En medio de la imponente carpa del Cirque XXI -donde actúa estas vacaciones de invierno para provocar la risa y los aplausos de cientos de espectadores por función- Bicho Gómez se acomoda en una silla con su hija Renata, y se anima a hablar de su vida más allá de los escenarios, el maquillaje y los reflectores. En una íntima charla con revista GENTE, el actor y humorista se muestra en su faceta más íntima: la de padre de tres y hombre enamorado.
La historia de amor entre Bicho y Verónica Pecollo comenzó en 2014, cuando él participaba de Bailando por un sueño y ella era su coach. «Nos conocimos ahí, nos enamoramos y ya hace 11 años que estamos juntos, felizmente en pareja», cuenta con una sonrisa de oreja a oreja.
Verónica, además de ser su compañera en la vida, es una reconocida coreógrafa: participó en montajes como Mamma Mia, Pretty Woman, Sandro, el musical, y Cuando Frank conoció a Carlitos, todos éxitos en la calle Corrientes. «La admiro muchísimo. Es lindo estar enamorado de alguien que, aparte que te gusta mucho, la admirás. Eso me pasa a mí con ella«, dice sin ocultar su orgullo.
Más allá de las cámaras, la relación fue creciendo entre ensayos, coreografías y cafés compartidos. “Primero te parece una persona linda, después la vas conociendo y empezás a admirar su talento… Eso va fluyendo para que nazca el amor”, reflexiona. Hoy, comparten la crianza de Renata, su hija de seis años, que sin dudas le presenta nuevos desafíos, al llegar a su vida en un momento muy diferente a lo que fueron sus anteriores hijos.
Es que Bicho ya era padre antes de Renata. Rocío, su hija mayor, tiene 28 años y es actriz —“Desde chiquita ya venía al circo y se metía en los números”—, fruto de su relación con Viviana Wlosko. Luego llegó Homero, hoy con 18 años, que tuvo con María Laura Zerillo. Él, en cambio, eligió un camino distinto: “Le gusta la administración de empresas, la plata… No quiere cagarse de hambre”, dice entre risas. Aunque no tiene interés en actuar, acompaña a su papá en las vacaciones y colabora en distintas áreas del circo, como por ejemplo, vendiendo entradas.
Bicho asegura que cada hijo llegó en un momento distinto de su vida, y que eso marcó la forma de ejercer la paternidad. “A Rocío la tuve cagado de hambre, buscando mi camino. Homero vino cuando ya estaba más plantado, con el payaso Malaonda y mucho laburo. Y Renata… se cree Charlote Caniggia -dice entre risas-. Me agarró a los 60… soy un papá más ‘abuelastro’”, describe con ternura. Incluso recuerda una situación en la diaria que, aunque tal vez incomoda, a él le hace reír: «Me pasa que cuando voy a buscarla al jardín, creen que soy el abuelo, pero bueno, los papás de sus compañeritos tienen 25-30. Yo igual me cago de risa».
La convivencia entre sus tres hijos, nacidos de distintas relaciones, es armoniosa. «Son hermanos y se llevan re bien», afirma. También destaca el buen vínculo que mantiene con las madres de Rocío y Homero: «Siempre hay que tratar de tener una buena relación. Si hay diferencias, lo importante es solucionarlas. Donde empieza un incendio, hay que apagarlo rápido«.
Antes de volver al ruedo, con Renata corriendo entre los pasillos de la carpa, Bicho cierra la entrevista con una reflexión que resume su presente: “A esta edad, la sensibilidad se abre más. Me divierto, me emociono, y disfruto todo. Vos podés tener tres hijos, pero no son iguales los tres. Cada uno es distinto y cada uno tenés que encararlo de distinta manera, porque cada uno tiene su personalidad también desde chiquitito«, remarcando el aprendizaje que tiene en cada instancia como papá.
