El sol apenas roza las montañas del Rif y el azul empieza a despertar. Las paredes, las puertas y hasta los escalones de Chefchaouen parecen encenderse en distintas tonalidades celestes, como si el pueblo entero respirara color. En cada rincón, una nueva gama: azul cielo, cobalto, añil. Así amanece Chefchaouen, o simplemente Chauen, uno de los destinos más cautivadores y fotografiados de Marruecos.
Ubicada a unos 564 metros sobre el nivel del mar, en el norte del país, esta pequeña ciudad es conocida como “la perla azul del Rif”. Su paisaje urbano, pintado casi por completo de diferentes tonos de azul, la distingue en un país donde Marrakech brilla en rojo y Fez en esmeralda.
Más que un lugar, Chefchaouen es una experiencia sensorial, dicen algunos. En sus callejuelas tranquilas, los aromas a menta y especias se mezclan con la calma de sus habitantes. En un país que se define por la intensidad de los sentidos, la ciudad azul ofrece algo distinto: una serenidad que se siente como flotar dentro de un océano detenido en el tiempo.
El misterio de la paleta azul y su profundo arraigo
La predominancia de este color no tiene un origen único y claro, sino que se nutre de varias teorías, lo que añade un velo de misterio a su belleza. La explicación más difundida lo vincula a la llegada de refugiados judíos a finales del siglo XV, que huían de la Inquisición española. Para la tradición judía, el azul simboliza el cielo y, por extensión, la presencia divina, una forma de estar más cerca de Dios.
Otras hipótesis se inclinan hacia razones prácticas. Una de ellas sostiene que el azul actúa como un repelente natural para mosquitos y otros insectos, un beneficio útil en el entorno montañoso.
Otra teoría popular sugiere que el color ayuda a mantener frescas las casas durante los calurosos meses de verano, debido a su capacidad para reflejar la luz solar. Finalmente, hay quienes lo ven como un homenaje al agua de la cascada Ras El-Maa, la fuente de vida de la comunidad en esta árida región, o simplemente un color que irradia felicidad y optimismo en la cultura islámica.

Independientemente de la razón fundacional, el azul se ha convertido en el sello distintivo de Chefchaouen y un motor esencial de su economía local, que depende en gran medida del turismo que atrae esta peculiar estética. La ciudad se fundó en 1471 como una fortaleza (Kasbah) para resistir las incursiones portuguesas.
La posterior afluencia de musulmanes y judíos expulsados de Andalucía en el siglo XV dejó una huella arquitectónica visible, con influencias hispanas en sus pasajes abovedados y muros encalados, que se fusionaron con las tradiciones bereberes e islámicas.
Además, el nombre de la ciudad, que combina el árabe «chef» (mirar) y el bereber «chaouen» (cuernos), hace referencia a los picos gemelos del Rif que la custodian, Jebel el-Kelaa y Jebel Meggou.
Atractivos más allá de su color
La ciudad, que durante más de 450 años restringió severamente el acceso a los no musulmanes al ser considerada sagrada, ofrece otros puntos de interés que no están directamente relacionados con sus famosas fachadas:
- La Kasbah y el Museo Etnográfico: ubicada en la plaza principal (Uta el Hammam), esta antigua fortaleza alberga un museo que documenta las raíces e historia de la región. Su torreón ofrece una vista panorámica de la ciudad.
- La Gran Mezquita: terminada en el siglo XVI, destaca por su inusual minarete octogonal, un elemento arquitectónico único en Marruecos, visible desde la plaza central.
- La Mezquita Bouzafar (o ‘Mezquita Española’): en una colina que domina la ciudad, es un punto ideal para contemplar la puesta de sol sobre el casco azul.
- Ras El-Maa: un corto paseo desde la medina lleva a esta cascada, donde el agua de la montaña se convierte en el sonido de fondo de la tranquila vida chauní.
- Artesanía local: la medina es un hervidero de artesanos que exponen alfombras, cerámica y trabajos en cuero, siendo el tejido de lana y la artesanía en mimbre particularmente destacados.