“Por mi hija y mi nieta tengo que salir adelante. Estoy pasando un momento muy feo que nunca imagine. Mi mujer murió hace seis meses. Ella era todo en mi vida. Fueron 65 años casados”. Apenas se prende el grabador, Miguel Romano se mete de lleno en el mal momento que se encuentra transitando en la actualidad tras la muerte de Mercedes López Paredes, quien partió del plano terrenal hace seis meses.
“Estoy enojado con Dios porque era una mujer maravillosa. A lo último no podía ni tragar la morfina. Eso me rompía el corazón, me dolió mucho. Su muerte fue muy fea. Estoy muy triste, espero estar mejor más adelante”, detalla en una entrevista íntima con Revista GENTE al recibir a todo el equipo en Romano Studio, el nuevo espacio en donde despunta cada tanto el vicio tras alquilar el histórico local de la calle Anasagasti, por el que pasaron decenas de figuras nacionales e internacionales.

Y, a días de cumplir 90 años este 18 de abril, detalla sobre su presente: “Mis días son en una casa en donde me dedico a las plantas. Nacha Guevara me dice que tengo una mano verde muy buena. Me distrae mucho ponerme a trabajar en el parque, trasplantando y yendo y viniendo con eso. En la quinta tengo caballos, que principalmente cuida Paola, mi hija… porque ya no estoy edad de andar sobre ellos. Y, además, tenemos ocho perros que me hacen compañía”.
“Me deje mi pelo natural. Vengo haciendo otra vida. No me siento incómodo con las canas, estoy bien con este pelo blanco… aunque después de tantos años con mi pelo largo de color castaño, cuando la gente me ve así, no me reconoce. Pero estoy en otra etapa de la vida”, reconoce.


-¿Cómo es esta nueva etapa?
-Una en la que me gusta estar solo y pensar.
-¿Qué interrogantes se te vienen a la mente?
-Hoy me invade lo de mi esposa. Pienso todo el día en por qué se fue. Ella estaba bien. Quiero una explicación del porqué de ese sufrimiento tan grande de sus últimos tiempos. Esas imágenes las llevo grabadas en mi mente. A mí no me gustaría morir de esa manera.
-¿Y cómo se hace para estar mejor?
-Me encantaría saberlo. Hasta hoy, a pesar de mi edad, no lo sé. Se me fueron las ganas de todo, pero tengo que seguir trabajando porque trabajar me limpia la mente. Mi madre tenía mucha razón en una frase que dijo: “Mi hijo nació con un peine bajo el brazo y va a morir con un peine bajo el brazo”. Una palabra santa.


-¿En quiénes te apoyas?
-Mi hija no se separa de mí y mi nieta, que vive en España, me llama todos los días.
-¿Qué te dejó Mercedes?
-Nada más ni nada menos que mi profesión.
-La construyeron juntos.
-Sí. Todo empezó con un curso de fotogenia en el que ella se anotó: ganó frente a 20 mil chicas. A partir de ahí yo conocí a Inés Moreno y a Tita Merello, empecé a peinarlas y ahí arranqué con la profesión.
La nueva vida de Miguel Romano
La muerte de Mercedes marcó un punto de inflexión en su vida: decidió dejar todo. Y eso incluyó alquilar su histórica peluquería emplazada en un pasaje a pocos metros del shopping Alto Palermo. La letra MR del vitral de acceso aún se ve desde la vereda de la calle Anasagasti. Ahora, el edificio de al lado es un centro de vida.
“La peluquería se la alquilé a Cristian Rey (quien hizo una refacción completa de los espacios, aunque conserva un sector en el que Romano puede usar para atender a sus clientas) porque ya era muy grande para mí y no quería tener tantos peinadores. Ahora estoy en este departamento por un tiempo, hasta que encuentre un lugar que me guste”, cuenta.

“No te voy a negar que a veces tengo un aburrimiento terrible, ya que estoy acostumbrado a peinar todo el día, pero es lo que elegí por ahora. Me están llamando algunas clientas y hago cosas muy puntuales. Desde que murió mi mujer no entré más a la peluquería”, revela.
-¿Fue la muerte de tu esposa la que te motivó a deshacerte de tu local?
-Sí, porque su presencia estaba en todos lados.
-¿Qué te pasa cuando pasas por la puerta de tu antigua peluquería?
-Nada. Cristian quiere que trabajemos juntos, pero yo sé lo que quiero y no es eso. No me voy a encontrar ahí. Ojalá se me dé poder tener ese espacio que tengo en mente.
-¿Cómo tomaste la idea de reconvertirte?
-Mientras espero que se me pase un poco el duelo, pienso algunas cosas. Mi nombre es una marca registrada en Argentina. Si bien hoy no sé qué quiero y me siento un poco ido, tengo el proyecto de hacer una nueva peluquería. Aún vengo viendo en dónde instalarme. No quiero estar con cualquiera porque mis clientas son muy exclusivas y selectas. Es un proyecto para dentro de cuatro o seis meses.

-¿Te entusiasma la idea de retomar la actividad?
-Dentro de poco van a tener novedades. Por lo pronto, ya diseñé cómo quiero que sea el lugar, bajo la premisa de que cada clienta esté en un espacio íntimo y separada del resto. La mayoría de ellas son figuras que, en su mayoría, pide privacidad. Nacha Guevara y Graciela Borges no se quieren cruzar con nadie, no son como Moria que se saca fotos con todos.
-¿Y qué más haces en el día?
-Hago tareas hogareñas, voy al supermercado.
-¿Cómo reacciona la gente cuando te ve en una tarea tan cotidiana como ir a hacer compras?
-La gente me abraza. Son un amor conmigo. El otro día estaba esperando que mi empleado viniera con las compras que hicimos en el supermercado y veo una mujer despampanante, de unos ochenta años, y con un sombrero. Le dije a él: ‘Mirala, es para Almodóvar’. Apenas me vio se acercó y me dio un beso muy afectuoso. Mi vida la conocía más ella que yo. Me hablaba de mi mujer, todo. Les agradezco a ellas, que me siguieron durante años, y a mis clientas, lo que me dieron durante tanto tiempo.
De Tita Merello a Graciela Borges, Freddie Mercury y Susana Giménez, las estrellas en manos de Miguel Romano


“Yo no quería peinar a cualquiera. Vengo de una época en la que se inauguró la televisión. Peiné a Mirtha Legrand en 40 kilates y lo último grande que hice fue con Susana Giménez en Piel de judas. Mi trabajo fue principalmente en teatro, televisión y en mi peluquería”, relata mientras se le vienen a la cabeza los primeros nombres.
“Virginia Luque venía todos los días a peinarse y se murió: ni sabemos qué le pasó… Una persona importantísima que hizo muchos éxitos y decenas de películas. Con ella trabaje par a par. Hasta una vez le corte el pelo hasta dejarla pelada. Era una transgresora. Después, a Graciela Borges la peine para todas sus películas”, informa.
-¿Y cómo fue peinar a Freddie Mercuri?
-Una locura. Mi hija Paola estaba en Estados Unidos conmigo. Le dije que venía él y se puso a llorar. Le corté el pelo. Tenía una melena llena de rulos. Le dije, en español, “tu cara es más bonita que tu pelo”. Murió con el corte que le hice yo.


-¿Cómo llegó a vos?
-Preguntaron quién era el mejor peinador de Argentina y me llamaron. La producción me contactó. Constantemente había una traductora al lado mío.
-¿Y qué otras experiencias se te vienen a la mente?
-Que Tita Merello y Niní Marshall venían a peinarse a un local que yo tenía en Villa Urquiza. Poco meses antes de morir, Niní vino a dejarme todas sus pelucas. Las dos iban juntas a esa peluquería, lejos de la zona más comercial de Buenos Aires. Todo un logro, mucho antes de que lleguen Moria o Susana.
-¿Hay figuras hoy?
-No. La única que es divina es Moria. La amo. El día que falleció mi mujer estuvo todo el tiempo a mi lado. No se movió. Ella me consolaba. Fue un amor cómo se comportó. La llevo en mi corazón porque en ese momento necesitaba agarrarme de alguien, y la tuve a ella.

-¿Se puede decir que con Moria te une una amistad?
-Sí. Ella estuvo muy presente cuando pasó lo de mi esposa. Una de las anécdotas que tengo con su familia es cuando fui a peinar a Sofía Gala para sus 15 años. Le pregunté cómo quería el peinado y me dijo que hiciera lo que quiera porque yo era un grande. La dejé hermosa… Mirá de que época te hablo. Hoy ya es una adulta con un hijo, y acá sigo yo.

-¿Y quienes te marcaron positivamente?
-Quiero mucho a Nacha Guevara y a Graciela Borges. Le agradezco a Amalita Fortabat, a la señora Herrera de Noble y a Inés de la Fuente. A Fortabat le rezaré toda la vida porque viaje por el mundo con su avión privado. Era tremendo. En ese tiempo casi vivía con ella porque quería una exclusividad: ya ni podía trabajar. Un día me llamó porque se enteró de que estaba armándome una quinta y me preguntó qué me faltaba. Le dije que me faltaba mucho porque recién comenzaba. “Vaya y elija la pileta más linda que encuentre”, fue su frase. Así pude armarme una casa maravillosa. Me regalo cuadros invaluables de artistas como Benito Quinquela Martín. Después de vivir con Amalita y con Herrera de Noble, no nada que lo supere. Ernestina se compraba de a cuarenta películas; me daba los cheques en blanco para que los llene. Son gente que Dios me mandó. Por eso tengo lo que tengo. Las de ahora son unas ratas al lado de esta gente.


-¿Primeras damas?
-Los presidentes siempre me llamaban. La última fue Cristina Fernández, un empleado mío vivió para ella. Pero yo no quise saber nada. Fue muy correcta conmigo.
-Me hablaste poco de Susana.
-No quiero hablar de ella. Está viviendo en Uruguay, no voy a ir allá a peinarla. Me mandó a descansar y estoy descansando. Nada más. Eso es lo que me dijo. La peiné durante 54 años. Una vida. Cuando nos despedimos me dio unos pesos (lanza una risa irónica) y me mandó a descansar en la casa hermosa que tengo. Dejémoslo acá.

Fotos: Alejandro Carra y RS
Retoque digital: Darío Alvarellos