¿Qué podemos aprender de tu ciudad de residencia?
La amabilidad, la paciencia y la atención sincera al otro se reflejan en la calidad del trato en el sector servicios
Desde el momento en el que aterrizamos en Bangkok, nos recibió el aeropuerto Suvarnabhumi, también conocido como “el aeropuerto de las sonrisas”.
Desde ese mismo instante recuerdo que nos impresionó mucho cómo se vive la hospitalidad, como un valor cotidiano, no solo como una práctica comercial.
En la ciudad de Bangkok, la amabilidad, la paciencia y la atención sincera al otro son parte del tejido social, y esto se refleja especialmente en la calidad del trato en el sector servicios.
Más allá de una sonrisa o un saludo amable, hay una disposición genuina a cuidar del otro, a anticipar necesidades y a ofrecer ayuda sin esperar nada a cambio.
En los lugares como los mercados, las cafeterías o incluso las oficinas públicas, el trato que se dispensa al visitante es paciente, atento y respetuoso. Toda esta amabilidad logra generar un entorno donde uno se siente bienvenido, valorado y, en consecuencia, con ganas de quedarse en la ciudad.
Es evidente la influencia del budismo, pero no es esta la única razón que impulsa esa actitud.
¿Cómo se podría trasladar esa cultura a Barcelona?
Podríamos poner más énfasis en el detalle y promover una actitud más abierta y resolutiva ante los conflictos cotidianos
Barcelona, con su fuerte identidad mediterránea y su tradición de calidez, tiene una base muy sólida sobre la que construir una cultura de servicio más empática y centrada en la experiencia humana.
Bangkok y Barcelona comparten una energía vibrante, una identidad gastronómica fuerte y una implicación internacional que las conecta con personas de todo el mundo.
Esta mezcla de culturas y de ritmos intensos nos da una oportunidad inmensa para que la amabilidad se convierta en un valor central en el sector de los servicios.
En este caso, Barcelona ya cuenta con todas las herramientas necesarias –talento humano de calidad, diversidad y creatividad– para cultivar una hospitalidad más cálida y cercana.
Sin embargo, quizás podríamos aprender a poner más énfasis en el detalle, y a promover una actitud más abierta y resolutiva ante los conflictos cotidianos. Adaptar estos principios, sin perder nuestra autenticidad, podría ayudarnos a crear una ciudad más abierta, más amable y más respetuosa tanto para quien la visita como para quien la habita.





