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domingo, octubre 5, 2025

Así nació el TEG: la increíble historia de su creador, David Jiterman, a 50 años de la aparición del juego que marcó generaciones

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En octubre de 1976, mientras la Argentina atravesaba uno de los momentos más oscuros de su historia, un joven contador llamado David Jiterman, a sus 24 años, lanzaba un juego que se convertiría en un clásico: el T.E.G. —acrónimo de Táctica y Estrategia de la Guerra—. Lo que comenzó como un hobby entre amigos se transformó en un fenómeno cultural que, a casi 50 años de su creación, sigue convocando a miles de jugadores.

David Jiterman fundó en 1976 la empresa Yetem, que tuvo como su primer juego de mesa al TEG, y que sigue vigente hasta el día de hoy con muchos otros juegos de su misma autoría.

“Fue algo muy loco, no fue premeditado. Yo venía con la cabeza enfocada en empezar mi carrera como contador, pero el TEG me sacó de toda estructura”, recuerda Jiterman, en diálogo con GENTE, con una sonrisa incrédula, como no creyendo todo lo que vivió a partir de este juego de mesa.

“No sabía nada de papel, de plástico, de nada. Aprendí todo sobre la marcha: desde conseguir dados —que asegura en esa época era sumamente difícil conseguir los materiales para hacerlos, o importarlos— hasta diseñar el mapa”, remarca.

El diseño del tablero, inspirado en mapas antiguos del siglo XV, incluyó un detalle que hoy se resignifica: las Islas Malvinas. “Me preocupé por meterlas, no sé por qué. No era un sentimiento patriótico fuerte en ese momento, pero algo me decía que tenían que estar”, confiesa, sin imaginar todo lo que iba a suceder unos pocos años después —en 1982— colocando sutilmente, incluso en un juego de mesa, un reclamo de soberanía que sigue vigente.

Un mapa inspirado en un antiguo planisferio, unas decenas de cartas, dados y pequeñas fichas de colores fue todo lo necesario para crear un juego que tiene casi 50 años.

Al recordar los primeros ejemplares del TEG, Jiterman recuerda largas tardes y noches de juego junto a su grupo de amigos, con quienes armaron de la nada lo que luego se iba a comercializar: «Cada uno se iba haciendo su juego y jugando con otros. Me acuerdo los primeros mapas eran una cartulina grande, una caja de telgopor, y para las fichitas iba al Banco Central a buscar monedas, que eran más baratas que comprar las fichitas. Le poníamos colores y las guardábamos en las cajitas de los rollos de Kodak, y listo, ya podíamos jugar».

—¿Por qué se te ocurrió ponerle de nombre TEG?

—Es que no había un nombre posible… «combate», «guerra», «juego…», nada. Estaban todos ocupados cuando lo quise registrar en marcas y patentes. Y estoy hablando de 50 años atrás. Cuando me apuraron en la imprenta lo único que se me ocurrió es hacer «Táctica y Estrategia de la Guerra» en siglas. Hoy se ve muchos más nombres así, pero en esa época era casi insólito. Aparte un nombre de mierda —se ríe—. En una clase de marketing me hubiesen bochado, definitivamente.

Sin presupuesto para publicidad, Jiterman recurrió a la creatividad: pequeños avisos en el diario Ámbito Financiero —que fue fundado el mismo año—, pero en esta primera etapa fue el boca a boca lo determinante: “Era una producción geométrica: una persona lo compraba y jugaba con cinco amigos, y esos cinco querían su juego para llevarlo con otros cinco, y así se multiplicó”.

Aunque admite que ya casi no lo juega, David Jiterman habla con amor y pasión tanto del TEG como de otros juegos, no sólo como una forma de entretener, sino también de aprender y compartir.

El éxito fue inmediato y la realidad lo sorprendió con una situación que recuerda hasta el día de hoy con muchísimo asombro: “Había pasado sólo un mes, un mes después de salir a la venta el juego, viajé a Bariloche y me acuerdo que vi un TEG en la luneta del auto que iba adelante. No lo podía creer. Creí que era, no sé, una joda”.

Al mismo tiempo, con el paso de los años en plena Dictadura Cívico-Militar y el recrudecimiento de las normativas que prohibían el encuentro en espacios públicos, el contar con un juego de mesa que generaba entretenimiento por largas horas terminó siendo una suerte de refugio: “La gente no se podía juntar en la calle, pero sí en las casas. Por eso también tuvo éxito el juego en esos primeros años, no había otra cosa que hacer”.

Tiempo después creó el Club Yetem, un espacio ubicado en su momento en calle Zabala, entre Freire y Zapiola, en pleno barrio Belgrano. Allí se acercaban no solo quienes querían conocer el TEG, sino también otros cientos de juegos que Jiterman ofrecía: «Era una casona que viernes y sábado daba vuelta a la manzana la fila. Pagaban la entrada y conocía una enorme cantidad de juegos que yo traía de Estados Unidos. Fue una época maravillosa. Llegamos a tener más de un millón de socios registrados, que para los 80 era una locura”.

Además del TEG, juegos de educación y creatividad

Jiterman no se quedó solo en el éxito del TEG. Creó también juegos de educación vial —como el «1000 Millas«—, de acertijos, hasta incluso de sexualidad, convencido de que el entretenimiento podía formar y cambiar conductas. “En 1999 logramos una campaña nacional de educación vial con Fiat y otros sponsors. Visitamos 20 mil colegios y llegamos a más de dos millones de chicos”, recuerda con orgullo.

Para Jiterman, el juego revela la esencia de las personas. “Cuando jugás, salen las cosas buenas y las miserias. Es un acercamiento genuino”, reflexiona.

También incursionó en la publicidad y la televisión, llevando la lógica del juego a un terreno inesperado en su momento. “Hicimos juegos para Susana Giménez y para marcas como Shell. El juego aplicado a la promoción fue un hallazgo: entretenía y posicionaba la marca”, recuerda y menciona juegos como el «¿Qué ves?«, que la diva de los teléfonos lo usó en algunos de sus programas de TV.

La inesperada visita de Cris Morena y un nuevo mundo de juegos

En el año 1995, Revista GENTE entrevistó a David Jiterman y se utilizó la frase “Jugate conmigo” en el título, para describir la pasión y el riesgo que implicaba emprender en el mundo de los juegos de mesa. Lo que tal vez nadie imaginaba era que esas palabras resonarían en Cris Morena, quien por entonces lideraba una revolución en la televisión juvenil. La productora, intrigada por la expresión que coincidía con el título de uno de sus programas más emblemáticos, decidió conocer personalmente al creador detrás de TEG y otros clásicos.

La nota que salió publicada en Revista GENTE en papel en el año 1995, una entrevista a David Jiterman que terminó provocando su encuentro con Cris Morena.

Ese encuentro marcó el inicio de una colaboración inesperada: David comenzó a desarrollar juegos de mesa inspirados en las tiras más exitosas de Cris, como Chiquititas y Floricienta. Así, trasladó la magia de la pantalla a tableros llenos de desafíos y dinámicas pensadas para que las familias compartieran momentos lúdicos. «Ella vino de curiosidad y terminamos trabajando juntos. Tiene algo mágico, todo lo que toca lo hace oro. Es increíble y divina», asegura al recordar esos años.

De empresario de juegos de mesa a coach

Hoy, a los 73 años, David Jiterman vive una etapa distinta, lejos del mundo de los juegos. “Vendí Yetem en el 2000 y dije ‘basta’ con los juegos”, recuerda. Después de cerrar esa etapa, se volcó a nuevos desafíos: estudió coaching ontológico, combinó esa formación con su experiencia empresarial y su título de contador, y creó junto a su esposa —una arquitecta con la que se casó a los 60— una empresa dedicada a aberturas de aluminio y PVC. “Hicimos cosas maravillosas hasta hace un año, cuando la situación del país nos obligó a frenar”, cuenta. Hoy, se dedica a asesorar empresas y acompañar procesos personales, un rol que define como “una forma de devolver todo lo aprendido”.

Aunque hoy ya no se dedique a los juegos de mesa y haya vendido su empresa, Jiterman posa con emoción con el TEG y recuerda los inicios de esta aventura de casi 50 años.

En lo personal, Jiterman se describe como un hombre agradecido. Tiene tres hijos propios y una familia ensamblada que incluye hijos de sus parejas anteriores, con quienes mantiene un vínculo cercano. “Mi vida se caracterizó por desafíos y estoy agradecido porque siempre tuve oportunidades”, reflexiona. Hoy vive en un PH en Buenos Aires y mantiene un perfil bajo, aunque asegura que fue así toda la vida: «Más de una vez, en reuniones de trabajo, me pasó de que alguien buscó en internet sobre el TEG y vio mi nombre o mi cara y no lo puede creer. Nunca fui de ostentar en ese sentido».

Un clásico que sigue vivo y se acerca a su medio siglo

En 2026, el TEG cumplirá medio siglo: “Es increíble que chicos de 10 o 12 años sigan jugando. Me emociona. Ya son como cuatro o cinco generaciones que lo disfrutaron”, dice. Y recuerda con humor: “Una vez me invitaron a una reunión y no sabía cómo presentarme. Cuando dijeron que yo era el creador del TEG, todos se levantaron a agradecerme por tantas noches de juego. Esas cosas no tienen precio”.

Táctica y Estrategia de la Guerra, el nombre completo de un juego de mesa que va conectando varias generaciones y sigue provocando emociones.

Hoy el TEG no es sólo un juego: es parte de la identidad cultural argentina. Ha atravesado dictaduras, crisis económicas y varias revoluciones tecnológicas sin perder vigencia. “El juego tiene algo único: conecta generaciones y revela la esencia de las personas. Cuando jugás, salen las cosas buenas y las miserias. Es un acercamiento genuino. Eso no lo logra cualquier producto”, concluye Jiterman.

Redacción

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