El Socialista, ya amarillento, cae en mis manos por azar. Cuesta 40 francos antiguos y se imprime en Toulouse, pequeña patria de exiliados, en el sombrío invierno español de 1959. El titular, a cinco columnas: “Quien elige la amistad del Caudillo, pierde irremisiblemente la amistad del pueblo español”. Es un llamamiento a los Estados Unidos y una denuncia al blanqueamiento de la dictadura franquista que se proponía llevar a cabo el presidente americano. Bases militares a cambio de dinero y de reconocimiento diplomático. La triste historia ya la conocemos y no la debemos olvidar, como tampoco la gratitud al presidente Cárdenas y al pueblo de México, o la intervención de Neruda con el Winnipeg a Chile, o a la Argentina que abrazó a los nuevos exiliados después de haber acogido a los antiguos emigrados, y más tarde el ejemplo de Olof Palme.
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