
Barcelona
La Monyos o el Noi de Tona son dos personajes que forman parte de la memoria colectiva popular de una Barcelona de otra época. Dos nombres que para el escritor, editor y diseñador gráfico Ròmul Brotons son “imprescindibles” en la nueva edición ampliada de su libro Personatges populars, excèntrics i curiosos de Barcelona (1836-1936), de la editorial Orígens de Albertí.
Con un tono irónico pero tratados con “un respeto prácticamente reverencial”, el autor da a conocer un total de 40 biografías muy peculiares, cuatro más que en la anterior publicación en 2013. Una de las nuevas incorporaciones es la de Fructuós Canonge, un prestidigitador que alcanzó una fama notable y se le conocía con el apodo del Merlín catalán. Actuó ante personalidades tan destacadas como la reina Isabel II o Amadeo de Saboya. Tal como explica Brotons, este ilusionista recibió numerosas condecoraciones e inició la peculiar costumbre de lucir sus medallas en el pecho por lo que al parecer durante sus actuaciones prefería cobrar con medallas en lugar de dinero. De ahí, procedería el conocido dicho de tener más medallas que Canonge.

Retrato del tenor Manuel Utor, caracterizado como Vasco da Gama en la ópera ‘La africana’
Arxiu Nacional de Catalunya/ Antonio Esplugas/ ANC1-402-N-7397
Otro personaje curioso es Manuel Utor, el tenor de la Barceloneta. De orígenes humildes, Utor empezó a trabajar como estibador y recibió el sobrenombre de Musclaire al trabajar en un vivero de mejillones que tenía su hermana. Cantaba en cafés y tabernas del barrio los sábados por la noche y logró abrirse camino en el mundo de la lírica hasta llegar a debutar en el Liceu caracterizado de Vasco da Gama en 1903 en la ópera La africana del compositor alemán Giacomo Meyerbeer.
Por este recorrido de celebridades de la época también hay personajes femeninos. Uno de ellos es Montserrat Casals, más conocida artísticamente como Elena Jordi. Trabajó de joven en un estanco en la calle Boqueria con Rauric y acabó siendo una destacada actriz, actuando en los principales teatro de la ciudad. Precisamente, al estanco acudían todo tipo de personalidades y una joven Montserrat “hizo amistad con personajes prominentes del panorama cultural catalán, sobre todo con Alexandre Soler, hijo del prestigioso escenógrafo Francesc Soler i Rovirosa, que se convirtió en su gran consejero y la introdujo en el ambiente teatral”, recuerda Brotons.

Retrato de la actriz Montserrat Casals, conocida artísticamente como ‘Elena Jordi’
Arxiu Nacional de Catalunya/ Antonio Esplugas/ANC1-402-N-3001
La artista desapareció de los escenarios tras su última obra, denominada 29 de Francesc Madrid y Brauli Solsona y estrenada en el teatro Goya. De forma pública, no se volvió a saber de ella hasta su muerte en 1945.
Artistas, ilusionistas o estafadores protagonizaron una determinada época de la ciudad
Al autor, uno de los personajes que más le ha llamado la atención ha sido el del estafador Antoni Llussià. Con una importante colección de pasaportes falsificados, entre su historial delictivo hay estafas bancarias y robos realizados en diversas ciudades europeas. Entre sus víctimas estuvieron las cuatro diferentes mujeres con quien se casó. “Todas ellas eran hijas de familias ricas y las cuatro fueron abandonadas en el viaje de novios, después de haberles arrebatado las joyas y el dinero”, detalla el autor de libro. Incluso les enviaba una cruel nota de despedida: “Como recuerdo grato de nuestra corta unión adjunto te envío las papeletas de empeño de tus más caras joyas. Resígnate, pues, y que Dios te proteja”.
“Antoni Llussià era un personaje muy característico de una época determinada y también deben de existir ahora. Evitaba salir en las fotografías y solo cedió algunas para un libro en el que quería explicar su vida aunque al final no se publicó”, añade Brotons.
Para documentarse, el autor ha acudido a noticias en las que aparecieron estas singulares personas en su día, desde diarios como La Vanguardia hasta otras publicaciones como el semanario satírico L’Esquella de la Torratxa. “Eran unos personajes que no hace mucho tiempo recorrieron las calles que ahora paseamos. La mayor parte de ellos iban al centro, a la Rambla, y se tenían que ganar su popularidad día a día con su presencia en la calle”, concluye Brotons.