La política exterior “comienza en casa”. Comienza con la construcción de una base de confianza que proyecte al país como un actor previsible. Y para que esta confianza se traduzca en una inserción internacional efectiva, Argentina necesita una estrategia inteligente, sin caer en alineamientos ideológicos rígidos ni confrontaciones innecesarias.
La credibilidad internacional de una nación está relacionada con la fortaleza de sus instituciones, sus reglas y su compromiso con el Estado de Derecho. Recientes señales en nuestro país han generado preocupación en la comunidad internacional, que ha expresado inquietud, por ejemplo, ante reiterados ataques a la libertad de prensa.
Estas decisiones alejan a nuestro país de los estándares internacionales que rigen al mundo al que aspiramos pertenecer. El capital (humano, financiero o político) busca estabilidad. Y la estabilidad no se decreta: se construye desde adentro, con una arquitectura institucional que garantice previsibilidad, reglas de juego claras y respeto por los derechos.
El primer año del gobierno libertario captó la atención a nivel mundial. No obstante, esta visibilidad aún no se ha traducido en una estrategia internacional que libere el potencial de Argentina.
El enfoque confrontacional ha generado tensiones innecesarias con actores fundamentales para la inversión de largo plazo en sectores clave, como alimentos, energía e infraestructura. En un mundo donde las economías emergentes representan el 60% del PBI global, no podemos desaprovechar socios estratégicos. Desatender estos vínculos e ignorar las oportunidades asociadas a relaciones pragmáticas reduce los márgenes de maniobra del país.
Asimismo, la animosidad hacia el sistema multilateral aleja a Argentina del consenso liberal-democrático, alineándose en votaciones globales con países como Corea del Norte o Burkina Faso. Este aislamiento limita nuestra capacidad para aportar a soluciones globales e influir en agendas críticas como el desarrollo sostenible, la paz y seguridad internacionales.
Argentina tiene un potencial inmenso que requiere una política exterior integral. Requiere una Cancillería que siga fortaleciendo al Instituto del Servicio Exterior de la Nación, el cual es esencial para continuar formando a nuestros diplomáticos para los desafíos que nos presenta el escenario internacional.
Debemos profundizar lazos con aliados tradicionales, pero también aprovechar oportunidades con economías emergentes, sin caer en la sobreactuación. Y en lugar de aislarse, Argentina debe participar activamente en el sistema multilateral, incluso con una visión crítica, para influir en agendas globales que afectan nuestros intereses.
La política exterior no es un compartimento aislado: es el reflejo de nuestra capacidad para gobernarnos con madurez, previsibilidad y respeto. Al mismo tiempo, es la herramienta para conectar nuestro potencial con el mundo. Construyamos una estrategia que, desde el interés nacional, combine confianza interna con una inserción internacional inteligente, para que no solo seamos vistos, sino también respetados y valorados en el escenario global.
*Columna publicada en el informe de junio de la Fundación Pensar.