencionó en estas páginas, entre Washington, Roma y Buenos Aires, ya tuvo incluso su primera muestra favorable a la Argentina con la decisión de avanzar en una inversión de decenas de miles de millones de dólares en torno a energía e inteligencia artificial en la Patagonia.
La historia enseña a ser cautos con nuestros vecinos. Sin embargo, hubo algo muy potente en 2023: nunca habían tocado fondo de manera tan dramática. Luego del domingo pasado, su horizonte de potencia mundial está más cerca. Alcanzarlo dependerá, sobre todo, de ese gran pueblo que es el argentino.
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