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sábado, marzo 1, 2025

Beatriz Sarlo en la voz de sus amigos, un emotivo homenaje en el Teatro Colón

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Un bucle en el tiempo. Beatriz Sarlo, en noviembre de 2001, escucha las cinco horas y media que dura el Segundo cuarteto de cuerdas de Morton Feldman. Toma nota en su cuaderno de tapa negra en la oscuridad de la Sala Casacuberta del Teatro San Martín y entiende que está en uno de los grandes acontecimientos estéticos de su vida. Escribe por primera vez sobre música. Dos décadas después, en 2019, está en su casa recordando ese momento, lo pone en palabras para su último libro. Finalmente, terminando febrero de 2025, a menos de un trimestre de su muerte –el 17 de diciembre pasado–, un público variopinto armado de amigos, colegas y fans está escuchando un fragmento de aquel concierto experimental, que es una obra extrema, provocadora en sus silencios contrapuestos a los paisajes sonoros, ligeramente trastocados.

La música de Feldman propone un viaje en círculos, un desplazamiento lento sobre un acorde. Es hipnótico, irritante, placentero. Interpretan el fragmento la flautista especializada en música contemporánea Patricia García; el pianista, docente y gestor cultural Lucas Urdampilleta; y Bruno Lo Bianco, percusionista y Maestro de Ensamble de Cámara.

Funciona como cierre perfecto de invocación. Es el plan del compositor y gestor cultural Martín Bauer, que dirige desde su creación en 2011 el programa Contemporáneo del Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC), amigo de Sarlo y anfitrión del evento en su honor, que organizó junto a la editorial Siglo XXI.

La perfecta excusa fue presentar su libro, que había quedado cerrado y listo, con esta fecha de publicación planeada, y finalmente es la novedad editorial de febrero que llega a librerías tristemente póstumo, hasta con su visto bueno al diseño de tapa.

En No entender. Memorias de una intelectual, Sarlo cuenta su vida. La analiza y desmenuza como hizo con la literatura, la cultura y la política. Usa ese ojo crítico, con humor caustico, filoso y preciso, para mirarse a sí misma. Se narra en anécdotas chismosas y también reflexiona sobre su historia y la Historia.

El compositor y gestor cultural Martín Bauer, los académicos Martín Kohan y Daniel Link y la periodista y escritora Hinde Pomeraniec. Foto: Martín Bonetto.
El compositor y gestor cultural Martín Bauer, los académicos Martín Kohan y Daniel Link y la periodista y escritora Hinde Pomeraniec. Foto: Martín Bonetto.

A pulso de preguntas, en la noble inquietud del no saber de antemano nada, da las pistas de cómo esa niña revoltosa y fuera de lo esperado por su familia –y entorno– llegó a ser una de las intelectuales más relevantes de la segunda mitad del siglo XX en la Argentina, que siguió pensando en vanguardia hasta estas dos décadas y media que lleva el XXI.

“No era cualquier voz. Era la de una de mujer que abría un surco entre tanto macho intolerante que dominaba el espacio de las ideas aquí y en casi cualquier lugar del mundo. Fue una de las primeras mujeres intelectuales en proyectarse con fuerza en la escena de la opinión pública, dentro y fuera de la universidad”, escribió en su obituario Héctor Pavón, prosecretario de redacción y editor general adjunto de Revista Ñ, que la entrevistó infinidad de veces.

Una presentación póstuma

La voz de Sarlo es una presencia en la presentación de su último libro, del mismo modo que ella está ella en esas páginas. Incluido el humor, autoparódico y filoso, como cuando define: “Yo era esnob como Victoria Ocampo sin haber ido más lejos que Deán Funes”.

Hasta en la hermosa contradicción de haber sido provocativamente tilinga y a la vez parte de la cultura popular. En ser meme aún actual en el “conmigo no” de 2011. “En las redes piensan que soy una vieja pedante. No me importa”, dijo hace poco, invitada a un programa de streaming.

En un momento coyuntural en el que la espuma de la espuma ha tomado todo, es sanador que rebalse las redes sociales virtuales para inundar un encuentro presencial que celebra el pensamiento crítico. De ese modo está Sarlo, casi tangible, el jueves 27.

Discípulos y admiradores celebraron a Beatriz Sarlo en el Teatro Colón. Foto: Martín Bonetto. Discípulos y admiradores celebraron a Beatriz Sarlo en el Teatro Colón. Foto: Martín Bonetto.

Cae el sol al final de una tarde que es como un adelanto del otoño. Una clásica postal porteña en movimiento: viento, hojas ocres sobre las veredas finitas y un grupo de gente que hace fila para entrar al CETC. La charla varía entre el clima y la política. Beatriz estaría sacando con elegancia su cigarrillo de la cajita plateada en donde los guardaba ordenados, contados. ¿Cuál habría su comentario áspero y certero?

Amigos, colegas y lectores

Está. En boca de sus amigos, colegas y lectores que llegan al encuentro, que más que atenerse a ser la presentación del libro se convierte en una celebración. Primero habla Bauer, cuenta que Sarlo iba mucho al CETC, “Beatriz era nuestro mejor público,” y con la voz un poco entrecortada lee un fragmento del libro.

Ahí, su amiga habla de música, la música que descubrió con él. A las cinco partes de No entender, las recorren en inteligente paneo tres cerebros alimentados por el entusiasmo lúcido de la ensayista y maestra a la que le siguen preguntando –y/o cuestionando– cosas.

Discípulos y admiradores celebraron a Beatriz Sarlo en el Teatro Colón. Foto: Martín Bonetto. Discípulos y admiradores celebraron a Beatriz Sarlo en el Teatro Colón. Foto: Martín Bonetto.

Comienza la escritora, periodista y docente Hinde Pomeraniec, que fue su alumna cuando Sarlo llegó a la UBA a cambiar paradigmas en la carrera de Letras. “Es difícil elegir sólo un fragmento”, advierte antes de sumergir al público en un salpicado de recuerdos escolares de la autora. Beatriz en la primaria, una nena que le hacía la tarea de redacción a su compañera de familia aristocrática y su asombro descolocado que aún no define, pero presiente: la diferencia de clases sociales.

El escritor Martín Kohan, de otra generación de docentes que revolucionan las aulas y que también es, como lo fue Sarlo, un maestro del pensamiento lúcido y crítico, que trascienda la academia para hablar en la tele y los diarios, se pone a leer sin decir nada.

Eligió un fragmento en el que la autora repasa su devoción por Evita, en la infancia, cuando a los 11 años ganó un concurso literario y ese recuerdo la lleva a pensar en el antiperonismo, el de su familia como botón de muestra del de una parte de la sociedad.

Después llega el turno de Daniel Link, gran autor y docente mítico, también, que opta por quebrar el aire con su abanico y cierta seriedad, con algunas bromas. Lee sobre los amores de Sarlo, esos hombres que eligió a lo largo de su vida y que ella definió también como “maestros”.

Un catálogo de parejas que podría ser una currícula académica, bromea y se autoparodia la autora. Frente a la potencia de su ausencia, como los silencios en la música de Feldman, termina la parte formal del encuentro.

Entonces empieza el brindis. Hay vino tinto, como es costumbre, pero también whisky, como le gustaba a la homenajeada. Está Puan en su máximo esplendor. “En realidad, más exacto, está Marcelo T. de Alvear”, dice Hinde, copa en mano, con la mirada afilada que la une, en hilo invisible, con su docente de Literatura argentina, la materia que Sarlo dictó en Letras desde 1984 y durante décadas, que muchos cursaron varias veces, sólo por gusto.

Discípulos y admiradores celebraron a Beatriz Sarlo en el Teatro Colón. Foto: Martín Bonetto. Discípulos y admiradores celebraron a Beatriz Sarlo en el Teatro Colón. Foto: Martín Bonetto.

Alumnado multigeneracional

Está ahí, en el auditorio primero, brindando después, un alumnado multigeneracional de la Facultad de Filosofía y Letras, los de la sede original y muchos también de la actual.

Entre otros, están Sylvia Saítta, profesora titular de Literatura Argentina II; Marcela Croce, profesora asociada de Problemas de Literatura Latinoamericana; y Adriana Amante, profesora asociada de Literatura Argentina del siglo XIX. Tal vez esta noche al baño del Colón le falta papel higiénico, se le grafitean las paredes, le sale un árbol en un patio. Excede ese mundillo, claro.

El rango etario va desde los veinteañeros hasta los que pasan los 80 años, pasando por todas las décadas. Hay gente de la filosofía, de otras facultades, de la música, de la literatura, del cine, de todos los mundos que Sarlo recorría. Por ejemplo, el crítico y guionista David Oubiña; la escritora y directora escénica Florencia Werchowsky; o la socióloga, periodista y docente Eugenia Zicavo.

El compositor y gestor cultural Martín Bauer, los académicos Martín Kohan y Daniel Link y la periodista y escritora Hinde Pomeraniec. Foto: Martín Bonetto.El compositor y gestor cultural Martín Bauer, los académicos Martín Kohan y Daniel Link y la periodista y escritora Hinde Pomeraniec. Foto: Martín Bonetto.

El costado editorial también estuvo ahí, con por ejemplo Carlos E. Díaz, Raquel San Martín y Laura Leibiker, de siglo XXI, pero además Virginia Ruano, coordinadora editorial de Eterna Cadencia; Patricia Somoza, editora histórica y Jurado de Preselección del Premio Clarín Novela; y Ana Mosqueda, directora editorial de Ampersand.

Y fuera de todo tiempo y lugar, está sobre todo Sarlo, efervescente, como cuando se sentaba arriba del escritorio en sus clases para acompañar la altura simbólica de su presencia. “Quise que hablara Beatriz, por eso no dije nada y solo leí”, explica Kohan ya en la puerta, afuera, donde algunos rezagados se quedan charlando un poco más.

Redacción

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