“Yo maté a Rasputín”. Lo dijo sin problemas y hasta describió cómo lo hizo en el libro de sus memorias publicado en 1953. Félix Yusupov fue quien planificó y apretó el gatillo (inicial) para poner fin a la vida del polémico guía espiritual que embelesó a la última generación imperial rusa en el poder.
La escena del crimen es más conocida que la historia personal de este noble ruso, quien tenía 29 años al momento de la conspiración. El hartazgo de los grupos aristocráticos con la mala fama del gurú fue la razón oficial por la que Félix, acompañado por cómplices de alto rango, elucubró la noche de 1916 en la que asesinó a Rasputín.
El monje siberiano fue engañado con la idea de pasar una agradable cena en el Palacio Moika de San Petersburgo, el mismo lugar donde había nacido el joven que quería deshacerse de él. Pero la comida estaba envenenada, algo que finalmente no surtió efecto y los presentes procedieron a la violencia sin mesura.
Los Yusupov, la otra poderosa familia de la Rusia zarista
El siglo XX despidió en sus comienzos a la familia real Romanov. Concretamente, lo hicieron los bolcheviques y grupos contrarios al régimen zarista en 1917.
Rasputín estaba en la mira de grupos aristocráticos por su influencia en la zarina Alejandra. Foto: ArchivoLos Romanov gobernaron Rusia por más de 300 años. Desde Miguel, el primero de la dinastía, hasta Pedro el Grande, conocido por sus reformas modernizantes simbolizadas en la construcción de San Petersburgo. También hay que mencionar a Catalina la Grande, ilustrada mujer que le hizo un golpe de Estado a su propio marido y que llegó a gobernar 34 años.
Pero existió otra casa con suma influencia, por no decir igual de importante que los poseedores del gorro de Monómaco. Se trata de los Yusupov, una dinastía con orígenes tártaros. Si bien no detentaban el poder político, se llegó a decir que su riqueza fue por momentos mayor que la de los propios zares.
Una crianza lujosa y sin límites
Su miembro más famoso fue Félix Yusupov, conocido por su intrepidez y apertura sexual contraria a la época. Nació en 1887 en la ciudad del río Neva y, junto a su hermano Nicolás -cuatro años mayor que él-, se crio en suntuosos palacios, todos pertenecientes a la familia.
La falta de límites habría sido una particularidad de su educación, en la que “nadie podía decirles que no” porque se sabía que “los niños saldrían ganando”. Así lo afirma el sitio de historia Alexanderpalace.
A Nicolás lo califican como alguien “arrogante y engreído” por haber podido “hacer lo que quisiera, cuando quisiera”. Su padre, Félix Sumarókov-Elston, gobernador de Moscú, habría mantenido una relación distante al encontrarse poco tiempo en los interiores del palacio.
En aquellas habitaciones palaciegas no solo se recreaba el aire moscovita, sino que se utilizaba como decoración recipientes con enormes joyas dentro. Por allí pasaba su mano la madre de los pequeños, Zinaida, por el “simple placer de acariciarlas”, aseguran en Alexanderpalace.
Un acto que “se correspondía con su sensualidad”. Según la misma página web, Zinaida se enorgullecía por haber transmitido a sus hijos sus cualidades físicas. “Su hijo (por Félix) heredó su deslumbrante atractivo […] estaba orgullosa de su belleza y disfrutaba en silencio de los halagos de familiares y amigos sobre su aspecto, que sabía que provenían de ella”, agregan.
Este porte resultó ser aparentemente irresistible tanto para hombres como para mujeres, una vez que Félix se incorporó al mundo de los adultos.
Félix Yusupov, el príncipe que enamoró hombres vestido de mujer
Vestido con la ropa de la novia de su hermano o con la de su propia madre, son varias las anécdotas de Félix paseando en la calle y frecuentando bares nocturnos.
Félix Yusupov tuvo un romance que duró hasta sus últimos días con Irina Aleksandrovna. Foto Archivo“En la avenida Nevski, lugar de encuentro de todas las prostitutas de San Petersburgo, no tardé en llamar la atención. Para liberarme de los que me abordaban, contestaba que no estaba libre y seguía caminando muy digna”, contó él mismo en sus Memorias antes del exilio.
Sus principales andanzas fueron en los clubes y restaurantes de su ciudad natal, donde protagonizó algunos escándalos. Con las joyas y pieles de su progenitora, hubo una vez que durante una velada rompió sin querer un collar de perlas de valor incalculable.
A la vez, se inició tempranamente en las relaciones sexuales. “Yo era entonces demasiado joven para gustar a las mujeres, mientras que podía gustar a ciertos hombres”, develó. Esta seducción atrajo a personajes que condecían con los privilegiados círculos de los que era parte.
Uno de ellos quiso conocerlo en un teatro de París. Félix, vestido de mujer, había ido a ver la obra con su hermano, cómplice silencioso de sus aventuras.
“Al cabo de un rato reparé en que en uno de los palcos había un anciano que me miraba con insistencia”. Era nada menos que el rey Eduardo VII de Inglaterra. “Esa conquista me divirtió mucho e incluso halagó mi amor propio”, reveló Félix en el libro mencionado.
Viaje de estudio a Londres, casamiento y descendencia viva
No renunció a su glamur, y mucho menos cuando se dirigió a estudiar a Inglaterra. Entre 1909 y 1912 asistió a clases de bellas artes en la Universidad de Oxford, institución en la que fundó la Sociedad Rusa. Y como no podía ser de otra manera, se adentró en la élite universitaria, siendo parte del Club Bullingdon.
Contaba con chofer, cocinero, asistentes y ama de llaves. Una vida que replicó la comodidad que tenía en su tierra natal, pero esta vez en el número 14 de King Edward Street, Londres.
Al regreso de su formación y las fiestas entre la alta sociedad londinense, se casó con la princesa Irina Alexándrovna Románova, sobrina del zar Nicolás II. En 1915 tuvieron a su única hija, Irina Yusupova, que les dio su nieta Xenia Sfiris, quien vive actualmente y permitió la continuación de la descendencia.
Descendencia que se volvió cada vez más europea del lado occidental, habiendo nacido Xenia (83) en Roma, Italia, y su hija, Tatiana Sfiris (57), en Atenas, Grecia. Esta última tuvo a Marilia Vamvakidis y a Yasmina Xenia Vamvakidis, nacidas en el 2004 y 2006 respectivamente.
Así fue el asesinato de Rasputín
Antes de continuar, un breve paréntesis sobre el momento que hizo a Félix Yusupov conocido mundialmente.
El crimen se realizó en una planificada cena de diciembre de 1916, en el sótano del Palacio Moika. Cuenta con la peculiaridad de haber sido descrito posteriormente con lujo de detalles por el propio perpetrador.
La fatídica noche también fue recordada por las hijas de Rasputín, quienes vieron a su padre antes de salir de la casa. Este se mostró de buen humor aunque algo nervioso, como si tuviera “un mal presentimiento”. No le dio importancia y, con sus botas lustradas y una camisa de seda bordada por la propia zarina, fue igual a la cita.
El motivo de la invitación era presentarle a Irina. La sobrina del zar Nicolás II en realidad se encontraba en Crimea, pero le sirvió a los conspiradores como señuelo. Lo que verdaderamente querían era que el monje conociera los pasteles con cianuro.
En su relato contó que los dulces y el vino envenenado habían pasado como si nada en el cuerpo del siberiano. Aquello acrecentó aun más el mito acerca de sus poderes sobrenaturales, que de todas maneras no lo libraron de la muerte.
Aturdido por el inesperado escenario, Félix Yusupov le disparó a Rasputín, quien logró escapar de la emboscada. Entre la nieve y en un estado agonizante, uno de los conspiradores lo alcanzó y le tiró dos balazos que lo fulminaron.
Su cadáver fue envuelto y arrojado a las heladas aguas de San Petersburgo. Pero al enterarse de la noticia, los Romanov lo mandaron a buscar, lo encontraron y hasta le hicieron una autopsia.
Los últimos gobernantes de la Rusia imperial decidieron enterrarlo en secreto en un palacio de la misma ciudad. Aunque, con la llegada del Gobierno Provisional, el cadáver perdió toda su protección y fue quemado en 1917 para evitar que aquel sitio se conviertiera en un lugar de peregrinación.
Los motivos por el que se decidió matar a Rasputín
Sobre los motivos del asesinato a Rasputín existen dos opiniones contrarias.
En una entrevista con el historiador francés Alain Decaux –que se puede ver en la película Yo maté a Rasputín de 1967-, un Félix de casi 80 años aseguró “no tener ningún interés personal” para tal conspiración.
De hecho, la “causa patriótica” que logró reunir a otros miembros de la aristocracia para llevarla a cabo era librar a la familia real -sobre todo a la zarina Alejandra- de la “mala influencia” de Rasputín.
Esta no dejaba afuera asuntos políticos que, según el historiador Sean McMeekin, el nacionalista Yusupov quería erradicar para así «evitar la paz entre Alemania y Rusia» durante la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, otras fuentes como los diarios del gran duque Nicolás Mijailovic señalan que Félix habría quedado despechado tras una relación íntima con el santón, recogió Vanity Fair.
Adiós Moscú, hola París, y el adiós final
El mencionado traslado de la familia Yusupov -hoy con otros apellidos- lejos de Rusia no es sorpresivo teniendo en cuenta el exilio de Félix e Irina en 1917, cuando la revolución hizo que el zar tuviera que abdicar al trono. De todas formas, ya habían sido castigados por Nicolás II, quien por la posición social que ocupaban lo único que pudo hacer fue mandarlos lejos de la entonces capital.
Luego de varias peripecias se radicaron en París, donde la pareja tuvo entre sus propiedades al Castillo de Keriolet. Es que el noble que reivindicaba la homosexualidad había heredado la totalidad del patrimonio de su centenaria dinastía en 1908. Año en el que había muerto su hermano durante un duelo con el marido de una de sus amantes.
Atrás había quedado el histórico asesinato, que llegó a inspirar a la productora Metro-Goldwin-Mayer (MGM) a hacer una película. Esta fue objeto de una denuncia por difamación iniciada por la propia pareja y que derivó en la famosa advertencia de los films que anuncian la ficcionalidad de sus contenidos.
Por su parte, los amoríos de Félix no impidieron un sólido vínculo con su esposa Irina, quien lo acompañó hasta su muerte ocurrida el 27 de septiembre de 1967. Entre sus proyectos compartidos quedó IRFĒ, una casa de alta costura en Francia que tuvo corta duración. Ambos están enterrados en el cementerio ruso de Sainte Geneviève en París.
La capital de Europa que lo vio fallecer fue escenario, tiempo después, de la subasta de sus pertenencias. En 2016 se vendieron 120 piezas del príncipe, entre ellas un traje de brocado y terciopelo forrado en pieles, que empezó con un precio inicial de 30.000 euros.






