
Hay como un aire fresco y espontáneo en esta ciudad que me encanta. La gente es diversa, sale a la calle, va a los bares… La gente vive de verdad, no es aburrida y solitaria como en Estados Unidos. Allí todo gira en torno a la rutina y el trabajo”, reflexiona Julia Weems, directora de la Escuela de Moda del Istituto Europeo di Design (IED).
Weems siempre había tenido claro que quería vivir en Europa. Recuerda que nunca acabó de encajar en su ciudad natal, Shreveport, en el estado de Luisiana. “Desde pequeña sentía que era distinta, me vestía con ropa antigua, destruía las muñecas Barbie, las tatuaba. La sociedad local me parecía, y me sigue pareciendo, muy cerrada, racista y clasista”, asegura.
Hija de familia de empresarios del sector de la madera, Weems aprovechó la etapa universitaria para mudarse a Nueva York, donde conoció a su actual marido pinchando música en una discoteca. “Él había nacido en Barcelona y echaba de menos la ciudad. Tras vivir el 11-S decidimos ahorrar unos años para mudarnos. Llegamos en el 2004. Yo no sabía si eso duraría mucho tiempo pero aquí estoy, sin planes de regresar a Estados Unidos ni por asomo. Vivo un shock cultural cada vez que regreso a Luisiana”, comenta.
Julia Weems (EUA), 44 años
Julia Weems vino a Barcelona por amor hace más de 20 años y está encantada con la ciudad. La oferta cultural y gastronómica así como la comodidad de vivir en el barrio de Gràcia le hacen sentir como en casa. En la imagen, en el IED Barcelona, ante un diseño de la alumna Laura Corominas
Weems se ha afincado en el barrio de Gràcia, donde ha encontrado acogida y ha criado a sus dos hijas. Recuerda que primero vivió en el Poblenou, donde residen muchos expats , pero consideró que el barrio tenía poca vida. “Gràcia está lleno de comercios y me ofrece la comodidad de ir caminando al trabajo”, comenta. Desde hace 14 años, Weems es directora de la Escuela de Moda del IED. “Me encanta mi cargo: puedo enseñar, gestionar los contenidos y estar en contacto con el alumnado, que también es muy internacional. Nunca me aburro”, apunta.
La directora recuerda que los inicios con la escuela no fueron convencionales. Cuando llegó a Barcelona, no tenía permiso de residencia y tuvo que matricularse para obtener el visado de estudiante. Fue la única solución que encontró para quedarse, mientras su marido, de ascendencia chilena, arreglaba los papeles. “La matrícula me pareció barata y aunque ya tenía formación en moda pude completar mis conocimientos”, apunta. Cuando acabó la carrera, el IED le ofreció quedarse como docente, un trabajo que durante años compaginó con el de estilista. Colaboró con José Castro, que diseñaba para Desigual y tenía su línea propia, que logró desfilar en la Paris Fashion Week.
En Barcelona, opina, hay un “espíritu de libertad” que no se encuentra en grandes ciudades de la moda como París, Milán o Nueva York. “Allí todo el mundo tiene que estar encasillado para triunfar. En cambio, en esta ciudad somos unos outsiders , podemos romper las reglas”, señala. Esta libertad es precisamente la que le permite sentir que en Barcelona puede encajar, ser distinta y, a pesar de ello, encontrar su lugar.