La peor postal para una ciudad turística y un riesgo para la salud pública. El tema está en la mira de prestadores y ambientalistas. La salud aparece entre los agentes que nadie considera.
En una ciudad que se define como turística, pero que viene de dos temporadas flojas —tanto en verano como en las vacaciones de invierno—, cada detalle cuenta para recuperar atractivo. Precios competitivos, buena atención, oferta variada de actividades, limpieza, estética urbana y seguridad: todo suma a la hora de seducir visitantes.
Si bien en los últimos años Gualeguaychú diversificó su propuesta más allá de las playas y el carnaval, algunos prestadores advierten que la promoción es insuficiente y «falta poner a la ciudad en la mente de los turistas». Y señalan que el acceso sur, a pesar de ciertas mejoras, sigue mostrando falencias: baches, pozos, asfalto levantado y falta de señalización que deterioran la experiencia de quien llega.
A esto se suma una imagen que, para ambientalistas y referentes del sector turístico, es directamente negativa: la acumulación de vehículos abandonados en las rutas 14 y 16, y en la Comisaría Séptima. El panorama transmite descuido y representa un potencial peligro ambiental.
El problema no es sencillo de resolver. “Todos esos autos tienen causas abiertas, algunos en juzgados ordinarios y la mayoría en sede federal; sin orden judicial no se pueden mover”, explicaron fuentes consultadas por R2820.
La normativa existe. La Ley Nacional 26.348 —a la que Entre Ríos adhirió mediante la Ley 10.332— establece un régimen para descontaminar, compactar y disponer de automotores abandonados, perdidos, decomisados o secuestrados. Gualeguaychú, además, cuenta con su propia ordenanza (Nº 12.329/2019) que regula el procedimiento en la vía pública. Sin embargo, a la vista está que la aplicación de estas normas es, cuanto menos, deficiente.
Mientras tanto, los riesgos crecen. Los vehículos abandonados pueden filtrar líquidos tóxicos al suelo y contaminar el agua subterránea. El impacto ambiental se suma al deterioro estético y a la inseguridad vial que genera el “cementerio” de autos en ese acceso.
El acopio de chatarra vehicular no es un problema menor: afecta la movilidad, daña el medio ambiente y compromete la salud pública. Las autoridades tienen en sus manos la posibilidad —y la obligación— de cambiar una postal que hoy lastima a la ciudad. La inacción solo perpetuará una situación insostenible. Es momento de actuar.