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sábado, septiembre 27, 2025

Bessent- Georgieva, la cita que logró cambiar la hora política argentina

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Pasó desapercibido. Pero hubo un momento clave, en las negociaciones por el salvataje que Donald Trump le dio esta semana a la Argentina en general y a Javier Milei en particular. El viaje del presidente local a Nueva York (probablemente el más importante de su presidencia) inicialmente iba a comenzar el domingo 22 de septiembre por la noche. Pero se decidió imprevistamente retrasar su salida al lunes 23 para, según la versión oficial, firmar una medida clave: la eliminación temporal de retenciones a todos los granos hasta el 31 de octubre o hasta que se liquiden US$ 7 mil millones, lo que ocurra primero (fue esto último, y con polémica). Esto fue estrictamente cierto. Pero no es toda la verdad. Hubo otro motivo, que provocó la suspensión momentánea del viaje y, consecuentemente, la prórroga de la primera reunión de Milei en los Estados Unidos. La que estaba programada para el lunes con la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva. Un encuentro preparado para antes del abrazo del martes con Trump, pero que, a pedido cruzado, se postergó 48 horas claves. Se dio finalmente el miércoles 24 de septiembre de 2025, también en Nueva York.

La postergación del encuentro con la titular del organismo sirvió para una comunicación crucial: la búlgara tuvo una conversación directa con el titular del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, para explicar dónde veían ella y el organismo que dirige las dificultades que llevaron a la economía argentina a la crisis que derivó en la necesidad del salvataje. Y el pedido firme y concreto de Georgieva para que el funcionario de la administración Trump la ayude (exigiendo a la Argentina) a cambiar la historia. Además de mencionarle las cuestiones políticas (de las que también se habló en Nueva York), la titular del Fondo mencionó concretamente dos errores en la implementación del acuerdo de facilidades extendidas iniciado el 11 de abril de este año, que llevaron a que el tipo de cambio operara en el techo de la banda, amenazando hasta solo una semana que todo termine mal.

Georgieva explicó ese lunes de conversaciones con los funcionarios norteamericanos que había un problema serio en la gestión del tipo de cambio ante la falta de acumulación de reservas en el Banco Central por parte del gobierno argentino. Problema que había llevado al tirón de orejas por parte del Fondo de julio pasado, ante el hecho de que el Ministerio de Economía no estaba cumpliendo una de las tres metas claves del acuerdo firmado en abril: que la entidad que maneja Santiago Bausili acumule, al menos, reservas netas de 1.100 millones de dólares al 13 de junio. Sin embargo, el resultado fue mucho peor: las reservas netas llegaron a 4.700 millones de dólares. Esto no llevó a la caída del acuerdo o a la obligación de pedir un waiver, pero sí a una crítica importante por parte de los técnicos comandados por el venezolano Luis Cubeddu que habían negociado las condiciones del préstamo del Fondo. Más teniendo en cuenta que el criterio de no compra de dólares para el Banco Central se basaba en esperar a que la divisa tocara en algún momento el piso de la banda (algo menos de 1000 pesos entre mayo y junio), un valor al que nunca llegó. Para el Fondo, hacia julio se había perdido un tiempo extraordinario de compra de divisas, ante la liquidación de más de 20 mil millones que el campo había realizado en la época dorada anual de los sojeros y aceiterios, que va de febrero a junio. Según la visión del Fondo, todos los males económicos y financieros de la Argentina se concentraron en la decisión, casi meramente ideológica, de no comprar dólares durante ese período, y haber llegado a fines de julio con la meta de aumento de las divisas en el Banco Central casi en el mismo nivel que al comienzo del acuerdo. Había en ese tiempo una clara diferencia entre la visión del FMI y la del gobierno argentino. Criterio de diferencia que se compartía en esos tiempos de declaraciones vibrantes por parte de la Casa Rosada, que definía como “mandriles” a los economistas argentinos que veían la misma dificultad que el FMI. Finalmente, la historia fue la conocida. El Banco Central no acumuló reservas, hubo un informe demoledor y algo traicionero del JP Morgan del 30 de junio recomendando salir de los pesos y refugiarse en dólares, las licitaciones mensuales de renovación de letras se convirtieron en trampas crónicas y, en paralelo, el Congreso argentino se convirtió en un portaaviones de bombardeo contra la política fiscal (el verdadero sostén del plan económico) aumentando gastos y rechazando vetos. Se llegó así a la situación terminal del viernes 19 de septiembre, donde el Central vendió 678 millones de dólares, el riesgo país trepó más allá de la frontera de los 1.500 puntos básicos y toda la gestión libertaria comenzó a pensar lo peor.

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Se arrivó entonces al salvataje de Trump y a la comunicación del lunes pasado entre el Tesoro norteamericano y el FMI. Y así, a la principal exigencia coyuntural (habrá otras) para firmar el neoblindaje. Esta es, sin eufemismos y en un sí o sí, que el Gobierno comience a comprar dólares y a reforzar sus reservas. Y si no se puede por la letra fina del acuerdo con el organismo hacerlo a desde el BCRA (sumado al temor oficial por la emisión de pesos para comprar esos dólares), que sea desde otra vía. Fue así que en el encuentro de técnicos entre Bessent y funcionarios argentinos, la única condición para el rescate fue que el principal error (a menos a los ojos del Fondo) de la política cambiaria y monetaria de la gestión Milei se solucione. Y que comiencen a comprarse dólares. No sería a través del Central, sino desde otra vía. Con los pesos del superávit fiscal y operaciones de compra del Tesoro en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC) o desde afuera de este mercado en compras por bloque que se negocian por fuera del mercado en grandes bloques. Y mix de ambas fue lo que finalmente, convencido o no, realizó el gobierno nacional esta semana que terminó, cambiando figuritas con las grandes cerealeras que aprovecharon la oportunidad casi histórica de poder liquidar dólares sin retenciones. Se estima que en compras directas por bloque a Cofco (curiosamente, una cerealera China), Dreyfuss, Cargill y Bunge, el Gobierno se hizo de un piso de US$ 2 mil millones en compras, divisas que fueron depositadas en cuentas del propio Tesoro dentro del sistema financiero argentino. Estas se verán reflejadas claramente en unas semanas, y mostradas al público en exhibición. El monto final de esta operación aún es un misterio (solo conocen la totalidad de la cantidad de divisas adquiridas los funcionarios argentinos y los liquidadores de divisas), pero el mercado especula con que la cifra será importante. Obviamente no de US$ 7 mil millones, pero sí cercana. En definitiva, todo un cambio de rumbo, que solo con la sospecha del inicio de la adquisición de dólares por parte del Tesoro, los grandes especuladores del mercado cambiario local de ayer, hoy y siempre se retiraron elegantemente de la compulsa diaria, asumiendo como caballeros la olímpica pérdida de casi un 7% en dólares por la demolición del rulo de circulación infinita entre el valor del oficial, el MEP y el blue, que hizo las delicias de los operadores más volátiles durante los últimos días de la semana pasada.

Como se sabe, nada pone de peor humor a los especuladores cambiarios que perder plata por no estar informados de movimientos que realice el gobierno de turno.

Luis “Toto” Caputo, que vivió ese mundo hasta hace muy poco, les provocó con su movimiento de suba del dólares del viernes y caída estrepitosa del lunes al miércoles esas pérdidas millonarias. Negocios son negocios.

Así fue como el gobierno de Javier Milei cambió su criterio casi ideológico de esperar derrumbes naturales y flotantes en el tipo de cambio, y aceptó las exigencias del

FMI, que a su vez convenció al Tesoro para la exigencia: la compra de dólares. Y el consecuente sostenimiento del precio de la divisa por arriba de los 1.340 pesos. Un nivel que para el mercado, al menos por ahora, es adecuado. Por ahora.

Redacción

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