La séptima temporada de Black Mirror llegó a Netflix para demostrar que la idea que Charlie Brooker tuvo allá por 2011 es imperecedera. Mientras siga habiendo avances tecnológicos (y crisis mundiales), parece no existir paso del tiempo que detenga al showrunner.
Las premisas de los nuevos episodios lo comprueban. Uno ya puede vislumbrar que algunas de sus ideas distópicas podrían convertirse en realidad en un futuro no muy lejano, algo que ya sucedió con las de capítulos pasados.
Sobre este tema, Brooker tuvo algo para decir.
Consultado acerca del posible final definitivo de Black Mirror, el autor dijo a The Hollywood Reporter que “Mientras sea interesante, pueda hacerlo y la gente siga viéndola, me gustaría seguir desarrollando más temporadas”.

En ese sentido, dejó en claro que a él le conviene que el mundo entre en crisis porque eso lo tranquiliza y vuelve más creativo: “Curiosamente, cuando las cosas empeoran para todos, me tranquilizo un poco porque no soy el único preocupado”.
Black Mirror y la realidad: una dupla inseparable
Black Mirror es una de las series que Netflix usa como bandera en el mundo. Su éxito radica, entre otras cosas, en motivar inquietantes reflexiones sobre el avance de la tecnología y su impacto en la sociedad.
Cada episodio propone un futuro inquietante. Sus premisas funcionan como si fueran hipótesis que luego el relato se encarga de comprobar (o no). Son autoconclusivos, aunque están hilados por el oscuro vínculo entre el hombre y el desarrollo tecnológico.
El coqueteo de varias de las historias de Black Mirror con el futuro cercano hace que el espectador se pregunte si eso que está ocurriendo en pantalla podría suceder en la realidad. En algunos casos, aunque lo que pasa en la trama suene utópico, la ficción fue superada por la ciencia.
En episodios como «Toda tu historia» (T1-E3) queda más evidenciado que nunca. El relato se desarrolla en un contexto en el cual existe un dispositivo que graba y proyecta lo que ven, escuchan y hacen las personas. Lo llaman grano y reproduce el material en los ojos.
Google y Ray-Ban ya tienen sus propios granos. Aunque, claro, no en forma de grano sino de gafas. Las Google Glass y las Ray-Ban Meta permiten, como en el episodio de Black Mirror, grabar videos en primera persona.
Por ejemplo, las Google Glass graban y proyectan imágenes a la altura de los ojos. Cuentan con cámara, micrófono, wi-fi y un panel táctil.

En «Caída en picada» (T3-E1) pasa algo parecido. Este episodio juega con la idea de que las personas de a pie son capaces de calificarse unas a otras según sus interacciones sociales. El puntaje determina el estatus de cada quien. Modera una tabla de posibilidades.
Nada que el sistema de crédito social chino ya no haya evaluado a través de herramientas tecnológicas, big data o vigilancia estatal.
Para evaluar el comportamiento de empleados y empresas, gobiernos locales y compañías privadas pusieron a prueba sistemas de puntuación con premios y sanciones según el comportamiento financiero, legal y social de las personas.

Funciona con la recopilación de datos de créditos bancarios o préstamos, de relaciones sociales, comportamiento online o infracciones. Aunque el Partido chino no utiliza un sistema único, sí hay ciudades -como el paradigmático caso de Rongcheng- que ya lo están implementando.