El arquitecto de Trelew José Pablo Mehaudy llegó a Camarones contratado para levantar una vivienda en ese tesoro escondido en la costa de Chubut.

La construcción arrancó en el 2010 y terminó en el 2012, con 85 metros cuadrados cubiertos y 15 semicubiertos.
RÍO NEGRO.

Cuando advirtió el error de replicar el concepto de techos rectos y bajos integrados a la meseta, tiró el primer proyecto: en Camarones había una historia, una cultura, que respetar.
RÍO NEGRO.

El boceto de Casa Camarones.
RÍO NEGRO.
José Pablo Mehaudy, arquitecto de la ciudad de Trelew, había llegado a ese tesoro escondido de Chubut contratado para construir una casa en ese paraíso de cara al Atlántico, entre naufragios legendarios que atraen a los arqueólogos marinos y ballenas que convocan a biólogos y turistas. Desde el obrador vecino contemplaba esos terrenos desde una tercera perspectiva y al terminar la vivienda optó por comprarlos, encandilado por la vista a ese mar azul infinito.
No sabía entonces qué haría allí, pero estaban tan cerca de la línea donde rompían las olas, en ese pueblito tan lindo donde se respiraba naturaleza pura y el legado de los inmigrantes galeses, que se decidió. No imaginaba que allí haría la obra de su vida: no es que le faltaran candidatas para competirle, pero ninguna otra le traería tantas satisfacciones de las que más le gustan, las emocionales.
El diseño y la construcción
La construcción arrancó en el 2010 y terminó en el 2012, con 85 metros cuadrados cubiertos y 15 semicubiertos. Apostó por la mano de obra local y para la estructura metálica del techo contrató al taller metalúrgico del pueblo. Para eso, le pidió prestado el camión a un amigo, cargó los hierros y los llevó: no había corralones en aquellos tiempos en Camarones y hoy hay tres. Más de una vez tuvo que hacer más de 500 km a Trelew o Madryn en el día para ir a buscar materiales y volver ante una emergencia.
El día que tiró su propio diseño para honrar la identidad de Camarones
En el 2010, para armar el proyecto José convocó a dos colegas amigos. Les mostró el boceto, les pidió ayuda en forma de opinión. “No es fácil para un arquitecto diseñar su propia casa”, explica. Una mañana estaban los tres en la barranca y observó en detalle el panorama: se veían a lo lejos casas de techo de chapa, ese aire a las construcciones de estilo galés de madera de pinotea. Entonces lo comprendió: lo que había dibujado no tenía nada que ver con lo que veía.
Esa mañana hizo un bollo con el proyecto y lo tiró. Sus amigos lo miraron asombrados. “No puedo hacer algo que no tenga nada que ver con Camarones, no puedo hacer la casa distinta del arquitecto, soy yo el que se tiene que adaptar al pueblo”, les explicó.
Había que aliviar la carga de visitantes en la zona de los nidos y dibujó un complejo de edificios que se mimetiza tanto con el entorno que es difícil verlo, aunque esté posado sobre una lomada. Le tocó construir en la meseta patagónica y se adaptó a las formas del paisaje, a sus colores.
Una casa hecha con alma patagónica y materiales del paisaje
Con materiales de la zona: paredes exteriores de piedra y concreto, interiores de estuco molido también para pisos en color piel sin pintura, como el tono del médano en el que se tiraba con sus amigos cuando eran chicos, techo de chapa y madera de álamo, herrería exterior, ventanales dobles, carpintería de aluminio. Con el sello de la arquitectura de Camarones y el toque de su estilo.
Un grupo de arqueólogos marinos le pidió alquilarla para tomarla como base para sus investigaciones de naufragios y desde entonces, boca a boca, la red de interesados se amplió. El deja su piano, sus libros, todas sus cosas y le da alegría saber que cada vez que vuelve a la casa que supo construir siempre la encuentra mejor de lo que la dejó.
Fuente: Cholila Online.
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