El título puede sugerir una novela de misterio cuya acción transcurre en Barcelona. Podría, y aunque me encantan las historias de suspense que ocurren en la ciudad, debo advertir que no voy a hablar desde el punto de vista de sus tinieblas, sino de las sombras entendidas como las imágenes oscuras que un cuerpo opaco proyecta sobre una superficie al aire libre y que sirven para aliviarnos del calor cuando el sol pica, que es como más o menos las define el diccionario de la Real Academia.
La búsqueda de la sombra en determinadas condiciones climatológicas es tan antigua como la humanidad, pero nunca había sido tan estratégica como ahora, cuando experimentamos las consecuencias del cambio climático mal les pese a los negacionistas. Hoy, cualquier proyecto urbanístico tiene en cuenta la previsión de zonas de sombra. Así, parques, plazas, áreas de juegos infantiles y el espacio público en general deben preverlas, ya sea con árboles, pérgolas, entoldados o cualquier otro elemento.
Dotar al espacio público de sombras ya no es una elección, es una obligación
El incremento de las temperaturas y los veranos más largos que estamos experimentando obliga a las ciudades ser más resilientes para afrontar la crisis climática por ser el espacio urbano especialmente sensible al aumento del calor. Así lo sostiene, por ejemplo, el reciente estudio de la fundación francesa Jean-Jaurès Métropoles et grandes villes en 2045. Quatre concepts pour réinventer la ville . El informe hace una prospectiva sobre cómo deberán ser las grandes metrópolis dentro de 20 años a partir de cuatro cualidades que deberán incorporar de forma casi preceptiva a partir de ahora: resilientes, multicéntricas, adaptables y reequilibradoras para combatir las desigualdades.

Barcelona está desarrollando un plan de sombras como parte de su estrategia para combatir el cambio climático
Joan Mateu Parra/Shooting
Las ciudades, además de dotarse de un entorno urbano con mayor biodiversidad, deben desplegar lo que ahora se llaman refugios climáticos. Estos ya no son solo parques y zonas ajardinadas. Hoy, un refugio climático también es una biblioteca, un mercado, una oficina de atención al cliente de la administración, una peluquería… En definitiva, todo aquello que disponga de aire acondicionado –pese a su insostenibilidad medioambiental– que permita tomarse una tregua en el cada vez más encarnizado combate contra el calor. Hoy, los arquitectos y urbanistas en general deben pensar también en la situación de las sombras en el espacio público. Hay que tener en cuenta la orientación de los elementos que las generan para que sean más eficaces. Al mismo tiempo, buscar los efectos visuales para que la luz contribuya a una mejor belleza arquitectónica y paisajística. Y también los materiales y su relación con el entorno, que sean funcionales y sostenibles a la vez.
Barcelona ya tiene un plan de sombras. Este verano contará con unas 70 más, con lo que llegará casi a las 200 que garanticen un cierto confort térmico en las horas punta de calor y sol. Dotar al espacio público de sombras ya no es una elección, es una obligación.