Se ha aprobado el plan de seguridad vial 2025-2030, con el que se busca el objetivo de alcanzar las cero víctimas en siniestros de tráfico; se ha anunciado la cesión de dos solares públicos para construir 150 pisos protegidos; se ha dado impulso a la adhesión de Barcelona al Pacte Nacional per la Llengua, y se ha dado salida a la reserva de espacios para construir ni más ni menos que 29 depósitos pluviales. No lo parecía, pero el de este viernes era un pleno municipal con mucha materia. El problema es que a este lado del Mediterráneo, a nivel mediático ya nada puede toserle a la relación de la capital catalana con Israel. Ya en mayo, el Consistorio aprobó romper todo vínculo con el gobierno de Beniamin Netanyhau e instó a los responsables de la Fira a no aceptar pabellones de este estado o de cualquier “empresa que se lucre gracias al genocidio”. Ahora se ha ido un poco más lejos al vetar la presencia de equipos deportivos que quieran competir en la capital catalana bajo la bandera sionista, con una mención muy concreta al Tour de Francia.
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Barcelona acogerá el año que viene la salida de la ronda francesa, un evento que no es fácil de conseguir y que, si todo va bien, colocará a la ciudad en la televisión de millones de hogares del planeta. Pero ojo, esto no se hace para conseguir turistas. Recuerden que el propio alcalde dijo la semana pasada que aquí no cabe un forastero más. Esto va de recolectar un guiri de más nivel. Y de alimentar las visitas de negocios y congresos.
Tremenda bronca a Vox por decir que el concejal Jordi Coronas, que forma parte de la flotilla, está “de vacaciones pagadas en el mar”
El caso es que Jaume Collboni, en el ocaso del pleno, quizás algo quemado tras seis horas de cónclave y tras una medida dosis de provocación vertida por PP y Vox, ha elevado un poco el tono al anunciar que ya ha comunicado a la propiedad de la carrera –la empresa privada ASO– que no piensa tolerar a “representantes de un gobierno que practica el genocidio”. Ha llamado la atención la vehemencia con que el regidor del PSC, desde la presidencia de la sala Pi i Sunyer, daba por hecho que ningún equipo con los colores de Israel pedaleará por el Eixample ni por Vallvidrera. El gobierno, ha dado a entender el alcalde, ya lo tiene hablado con la dirección del Tour. Y visto que la FIFA y la UEFA se plantean medidas en un sentido muy similar, no es descartable que ASO, ni que sea por seguir la corriente, termine haciendo lo mismo. Pero hablamos de julio de 2026, así que muchas cosas pueden cambiar, empezando por conseguir que Netanhayu deje de masacrar al pueblo palestino. A la cosa no le han faltado oportunistas, como el alcalde de Perpiñán, Louis Aliot, que ofreció su ciudad en las redes sociales en el caso de que Barcelona caiga de la ecuación: “Aquí el Tour es bienvenido, al igual que todos los equipos participantes en este gran evento”. Quizás olvida que, al margen de la logística, deberá desembolsar cerca de 10 millones de euros a la organización.

Jaume Collboni, durante el pleno municipal celebrado este viernes
Llibert Teixido
El debate sobre Israel se ha producido en dos momentos separados de un plenario municipal que duró casi tanto como tres películas de Los Vengadores seguidas. Primero, con la proposición que amplía el veto a Israel, que ha prosperado con el voto favorable del PSC, ERC y BComú, la abstención de Junts y el no de PP y Vox. Y segundo, con las preguntas directas al alcalde de los partidos más a la derecha, con las que buscaban poner en evidencia una estrategia que consideran un globo sonda “para no hablar de los problemas reales de los barceloneses”. Especialmente tenso ha sido el minuto en el que Gonzalo de Oro-Pulido ha dicho que Jordi Coronas pasa unos días de “vacaciones pagadas en el mar”. No ha medido bien, ya que el concejal de ERC al que ha hecho referencia, ausente en la sala porque forma parte de la flotilla que trata de abrir un corredor humanitario en Gaza, es uno de los ediles más estimados por los grupos de la oposición. Le ha caído de todo, pero él se ha mantenido impertérrito y ha censurado los aires de “postureo pijoprogre”.
Perpiñán se ofrece a la organización de la carrera en el caso de que necesite una urbe que no filtre por países
La aplicación práctica de lo votado debería comprobarse la semana que viene durante la celebración de la feria inmobiliaria The District. También vendrán gestos, como la pancarta que se colgará en Sant Jaume durante la diada castellera de la Mercè para “denunciar el genocidio en Gaza y en apoyo de la Global Sumud Flotilla”. Viene a la memoria la pelea de banderas durante los años densos del procés . Quizás se acuerden porque también pasó durante la Mercè (2015) en el balcón del Consistorio, con el concejal Alberto Fernández Díaz ondeando la de España y Coronas, la estelada.

La bancada de los Comuns, con las pancartas y los pañuelos en apoyo del pueblo palestino
Llibert Teixido
También en el pleno celebrado este viernes ha habido espacio para los símbolos de toda la vida. Ni más ni menos que el cuartel militar del Bruc, eterna reivindicación que en esta ocasión llevaba el sello de Junts. Damià Calvet ha expuesto que el complejo debería dejar de tener uso castrense para albergar vivienda protegida y equipamientos de barrio. A su grupo municipal le sale que en todo ese espacio –cerca de 50.000 m2– caben entre 500 y 600 pisos. En una ciudad con tanto problema de acceso a un hogar, ha aseverado, “Barcelona no puede permitirse este anacronismo”. BComú y ERC han comulgado al 100% con la iniciativa, mientras que PP y Vox han hablado de “demagogia” y de “irresponsabilidad”. El PSC también ha votado en contra. A la teniente de alcalde Maria Eugènia Gay le ha tocado el difícil papel de irse por la tangente. Ha glosado los esfuerzos del gobierno local por construir pisos por toda la ciudad y ha recordado que el Ayuntamiento no tiene poder político sobre el Bruc. “Es una propuesta que no depende de nosotros y que generaría una expectativas difíciles de cumplir”, ha resumido. En definitiva, y aunque la proposición ha obtenido una mayoría de votos favorables para nada vinculantes, el cuartel militar se queda.
Han corrido mejor suerte, también en materia de vivienda, dos iniciativas destinadas a incrementar la capacidad habitacional de la capital catalana. Por un lado, la autorización de un crédito del Banco Europeo de Inversiones que, por valor de 113 millones, permitirá levantar 641 pisos. Por el otro, la cesión de dos solares para construir otros 150 hogares. Pero cuidado: si paga el Ayuntamiento, ni un solo ladrillo fabricado en Israel.