“Tenía algunos amigos muy queridos en Salta”, comentó, hilvanando recuerdos Roberto “El Coya” Chavero desde la casa Museo de su padre, Atahualpa Yupanqui, en Cerro Colorado, norte de Córdoba, en el marco de una conversación con este medio que tiene poco menos de dos años.
Son muchos los puntos que encuentran a don Atahualpa entrelazado con la provincia de Salta, por ejemplo, aquella anécdota que relata que la famosísima canción El Arriero, nació en los campos de Anta, en el sur de la provincia; o sus visitas frecuentes al Hotel Termas de Rosario de Frontera, o por qué no, la de su debut profesional en la localidad de Metán, también relatada en este diario.
“Una semana después (del golpe de Estado de Uriburu) Atahualpa dio su primer concierto en el noroeste», se lee en la biografía del reconocido cantautor, “En nombre del folclore”, de autoría de Sergio Pujol.
“Estaba en Metán junto a su amigo el poeta José Solís Pizarro, cuando tuvo la idea de convencer a los dueños del Hotel Moderno de que ‘financiaran’ un recital suyo en la biblioteca del pueblo. El propio Atahualpa hizo la publicidad -cien papelitos con su nombre y el del hotel esparcidos por las calles del pueblo- y se paró en la puerta del salón a la espera de un público reticente, que empezó a acercarse solo por curiosidad”, comenta Pujol en la biografía.
Aquel debut también será para el cantor su primera presentación paga, en suma, su debut profesional. “Ya famoso, muchos años después, recordaría Atahualpa: ‘Minutos antes de empezar, dos paisanos se pararon frente a la puerta y se pusieron a mirar y a calcular, al ver que costaba un peso la entrada y se ofrecían diez canciones, entre zambas, vidalas, estilos, vidalitas y la ‘Canción del Carretero’ de López Buchardo. ‘Mirá’, dijo uno de ellos ‘un peso, son diez canciones. Estamos pagando unos diez centavos el verso. No está mal’”.
Razones suficientes surgen del anecdotario yupanquiano para que el documental, “Atahualpa Yupanqui, un trashumante”, que comenzó a girar hace apenas un par de meses, llegue a la provincia de Salta, territorio que tanto cobijó al cantor de Latinoamérica.
Serán en principio tres proyecciones; las primeras, en el marco de la Semana del Cine, una en Tartagal y otra en Capital, el miércoles 11 de junio a las 20 horas, en el Centro Cultural Tartagal, y el viernes 13 a las 17, en el auditorio de la Usina Cultural, en la ciudad de Salta, ambas con entrada libre. En tanto, la tercera será programada en la localidad de Metán, con fecha aún por confirmarse.
En este sentido, de gran ligazón entre Yupanqui y Salta, el realizador del film, Federico Randazzo Abad, conversó con Salta/12 para explayarse sobre el trabajo que englobó el film, así como su presente y horizontes.
—¿Cómo nace la idea de realizar el documental?
—Todo nace en una conversación con Roberto Coya Chavero, hijo de Atahualpa y Nenette, y presidente de la Fundación Atahualpa Yupanqui, que nos visitó en la productora donde trabajábamos y teníamos un puesto de digitalización de materiales de archivo. Nos hace un comentario así medio al pasar como, «bueno, yo tengo estos materiales, yo tengo estos casetes que serían unos U-matic, unos Betamax», unos formatos un poco raros, poco habituales. Entonces, al pasar, nos dice que tenía algunos casetes de esos, le preguntamos qué serían y nos dice, «La verdad, que no tengo ni idea, son cosas que iban quedando de los viajes de mi padre y que nunca nadie reprodujo, nadie sabe qué tienen». Se nos despertó una gran curiosidad, y nos dimos cuenta de que era una trampa de alguna manera. Le dijimos que los traiga, que los íbamos a empezar a digitalizar. Primero fueron cuatro, cinco U-matic, luego algunos Beta, luego materiales en db-cam, llegaron VHS, luego llegaron materiales en cinta abierta, luego los casetes de audio, y así terminamos entrando al universo del archivo personal de Atahualpa Yupanqui. También nos dimos con cartas, con las cartas que estaban editadas en aquel bestseller de cartas a Nenette, pero con cientos de cartas más, postales, textos, los libros de Atahualpa con comentarios, un archivo enorme. Entonces digo que fue una trampa porque ahí creíamos que íbamos a poder catalogar, ordenar, consultar, de algún modo ordenar todo ese material y bueno, nos llevó cuatro, cinco, seis años de investigación.
—¿Por dónde comenzó la búsqueda?
—Primero se fue ordenando un poco ese archivo, consultando, digitalizando y luego empezamos a buscar en archivos públicos y privados, y donde buscábamos, encontrábamos. Entonces esa fue la segunda trampa, porque buscábamos en la ciudad de Buenos Aires y aparecía mucho material que estaba disperso, que no estaba ordenado; buscábamos en las provincias argentinas y aparecía mucho material; buscábamos en los países de América Latina y nos pasaba lo mismo y ya, cuando terminamos de consultar en Japón, en Hungría, en parte de Marruecos y encontrábamos material de Atahualpa, nos dimos cuenta de que era imposible establecer un mapa, el itinerario, era imposible algo así como tratar de compilar todo el archivo que había de Atahualpa. Entonces ahí empezó el siguiente gran desafío que fue cómo hacer para sintetizar eso a un lenguaje cinematográfico, cómo hacer para seleccionar, recortar y quedarse con solo uno de esos fragmentos posibles.
—¿Ahí es en cuando aparece la palabra trashumante en el título del documental?
—Ahí es un poco ese segundo desafío que era recortar, de las muchas películas posibles que se pueden hacer de Atahualpa Yupanqui, de la obra, del artista, una biografía… era un personaje muy diverso, casi que se podría hacer una del Atahualpa etnomusicólogo, otra del compositor, otra del intérprete, otra del cantor de coplas, otra del filósofo. Entre todas esas muchísimas facetas posibles de Atahualpa nosotros nos quedamos con la del trashumante, porque el contenido de la película se quedó con los viajes de Atahualpa, con tres grandes viajes que encontramos que nos parece que de algún modo es un recorte que nos permitió atravesar el siglo XX, dejando afuera muchísimo material interesante y muchísimas facetas muy importantes de Atahualpa, que apenas se sobrevuela en la película o algunas ni siquiera son mencionadas, pero sí tratando de hacer eco de algunas no tan conocidas o algunas no tan visitadas, no tan celebradas como, por ejemplo, sus matrimonios, su viaje de exiliado o la primera etapa de su vida. Nos centramos en ese hombre que parece que nació grande, viejo, con ese rostro tan particular. Entonces fue recuperar materiales de sus primeros viajes como etnomusicólogo, ese era un poco el desafío, y en diálogo con eso fue apareciendo la idea del trashumante.
—¿Cómo se fue armando la trama narrativa?
—El guión atraviesa el siglo XX en esto que llamaríamos la trashumancia de Atahualpa, y nosotros conceptualmente, si se quiere, lo pensamos como en tres grandes movimientos que dan cuenta también de algunas de las tensiones que tratamos de mostrar de Atahualpa. En general hay muchos trabajos celebratorios de Atahualpa, y este claro que también lo es, pero intentamos mostrar los claroscuros, las contradicciones, las facetas más grises del personaje, su personalidad. En ese sentido pensamos tres viajes donde lo pensamos a Atahualpa, por un lado, como una figura, como una gran enunciación de lo popular, de la figura de lo popular en la cultura argentina, el gran hombre que introduce la canción, la música, todo lo que tiene que ver con representar los obreros, con representar los oficios, con representar las culturas de cada una de las regiones de todo Sudamérica. Y en ese sentido es esa figura, y al mismo tiempo lo encontramos como siempre un poco a contracorriente de lo que son los grandes movimientos masivos del pueblo argentino.
Entonces en la película hay un primer movimiento donde, en la etapa de gran migración popular, que es ir del campo a la ciudad, es el ingreso a lo que se llamaba la modernidad, es el viaje en ferrocarril, Atahualpa hace exactamente lo contrario. Viene a Buenos Aires, pispea un poco de qué va la cosa, lo va a ver a Gardel, curiosea con algunos oficios, pero elige irse a andar a caballo durante 10, 15, capaz que 18 años recorriendo los distintos territorios de todo Sudamérica, recopilando e investigando canciones. Veinte años después, el gran movimiento popular en la Argentina se va a enmarcar detrás del peronismo, el gran dotador de derechos de las mayorías populares en la Argentina, que Atahualpa, 20 días antes del 17 de octubre, se afilia al Partido Comunista y la va a pasar mal durante el peronismo, va a tener ese viaje de exiliado porque acá en la Argentina no podía trabajar, no se podía decir su nombre en los medios de comunicación, él no podía ganarse la vida. Entonces recorre de alguna manera la Guerra Fría en Europa, de un lado y del otro de la cortina de hierro, primero visitando los países soviéticos y luego, triunfando, se le abre Europa de la mano de Edith Piaf, en ese París capitalista. Entonces lo encontramos ahí de vuelta Atahualpa a contracorriente.
Y lo mismo pasa veinte años después cuando las tradiciones políticas a las que Atahualpa había adherido se encuentran en auge, cuando hay todo un movimiento de izquierda en América Latina, Atahualpa ya está afincado en Europa, está lejos, no simpatiza con todo ese auge revolucionario que recorre de América Latina y desde allá, desde Europa, es que desarrolla la última etapa profesional de su vida. Entonces son esos tres grandes movimientos donde lo vemos, por un lado como el gran artista, el que realiza como la gran operación cultural y política que tiene que ver con las mayorías populares, y al mismo tiempo en su biografía personal siempre un poco a contracorriente, siempre un poco ubicándose en el margen opuesto de las grandes mayorías. Esa es un poco una de las ideas que queda ahí en la película y con la cual trabajamos esto del trashumante atravesando el siglo XX.
—¿Cuál fue la recepción del público?
—Nos ha sorprendido gratamente en este momento tan crítico del cine argentino, de la industria, del Instituto del Cine. Es muy valorable el apoyo de la gente de los Espacios INCAA que están resistiendo, programando en todas las provincias del país. Porque nuestro objetivo desde un primer momento era que la película tenga un circuito bien yupanquiano, que se pueda ver tanto en las ciudades como en las localidades más pequeñas de todo el país, y por suerte así se pudo hacer. En más de 50 pueblos, localidades, ciudades, más de 15 provincias, ya se pudo proyectar; llevamos casi 160 funciones en distintos ámbitos de lo más diversos, con lo cual es una alegría enorme y confirma la vigencia de la obra, del interés, de la figura, del pensamiento de Atahualpa.
—¿Cómo sigue el camino?
—En esa misma senda, es muy grande el camino yupanquiano. A mí me gusta decir que si nos llevó 10, 11 años hacer la película, es justo que ahora estemos unos 10, 11 años compartiéndola, prestándole atención a esto de compartirla, tratando de viajar, de acompañar las presentaciones en cada localidad que se pueda difundir, porque realmente confiamos plenamente en el interés que hay en cada rincón del país por la figura de Atahualpa. Entonces, simplemente, se trata de compartir este perfil, esta mirada, esta obra que hicimos nosotros a partir de su figura, de su archivo y de la biografía tan interesante de Atahualpa. Y también es un gesto de esperanza, o por lo menos un norte en este momento de tanto desconcierto en el que tantas veces todos transitamos esta vida tan individual, tan acelerada, tan sobre el teléfono y de tanto desconcierto cultural, general, social, cómo llegamos hasta acá, para dónde y cómo salimos de esto. En este sentido, permitirse compartir una vez más la obra de Atahualpa, volver a visitar la obra de Atahualpa es un poco la certeza de que allí quizás podamos encontrar un camino, podamos volver a las preguntas importantes, podamos volver a retomar algo de la senda de esa obra que a más de 30 años de su muerte nos sigue iluminando y compartiendo un camino de trashumancia.