El escritor húngaro Attila Veres publica en la Argentina Negro tal vez editada por Sexto Piso, con traducción de Judit Faller y Andrés Cienfuegos y prólogo de Mariana Enriquez. Sus cuentos, atravesados por lo rural, lo político y lo fantástico, llegan desde un país con escasa tradición en el género y revelan una voz singular en el panorama internacional.

Cuando Veres empezó a publicar en su país, la literatura fantástica casi no dialogaba con la experiencia local. “Mis libros entraron en un vacío, porque el género acá suele ser mera imitación de lo occidental, sin conexión con la realidad húngara”, recuerda. Ese espacio sin referencias previas terminó por darle libertad, aunque también lo obligó a medirse con modelos extranjeros y con la incertidumbre de “si habría lectores”.
El salto al exterior llegó de la mano de Valancourt Books, que editó en inglés The Black Maybe. A partir de esa selección nació Negro tal vez, la versión castellana publicada ahora por Sexto Piso, enriquecida con relatos adicionales. Según Veres, la clave del volumen no está en una continuidad argumental, sino en la insistencia con que reaparecen ciertos tonos y obsesiones: “Cada vez que me siento a escribir trato de que sea distinto a los anteriores, pero siempre termino volviendo a algunos temas, a un tipo de humor y a una atmósfera cargada que siento esencial para que mis libros funcionen.”
Lo grotesco y lo absurdo
Esa densidad no excluye la risa. Para el autor, lo grotesco y lo absurdo conviven con lo siniestro y cumplen un papel liberador. “Creo que la mayoría de mis cuentos son graciosos. Algunos los escribí riéndome solo. Podés leerlos como relatos de terror, pero para mí son historias del absurdo. Una pequeña carcajada le da aire al lector antes de volver a sumergirse.”
En su formación aparecen influencias decisivas. De Lovecraft leyó todo lo que se tradujo en su adolescencia, mientras que Robert Aickman lo obligó a aprender inglés por falta de versiones húngaras. “Aickman en Hungría es prácticamente desconocido; a veces pienso que soy su único lector en Budapest. Lovecraft, en cambio, siempre está en imprenta. Pero en realidad es Aickman, más que Lovecraft, quien guía mi mano: sus relatos laberínticos, la precisión de su prosa, su capacidad para generar una atmósfera única.”
Otra fuente de su escritura son los veranos en el campo, donde trabajaba en cosechas o cuidaba huertas. De allí proviene el trasfondo de comunidades cerradas, rituales y saberes ligados a la tierra que reaparecen en sus cuentos. “Algunos relatos tratan justamente de la grieta entre campo y ciudad. Otros vienen de mi fascinación por su gente y por la magia de los ciclos agrícolas.” Aunque ciertos lectores asocien estos textos al folk horror, el autor insiste en que nunca los pensó desde etiquetas: retrata la vida rural como algo cotidiano, y recién después introduce lo perturbador.
El costado político atraviesa buena parte de su obra. La sensación de impotencia frente al mundo contemporáneo se filtra en tramas sobrenaturales. “La idea fundamental del horror es la pérdida de control. Hoy vivimos en un mundo saturado de información, pero con muy pocas formas de tomar decisiones. Nos volvimos espectadores de nuestra propia historia, pero –como en el horror clásico– somos dolorosamente conscientes de lo que está pasando.”
Ese cruce se advierte en relatos como «La máquina rojo sangre», que fuera de Hungría se lee como un cuento de terror, pero en su país remite directamente a la manipulación política. Allí, lo fantástico funciona como un espejo deformado que devuelve con crudeza lo real. El autor pidió especialmente incluir ese cuento en la edición en castellano porque, según explica, “representaba aspectos interesantes de mi obra que en EE. UU. no iban a leerse bien”. Lo acompañó con «Non-Vivacious» (No Vivaz), otra pieza que completa la imagen de conjunto.
La traducción al español, a cargo de Judit Faller y Andrés Cienfuegos, no fue un trámite menor. El propio escritor se había involucrado activamente en la versión inglesa, agregando pasajes o cortando fragmentos según las diferencias culturales.
Ese proceso derivó en que la edición en castellano fuera, paradójicamente, más completa que la original en húngaro. “Tuve que hacer un resumen en inglés de todos mis cuentos y tratar de entender qué los hacía destacar. Ellos no leyeron los cuentos reales hasta que fueron traducidos, lo que me costó varias noches de insomnio, pero por suerte la selección salió bien”, recuerda. Y añade: “De alguna manera las traducciones al español son las más completas, incluso más que las versiones originales. Judit fue siempre muy amable, haciendo preguntas pertinentes y aclarando sentidos. Encontraron la vuelta incluso en frases o juegos de palabras imposibles de trasladar tal cual.”
Su literatura también está hilada por guiños internos: personajes que regresan, motivos que reaparecen en distintos libros. “Al principio fue un juego, pero después se volvió esencial. «The Restoration of Reality» (La Restauración de la Realidad) parece una colección de cuentos, pero para mí es una novela fragmentaria: su estructura transmite el tema central.”

En la base de ese entramado hay otra pasión: la música. Veres fue baterista de rock y todavía escribe inspirado en climas sonoros que lo empujan a imaginar escenas. “Para mí la música es algo espectral, y por eso un punto de partida perfecto para el ensueño necesario en la escritura.”
Prólogo de Mariana Enriquez
La edición en castellano incorpora un gesto simbólico: el prólogo de Mariana Enriquez. El vínculo con su obra es intenso y personal. “Cuando terminé Las cosas que perdimos en el fuego sentí que había encontrado a una pariente lejana. Desde entonces siempre recomiendo ese libro. Así que cuando me dijeron que Mariana iba a prologar la edición española de Negro tal vez, me emocioné hasta las lágrimas.” La lectura de Nuestra parte de noche reforzó esa admiración, al punto de considerarla “una obra maestra en cualquier contexto, sin importar país ni género”.
El recorrido de Veres también está marcado por su participación en circuitos más pequeños. Su primer relato apareció en The Black Aether (El Éter Negro), un fanzine dedicado a narrativas inspiradas en Lovecraft.
Desde entonces, cada vez que el editor le pide un texto, acepta el desafío. De esa colaboración nacieron piezas como «Multiplied by Zero» (Multiplicado por Cero), «Walks Among You» (Camina entre Ustedes) y «The Summer I Chose to Die» (El Verano en que Elegí Morir), a las que ahora se suma un nuevo cuento titulado «III/», ambientado en los años sesenta y centrado en la represión política y la vigilancia estatal.
Entre los relatos que más valora, Veres menciona «Regreso a la escuela de medianoche», que lo obligó a replantearse su manera de escribir; «Morder a un perro», nacido de una anécdota de una amiga; y «El tal vez negro», que marcó un viraje hacia la observación de la Hungría contemporánea. “Cuando lo terminé, sentí que había dado un paso hacia una nueva dirección que me emocionaba y que desarrollé en mi siguiente libro, The Restoration of Reality.”
La llegada de Negro tal vez a las librerías argentinas permite descubrir a un autor que, desde un país periférico en términos de tradición fantástica, logró convertir lo rural, lo social y lo político en materia de horror. Con el respaldo de Mariana Enriquez y de una editorial como Sexto Piso, la literatura de Attila Veres confirma que el miedo puede ser también una forma de pensar el presente.

Attila Veres básico
- Nació en Nyíregyháza, Hungría, en 1985. Estudió cine en la Universidad de Pécs y ha escrito cortometrajes y largometrajes que se han rodado en distintos países europeos.
- Su primera novela, Odakint sötétebb (Un exterior más oscuro, 2017), se convirtió en un éxito inesperado en su país.
- Le siguieron dos libros de relatos, Éjféli iskolák (Escuelas de medianoche, 2018) y A valóság helyreállítása (La restauración de la realidad, 2022).
- De ellos se nutre la antología Negro tal vez, que a su publicación en Estados Unidos en 2022 fue nominada al Premio Bram Stoker y elogiada por algunos de los más grandes autores internacionales del género.
- En la actualidad vive en Budapest.
Negro tal vez, de Attila Veres (Sexto Piso).