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jueves, marzo 6, 2025

Bernardo Arévalo y la peste asistencialista presidencial en Guatemala

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Resulta que ahora el debate público no está en las recetas de como administrar bien a un país para sacarlo adelante, con el Fondo Monetario Internacional o sin él, o con otras instancias crediticias internacionales; tampoco en pretender o querer hacer bien las cosas desde las políticas públicas emanadas del presidencialismo. Al menos ese no es el caso de países como Guatemala, en donde su mandatario, Bernardo Arévalo,  y su gobierno, en vez de gobernar bien complica cada día más la situación, resulta que ahora quien dirige el destino de la nación ha cambiado de oficio y de profesión, ahora se ha vuelto nutricionista impartiendo cátedras él y sus ministros sobre cómo alimentar a la niñez desfavorecida en las escuelas públicas, repartiéndoles un banano, dos tortillas y una ración de carne —de soya, pues tampoco da para que esta sea de proteína animal—.

¿Que tiene que ver un presidente de la República en cuanto a la aplicación de medidas asistencialistas en un país rico en recursos naturales, pero empobrecido por tantas pésimas administraciones, presentes y pasadas, flanqueado por las atinadas secuelas de una imparable corrupción? Nada.

Nada en absoluto.  Los guatemaltecos que votaron por Arévalo (que a ciencia cierta parecen haber sido pocos dados los mancomunados fraudes electorales con que su partido “Semilla” se hizo de la Presidencia) no lo eligieron para averiguar qué deben comer los niños pobres, sino para aplicar certeras políticas públicas que eliminen la pobreza.

Pero si esto fuera mucho pedir, al menos sentando las bases de una eficiente gestión administrativa encaminada a revertir la pobreza desde sus orígenes, enfrentando sus causas y accionando políticas eficaces desde una aplicación liberal teórica precisa; abriendo las puertas a la competitividad ética y al libre mercado, brindando transparentemente oportunidades a los empresarios para que estos, a su vez, generen más empleos, como está haciendo Javier Milei en Argentina, quien ha logrado frenar la galopante inflación económica reduciendo el gasto público, la excesiva burocracia y cortando con motosierra, como debe ser, las políticas asistencialistas heredadas del peronismo prehistórico y del kirchnerismo reciente.

Pero no. Eso es muy complicado y resulta más fácil ver cómo mantener al menos medio alimentada a la población más vulnerable y hambrienta; la otra causa es la peste asistencialista, y Guatemala es uno de los países que más arrastra esta atrofia social. No se trata de ir en contra de la sensibilidad humana ni de la solidaridad expresiva, pero los gobiernos no han sido creados para convertirse en entes de caridad ni de beneficencia  pública ni colectiva, sino para paliar las crisis y volver prósperas a las naciones.

Cuando el general Otto Perez Molina ganó la Presidencia, una de las primeras cosas que hizo fue darle continuidad a las políticas de su antecesor, Alvaro Colom. La flamante presidente «socialista democrática» de Honduras, Xiomara Castro,  al colocarle la banda presidencial lo primero que anunció fue llevar energía eléctrica a los barrios más pobres y el expresidente Alberto Fernández de Argentina fue incapaz de cerrar la línea aérea oficial a pesar de que estaba en una bancarrota abominable, pero sí pudo viajar a Davos, Suiza, con un avión fletado para casi cien personas a una conferencia de género.  ¿Y la inversión pública y privada y la apertura a los mercados para generar riqueza?

Giovanny Fratti, un beligerante opositor a las políticas de Arévalo, me decía sin contemplaciones que la situación va de mal en peor «con el  presidente más corrupto de la historia, con más de 20 billones de dólares de presupuesto para robos multimillonarios, con una nueva deuda que ya supera los 5 billones de dólares y con el adoctrinamiento LGBTI en las escuelas públicas». Definitivamente, Guatemala  es un país donde el presidente que va llegando se luce en hacer peor las cosas que su antecesor.


El autor es escritor y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista internacional.

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Redacción

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