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miércoles, marzo 26, 2025

Bahía Blanca: el trabajo de hormiga para recuperar los libros afectados por la inundación

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“Hay una sinergia y una comunicación distinta. Todos entendemos que el mundo cambió y tenemos que trabajar distinto”. Víctor Ferracuti no puede creer lo que ve. Después de 13 años como director de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional del Sur (UNS), hace dos semanas le tocó ver cómo los libros quedaban bajo el lodo y cómo, personas que no tenían ningún tipo de responsabilidad, acudían a ayudar.

Situada en el corazón del edificio central de la UNS, la Biblioteca “Profesor Nicolás Matijevic” cuenta con volúmenes de los tres primeros años de todas las carreras, ejemplares históricos, apuntes de profesores que presenciaron la fundación de la universidad y colecciones donadas de un valor inestimable.

Alrededor de 300 estudiantes tomaban prestado y devolvían libros de un catalogo de 115 mil cada día. La hemeroteca, en el ala izquierda, almacenaba revistas y recibía a aquellos que buscaran concentración. Hoy, la UNS está transformada: decenas de profesionales y voluntarios se organizan para reducir al máximo las pérdidas y restaurar todo lo que sea posible. El Salón de Actos almacena libros secos. La sala de lectura, los húmedos, con ventiladores que ayudan a eliminar las esporas. En el patio, una pila de libros distópica espera para ser desechada.

Pérdidas históricas

Por su cercanía con el arroyo Napostá y por encontrarse en el subsuelo, el 60% de los libros de la biblioteca quedó bajo el agua. A su vez, los ejemplares secos fueron afectados por la humedad. Se calcula que alrededor de 70 mil volúmenes se perdieron, lo que significaría una suma de 7 mil millones de pesos.

La “colección tesoro”, de libros únicos, se encontraba en planta baja y afortunadamente se salvó. Pero el centro de documentación bibliotecológica, de una cantidad de obras sin igual, fue de los más afectados. Comprende las obras de los autores más relevantes de la bibliotecología, y por eso es una de las colecciones cuya restauración implica más urgencia. Lo mismo, la reciente colección donada por la familia de la Dra. Elena Huber, los apuntes del célebre profesor Remus Tetu y la colección de uno de los fundadores, Miguel López Francés.

Los trabajos: guantes de nitrilo, barbijos y cadenas humanas

Voluntarios en la sala de lectura central trabajan para recuperar los libros.
Voluntarios en la sala de lectura central trabajan para recuperar los libros.

Investigadores de biología y de química especialistas en hongos, estudiantes voluntarios, personal de limpieza y mayordomía y bibliotecarios trabajan desde temprano hasta que cae el sol. Todos equipados según el área que les toca, con botas, gafas, barbijos y guantes de nitrilo, que permiten tener sensibilidad para manipular el papel. Se distribuyen en cadenas humanas para mayor eficiencia, desde el subsuelo hasta el patio y el primer piso del edificio.

«La predisposición de todo el personal y los voluntarios es indescriptible, es emocionante. Mi colega Gonzalo, en un día y medio, sin dormir, se especializó en restauración. Pablo, al pie del cañón con las bombas de achique… los estudiantes, todos con una inmensa predisposición», cuenta Ferracuti. «Lo primero fue bombear el líquido que había. El lunes siguiente empezamos a trapear y baldear. El martes, seguimos por sacar los libros secos para que no se contaminen y tirar los más destruidos. Otro equipo empezó a seleccionar obras históricas que serán intervenidos. Ahora, los metimos en freezers que la universidad adquirió de forma perentoria». Más adelante se ocuparán de restaurarlas, por ahora lo importante es que los hongos no aumenten.

La Biblioteca de Humanidades: el amor por el libro

«Uy, mirá este libro que estaba acá, uy este no lo quiero tirar», son los comentarios que se escuchan en la Biblioteca de Humanidades Arturo Marasso, en otro de los edificios de la UNS. Sin música de fondo, estudiantes y docentes trabajan con diligencia para recuperar lo perdido. Virginia Martin, docente e investigadora de la UNS, recalca: «Los libros son extensiones de nuestra inteligencia, nuestra memoria y nuestro amor, y cuesta mucho verlos partir. Queremos conservar su vida lo más que se pueda”.

Libros secándose en la sala de lectura del Departamento de Humanidades de la UNS.Libros secándose en la sala de lectura del Departamento de Humanidades de la UNS.

Aunque en la calle 12 de Octubre hubo 80 centímetros de agua, la pesada puerta de emergencia dejó que se cuelen solo 30 centímetros. Virginia Martin explica: “Se mojó el último anaquel de todas las estanterías. Ahí van los libros más pesados, que suelen ser los más viejitos». Lo que más lamentan es la pérdida de parte del patrimonio bibliográfico que hace a la historia de la universidad y la historia cultural bahiense; por ejemplo, los ejemplares que demuestran el intercambio entre redes de intelectuales como el Dr. Pablo Lejarraga, Arturo Marasso y Vicente Fatone. Se tiraron 3 contenedores de libros, entre los que había 10 antiguos.

Libros rescatados en la vereda de la calle 12 de Octubre.Libros rescatados en la vereda de la calle 12 de Octubre.

Marcela Esnaola, la directora de la biblioteca, cuenta que ver el desafío que tenían enfrente los hizo temblar .»Si bien estamos tratando con libros y se puede pensar que no es urgente, los agentes tóxicos que se pueden generar por un mal tratamiento después pueden influir en la salud de quienes trabajamos y de quienes consultan». Pondera el trabajo de la Dra. Virginia Bianchinotti, especialista en micología, y de María Pardo, de la UNSAM, que los asesora a distancia. Además, los docentes del departamento se llevan libros a su casa para secar, tomando los respectivos recaudos.

Un libro rescatado en la Biblioteca de Humanidades.Un libro rescatado en la Biblioteca de Humanidades.

El decano del Departamento de Humanidades, Diego Poggiese, agrega: «Si bien es dramático para nosotros lo que sucede en la biblioteca, es un eslabón más del conjunto de dramas que existe en toda la comunidad. Y el trabajo de voluntarios es inconmensurable, cada uno viene a colaborar con una historia propia, y eso es lo que pasa también en cada punto de recepción de donaciones».

Marcela Esnaola destaca que el haber encontrado el libro «Nuestra actitud ante el desastre», de Oliverio Girondo, en medio de la conmoción, quedará como anécdota. Ahora, resta seguir trabajando y esperar a que todos los libros sequen. Virginia Martin lo confirma: «En el departamento tengo unos libros para secar, con papel secante entre las hojas y espero. Están frente a la ventana donde entra el sol de la tarde. Están esperando, como yo, a que entre el sol para revertir la situación».

Maestría Clarín – Universidad de San Andrés

AS

Redacción

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