Bloomberg Línea — La era del dinero casi gratuito parece estar llegando a su fin. El rendimiento del bono japonés a 10 años alcanzó el nivel más alto desde 2008 y reforzó la expectativa de un giro monetario inminente en diciembre. Este posible cambio de régimen del Banco de Japón, que durante décadas ofreció liquidez barata, pone ahora bajo presión a los mercados emergentes.
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En medio de un repunte de tasas en EE.UU., el ajuste en Japón agrega una capa de complejidad al mapa financiero global. América Latina, que se benefició del carry trade apalancado en yenes, comienza a sentir los primeros efectos de este reacomodo. La región enfrenta ahora una fase más incierta, en la que la apreciación del yen y los cambios en la curva japonesa pueden generar volatilidad en monedas, tasas y spreads soberanos.
Jonathan Fortun, economista del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), advierte que “el cambio clave es que Japón ya no es la fuente inagotable de liquidez barata que fue durante décadas”. Según Fortun, “aunque el yen siga alrededor de 150 por dólar, el mensaje del Banco de Japón es inequívoco: la era del fondeo casi gratuito está llegando a su fin”.
Un nuevo entorno hacia América Latina
La visión de Fortun es que el impacto ya se percibe en el comportamiento de los capitales más tácticos. “Durante la primera parte del año, el carry en la región funcionó con viento completamente a favor, porque las tasas locales eran atractivas y el fondeo japonés parecía eternamente barato”, afirma.

Billetes de yenes dispuestos en Tokio, Japón.(Toru Hanai)
Sin embargo, esa ventana parece haberse cerrado. “Un yen que puede apreciarse en episodios, y que responde de manera más directa a la comunicación del BoJ, obliga a los inversionistas apalancados a gestionar el riesgo con más cautela”. Para el analista, incluso sin movimientos abruptos, “un desplazamiento del yen de 152 a 148 puede ser suficiente para detonar tomas de ganancias” en las monedas latinoamericanas más expuestas.
Ignacio Mieres, head of research en XTB Latam, coincide en que el mercado ya está descontando que el BoJ seguirá endureciendo su postura. Para el estratega, el entorno actual responde a un banco central que ha recortado compras de bonos del gobierno y prepara un giro en un contexto de fuerte estímulo fiscal.
Felipe Campos, director de investigaciones en Alianza Valores, sitúa el fenómeno dentro de un cambio estructural más amplio. “El bono japonés es la representación del mundo de antes que estaba financiado, entre muchas ideas, en un carry trade en el que el riesgo era mínimo y los retornos eran amplios”. Para él, la subida del bono “es una confirmación más de que estamos entrando en otro mundo”.
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El umbral psicológico del 2% en el bono japonés aparece como un punto de inflexión. “Ese bono está en el 1,87%, yo diría que si llega al 2% y si supera el 2% estaríamos en una etapa absolutamente nueva”, explica Campos. En su análisis, ese dato “es un nivel que el mercado no va a poder ignorar”.
El efecto en los activos de la región
Para Fortun, cuando la moneda que financia buena parte del carry global cambia de régimen, toda la cadena de flujos se reacomoda. Monedas como el peso colombiano o el real brasileño acumularon ganancias frente al dólar en los primeros tres trimestres de 2025, impulsadas por flujos hacia activos locales.
Los bonos soberanos en dólares también vieron compresión de spreads, en parte por la percepción de resiliencia fiscal en algunos países y altos rendimientos relativos. Pero ahora, el cambio en la curva japonesa introduce un nuevo factor de riesgo, que puede frenar ese impulso. “Con un costo global del capital más alto, los spreads latinoamericanos muestran mayor sensibilidad y diferenciación”, sostiene Fortun.

Billetes japoneses dispuestos en Kawasaki, Kanagawa, Japón, el viernes 18 de abril de 2025.(Akio Kon)
Mieres coincide en que la región podría enfrentar más sobresaltos. “Un yen más fuerte y un costo de fondeo más elevado encarecen mantener posiciones apalancadas”, dice. Según él, eso puede generar “mayor volatilidad y movimientos bruscos tanto en tipos de cambio como en curvas de tasas locales”.
Además, Fortun señala que la volatilidad no se explica por debilidades locales, sino por el nuevo entorno global. “El mercado exige un premio adicional para mantener posiciones en emergentes cuando el rendimiento libre de riesgo ya no es tan bajo”. Así, cada sorpresa macroeconómica puede amplificarse en los tipos de cambio locales. “Cuando el yen se aprecia, incluso ligeramente, el margen del carry se reduce”, concluye.
El giro del Banco de Japón y su impacto externo
Los movimientos se dieron después de las declaraciones del gobernador Kazuo Ueda este lunes, que fueron interpretadas como un anticipo de alza en las tasas de referencia en diciembre. Según Citi, “el discurso del gobernador Ueda sugiere que el BoJ podría estar considerando reanudar su ritmo de subidas de tasas aproximadamente una vez cada seis meses”.
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El analista del banco, Katsuhiko Aiba, mantiene la “previsión de una subida de tasas en julio del próximo año tras un alza en diciembre”.
A esto se suma una presión adicional por el ajuste fiscal japonés. “La debilidad se debe no sólo al presupuesto suplementario sino también a una mayor probabilidad de un gran presupuesto inicial para el próximo año fiscal”, advierte Tomohisa Fujiki, también de Citi. Por ello, en su análisis, el nivel de 2% del que habla Campos es un nivel que se podría ver en el bono a diez años.
Un mundo que cambia y exige más disciplina
Mieres refuerza que este nuevo entorno tiene consecuencias directas para los emisores regionales. “Sube el costo base del capital a nivel global”, afirma. “Los inversores revisan al alza el retorno mínimo que exigen para mantener riesgo emergente, lo que se traduce en cupones más altos, spreads más amplios y ventanas de emisión más selectivas”.

La sede del Banco de Japón (BOJ) en Tokio, Japón, el jueves 30 de octubre de 2025.(Kiyoshi Ota)
Además, “la repatriación de flujos desde mercados internacionales hacia Japón reduce la profundidad de la base inversora”, lo que obliga a muchos emisores a “acortar plazos, reducir montos o depender en mayor medida de mercados locales y de organismos multilaterales”, explica.
Los bancos centrales de la región enfrentan ahora una disyuntiva compleja. Si bien muchos mantuvieron tasas reales altas como ancla antiinflacionaria, la ventana para flexibilizar se estrecha. El nuevo costo del capital exige mayor disciplina fiscal y política, especialmente ante una base inversora más sensible.
“El resultado es un entorno donde América Latina sigue siendo una región con rendimiento diferencial, pero ya no en un marco de complacencia global”, dice Fortun. “El carry no desaparece, pero se vuelve más exigente. Esto significa más dispersión entre países y menos espacio para estrategias automáticas”.
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No obstante, Campos matiza el escenario. Aunque reconoce que la región es un activo de riesgo, y seguramente se verá afectada, cree que hay que tener en cuenta la realidad latinoamericana.
En su visión, “en el mundo en que se está comenzando a vivir una gran inflación de materias primas, Latinoamérica tiene una situación mucho más prometedora”. A diferencia de los países desarrollados, no existen los niveles de paquetes de ayudas fiscales, lo que reduce las presiones internas.

Billetes japoneses de 10.000 yenes (izquierda) y de 100 dólares estadounidenses dispuestos para una fotografía en Tokio, Japón.(Noriko Hayashi)
También destaca que “tenemos tasas que han sido castigadas y bancos centrales que no han bajado las tasas”, elementos que, según él, “nos van a marcar una diferencia”.
Por eso, aunque reconoce el riesgo de una toma de ganancias, aclara que no sería peor que en economías desarrolladas. “Sería una oportunidad para seguir posicionándose en este nuevo mundo. Y este nuevo mundo le sonríe a Latinoamérica”, considera.

