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sábado, julio 26, 2025

Bryan Kohberger, el asesino «indescifrable» que paralizó a toda una ciudad tras la muerte de cuatro estudiantes

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El 13 de noviembre de 2022 una casa de la ciudad universitaria de Moscow, Idaho, donde vivían seis amigas se convirtió en una espantosa escena del crimen. Esa madrugada alguien entró y apuñaló más de 50 veces a cuatro estudiantes. Recién ocho horas después las dos sobrevivientes de la tragedia descubrieron el horror.

La residencia de dos pisos, ubicada en la calle King Road 1122, era el hogar de Kaylee Goncalves y Madison Mogen, jóvenes de de 21 años que habían crecido juntas y eran amigas desde la infancia; y de Xana Kernodle, que esa noche estaba acompañada por su novio, Ethan Chapin, ambos de 20 años.

Los cuatro homicidios fueron tan atroces y despiadados que la sangre de las víctimas se derramó por las ventanas de la propiedad, y esa estremecedora imagen fue capturada por los flashes de lo canales de televisión norteamericanos, atónitos por el cuádruple asesinato en una ciudad universitaria donde el único crimen registrado había sido ocho años atrás.

La residencia del horror, cerca de la Universidad de Idaho, donde cuatro estudiantes fueron asesinados a puñaladas. (Foto: Archivo Clarín)
La residencia del horror, cerca de la Universidad de Idaho, donde cuatro estudiantes fueron asesinados a puñaladas. (Foto: Archivo Clarín)

Todos ellos murieron tras ser salvajemente atacados por Bryan Kohberger, un joven de 28 años que al momento de los hechos era un graduado de honor de un posgrado en criminología y cursaba un doctorado.

La cronología de la terrorífica noche del 13 de noviembre de 2022 en Idaho

Hacía tan solo una semana estos cuatro jóvenes se habían despedido de sus padres después de pasar el verano junto a sus respectivas familias, y estaban empezando su segundo año de universidad.

Madison Mogen estudiaba marketing y trabajaba en restaurante. Su dupla inseparable era su amiga Kaylee Goncalves. Se habían mudado juntas con mucho entusiasmo, y parecía un sueño cumplido haber ido a la misma escuela desde jardín de infantes y ahora vivir juntas durante sus estudios académicos.

Cuando alquilaron las habitaciones contiguas del segundo piso se hicieron amigas de su carismática compañeras de departamento, Xana Kernodle, otra estudiante de marketing, que había sentido un flechazo con Ethan Chapin, un joven de primer año, conocido por ser trillizo de sus dos hermanos, que también asistían a la Universidad de Idaho y se instalaron en otra residencia cercana.

En el sótano de la residencia había otras dos habitaciones, y allí vivían Dylan Mortensen y Bethany Funke, ambas de 21 años, las únicas sobrevivientes.

La serie de ataques comenzó a las 4.20 de la madrugada. Bethany dormía profundamente, había llegado de una fiesta de fraternidad hacía un par de horas, y cuando declaró ante las autoridades dijo que no escuchó ningún ruido extraño desde el sótano, y que había caído rendida ni bien llegó a su cuarto.

La que sí estaba despierta era Dylan, y lo que vio fue la clave para identificar al asesino. Todos habían tomado alcohol esa noche en la reunión a la que fueron, y le explicó a los policías que al principio pensó que estaba dormida o había alucinado, porque oyó la voz de su amiga Kaylee, que vivía literalmente en una habitación del piso de arriba, decir algo como: «Hay alguien aquí».

Entredormida, se levantó y abrió la puerta para ver hacia el pasillo. No vio nada, pero oyó quejidos y no supo identificar si eran llantos. Pensó que Ethan y Xana quizá estaban teniendo una discusión de pareja. Luego escuchó una frase dicha por una voz masculina, que al conocer el trágico final suena aterradora y genera escalofríos: «Está bien, ahora voy a ayudarte».

Ni siquiera en ese momento Dylan sospechó que algo terrible estaba sucediendo. Los homicidios simplemente no estaban entre las opciones que imaginaba como una posibilidad. Entreabrió la puerta una vez más y vio a una silueta enmascarada: un hombre que llevaba un pasamontañas negro, no se le veía más que los ojos y unas cejas tupidas, que jamás podrá olvidar.

Los cuatro estudiantes asesinados tenían entre 20 y 21 años.Los cuatro estudiantes asesinados tenían entre 20 y 21 años.

Lo vio irse de la propiedad a través de una puerta corrediza de la cocina. Por instinto, o vaya a saber qué sexto sentido se activó en su corazón, ni bien hizo «contacto visual» por breves segundos cerró la puerta y puso cerrojo, algo que jamás hacía.

Tomó su celular de inmediato y llamó a sus tres roomies, Xana, Madison y Kaylee. Ya nunca más hubo respuestas a esos mensajes donde les preguntaba si estaban bien. Otro factor empezó a correr: el tiempo.

Fueron instantes que asegura haber dudado de sí misma. Trató de convencerse de que alguna de sus amigas le estaría haciendo una broma pesada, de esas que solían hacerse entre ellas, y como Halloween había sido hacía menos de dos semanas, pensó que tal vez era Ethan disfrazado.

Él era el más bromista del grupo, y todos estaban acostumbrados a sus chistes espontáneos, pero los presentimientos pueden ser muy poderosos, y su intuición volvió a anunciarle que era mejor no pasar esa noche sola. Insistió con los chats a sus amigas, y como era muy extraño que ninguna respondiera, tomó coraje para salir de su cuarto.

Los medios en la puerta de la Corte en Boise, Idaho, a la espera de la sentencia. (Foto: AP)Los medios en la puerta de la Corte en Boise, Idaho, a la espera de la sentencia. (Foto: AP)

Corrió escaleras abajo hacia la habitación de Bethany en el sótano, y la encontró dormida. La despertó y le preguntó si había escuchado o visto algo extraño. Entre sueños le dijo que no, y entonces volvió a pensar en su teoría inicial, que habría sido Ethan disfrazado y al día siguiente se reirían todos juntos del terrible susto que le dio.

Si hubiese subido las escaleras al primer piso ella habría descubierto casi de inmediato a sus tres amigos salvajemente apuñalados, aunque probablemente no podría haber hecho nada para salvarlos, debido a la gravedad de las heridas descriptas en las autopsias. Pero no lo hizo, y esa noche durmieron juntas en la habitación de Bethany.

Recién al mediodía supieron que algo grave había pasado, cuando llegó un amigo de Ethan a la residencia, y al abrir la puerta de su cuarto vio la peor escena. Entró en shock y empezó a gritar que llamaran al 911. Ni siquiera podía balbucear la dirección de la casa.

Así fue como acudió la policía, confirmaron la muerte de los cuatro jóvenes universitarios, y la historia de Moscow cambió para siempre.

Bryan Kohberger dijo ser inocente durante tres años y luego cambió su declaración. (Foto: AP)Bryan Kohberger dijo ser inocente durante tres años y luego cambió su declaración. (Foto: AP)

El arma homicida nunca se encontró: la funda y el ADN de Bryan Kohberger

La escena del crimen era caótica, pero meticulosa. Las palabras que usaron los forenses fueron «ataque selectivo«, porque aunque no conocían el grado de premeditación, era poco probable que hubiese improvisado ante semejante magnitud de los hechos.

Jamás hallaron el arma homicida, pero al lado de los cuerpos de Kaylee y Madison encontraron la funda de cuero de un cuchillo Ka-Bar, un arma de combate que utilizaban los marines en la Segunda Guerra Mundial.

Los investigadores creen que por las heridas de cuchillo defensivas en las manos de Madison y Kaylee ambas lucharon e intentaron frenar el ataque mortal, y en medio de esa contienda se le habría caído la funda del arma blanca al homicida. Un «descuido» que resultó ser la prueba madre del caso, ya que contenía ADN.

En plena escucha de las acusaciones, siempre inexpresivo. (Foto: AP)En plena escucha de las acusaciones, siempre inexpresivo. (Foto: AP)

Durante cinco semanas no hubo ni un solo sospechoso, y toda la comunidad universitaria entró en pánico. Circulaban cientos de teorías en las redes sociales, y temían que un potencial asesino en serie estuviese entre ellos, tal vez alguien con quien cursaban o conocían.

Hubo un éxodo de estudiantes que regresaron a casa de sus padres, y todos los que vivían en alquileres temporales de la famosa calle King fueron los primeros en marcharse.

Los papás de muchos jóvenes elevaron solicitudes a las autoridades académicas de la Universidad de Idaho para que pausaran el semestre, donde aseguraban que en esas condiciones no se podía seguir estudiando.

Incluso el departamento de policía de la ciudad de Moscow pidió en una conferencia de prensa que tuvieran más precauciones que nunca, porque no descartaban la posibilidad de que hubiera un homicida suelto en algún lugar cercano y que el ataque solo fuese el inicio. Fue casi como un toque de queda no declarado.

Será trasladado a una prisión de máxima seguridad. (Foto: AP)Será trasladado a una prisión de máxima seguridad. (Foto: AP)

Era imposible predecir las intenciones de una mente que fue capaz de asesinar a sangre fría a cuatro personas con sus propias manos. Además el homicida debía ser alguien con mucha fuerza física, porque el joven Ethan, el único varón que fue asesinado por estar en esa casa aquella noche junto a su novia Xana, medía 1.94 metros y era muy atlético.

Las familias de las víctimas, la comunidad universitaria y luego incluso todo el país, exigían respuestas. En las afueras de aquella residencia siempre había móviles de los noticieros y periódicos locales.

El retrato del misterioso y aterrador intruso que Dylan vio en la residencia fue fundamental para posicionar a Kohberger como sospechoso. Recién al mes de los asesinatos se supo que había una coincidencia genética.

La policía descubrió que Kohberger había comprado un cuchillo Ka-Bar y una funda unos meses antes. Los videos de cámaras de vigilancia registraron un coche blanco idéntico al suyo circulando por la casa de los estudiantes justo a la hora de los asesinatos.

Aunque no vivía en Moscow, sino en otra ciudad universitaria vecina, su perfil empezaba a encajar como una posibilidad por otros alarmantes motivos. Había estudiado varias escenas del crimen durante su formación como futuro criminólogo, y ejerció como profesor auxiliar en varias cátedras después de graduarse con honores.

La inquietante mirada de Bryan  Kohberger en una de las primeras audiencias. (Foto: AP)La inquietante mirada de Bryan Kohberger en una de las primeras audiencias. (Foto: AP)

De a poco su imagen de «genio forense» empezaba a desmoronarse y se develaba su otra oscura faceta. Había tenido conflictos con estudiantes que se sintieron incómodas por su «personalidad desagradable», que lo definían como un «robot», con gran capacidad de análisis para los datos, pero nulas habilidades sociales.

No tenía antecedentes de violencia, y como todos eran rumores, las autoridades no podían pedir una orden de allanamiento de su domicilio, así que fueron hasta la puerta de su casa y esperaron a que sacara la basura. Analizaron esa bolsa para extraer su ADN, y confirmaron que coincidía con el perfil genético de la funda del cuchillo.

«¿Por qué lo hizo?»: la pregunta que hasta Donald Trump quiso responder

El 30 de diciembre de 2022, un mes y medio después del atroz cuádruple homicidio, Bryan Kohberger fue arrestado. Las autoridades se llevaron todos los discos duros de sus computadora y buscaron alguna conexión que explicara de dónde conocía a los cuatro universitarios.

En aquel entonces el juicio se pospuso por la gran cantidad de información que había que descifrar antes de que el jurado pudiese tomar una decisión. O al menos eso argumentó la defensa de Kohberger.

«Yo nunca tendré más tiempo con mi hijo, ‘¿por qué él sí puede tener más tiempo para armar su caso?», cuestionó el padrastro de Madison frente a la prensa a la salida del tribunal. Todas las audiencias fueron grabadas y compartidas al público.

El juicio calificaba para la pena capital, por lo que era histórico para todo el estado de Idaho, donde la pena de muerte es legal. El acusado lo sabía, pero hasta el 30 de junio de 2025 se declaraba «inocente» de todos los cargos.

Eso cambió tres años después de permanecer detenido. El 2 de julio de 2025 aceptó un acuerdo con la fiscalía para evitar que la sentencia de muerte. Los términos incluían que si aceptaban la decisión de la Justicia, fuese cual fuese, no iba a tener posibilidad de apelar, pedir clemencia ni solicitar libertad condicional.

El juicio tuvo lugar el 23 de julio de 2025. Dos días antes de la esperada fecha el presidente Trump realizó una publicación en Truth Social: «Espero que el juez obligue a Kohberger, como mínimo, a explicar por qué cometió estos horribles asesinatos, porque no hay explicaciones, no hay NADA».

Dylan Mortensen, la única que vio a Bryan Kohbergen aquella trágica noche, declaró en el juicio. (Foto: AP)Dylan Mortensen, la única que vio a Bryan Kohbergen aquella trágica noche, declaró en el juicio. (Foto: AP)

«Hoy era el día de las respuestas, el día de averiguar qué sucedió, de averiguar realmente algo sobre lo que el acusado hizo esa noche y por qué les quitó la vida a cuatro personas maravillosas; al menos eso es lo que esperábamos, pero la esperanza es realmente lo único que teníamos hoy”, indicó en un comunicado la familia Goncalves, padres de Kaylee.

El acusado escuchó todos los alegatos de los familiares de los chicos asesinados. «Arderás en el infierno«, le dijo uno de los padres mientras lo tenía frente a frente. «No sos alguien importante, y serás olvidado luego de tus 15 minutos de fama, mientras nuestros hijos serán recordados por siempre», agregó otra mamá.

Cuando el juez Steven Hippler le dio la oportunidad de explicar sus acciones, Kohberger dijo solamente tres palabras: «Respetuosamente, me niego».

El juez Hippler lo definió como «el peor de los peores» antes de dictar su sentencia. «Estamos ante un cobarde y una masacre sin sentido de cuatro víctimas, y el responsable pasará toda su vida tras las rejas», anticipó.

Bryan Kohberger en el ingreso a la corte el 23 de julio de 2025. (Foto: AP)Bryan Kohberger en el ingreso a la corte el 23 de julio de 2025. (Foto: AP)

Fue condenado a cuatro cadenas perpetuas, una por cada estudiante asesinado. También se le ordenó el pago de 55.000 dólares a la familia de cada víctima, que disponen de ONGs para honrar la vida de sus hijos y brindan becas universitarias en sus nombres.

Kohberger no mostró ninguna emoción, ni siquiera cuando admitió haber matado a las cuatro víctimas. Permaneció sentado con la mirada fija en el estrado.

¿Bryan Kohberger era «Pappa Rodger» en las redes?: el oscuro usuario que puede ser la clave del caso

«El caso fue uno de los más complejos en la historia del estado», aseguró el jefe de policía Anthony Dahlinger. Indicó que utilizaron «todos los recursos posibles» y trabajaron incansablemente, pero nunca encontraron ni una sola conexión sólida entre Kohberger y alguna de las cuatro víctimas o las dos compañeras de habitación sobrevivientes.

— Mrs. SpaceX ™️ (@anuibi) January 7, 2023

Sin embargo, lograron desenmascarar gran parte de la personalidad psicopática del sentenciado. Entre los testimonios se destaca el de una mujer que conoció a Kohberger en Tinder, y afirmó que él le preguntó cuál creía que era «la peor manera de morir», y le mencionó un cuchillo Ka Bar, la marca vinculada a los asesinatos.

Otra mujer que se presentó ante la fiscalía aseguró que Kohberger habló de «querer matar gente» durante una única cita que tuvo con él en 2018. Se sintió muy incómoda y fingió sentirse mal para retirarse del lugar.

Esos datos fueron importantes para conocer quién es verdaderamente el acusado. También sorprende la alarmante coincidencia de un usuario que comentaba un grupo de Facebook centrado en el asesinato de los cuatro estudiantes, y muy activo en las discusiones sobre «los incels» -el concepto de «célibe involuntario» que se popularizó recientemente con la serie Adolescencia, disponible en Netflix- en posteos de Reddit.

Bryan Kohberger tiene 30 años y pasará el resto de su vida en prisión. (Foto: Reuters).Bryan Kohberger tiene 30 años y pasará el resto de su vida en prisión. (Foto: Reuters).

La cuenta de Facebook de «Pappa Rodger» tenía como foto una figura caricaturesca que emulaba a una persona de perfil, y resulta ser idéntica a la de la ficha policial de Kohberger. Pero eso no es lo peor. Estuvo activa únicamente hasta el día en que él fue detenido, y luego desapareció de la faz vittual.

El nombre del usuario parece ser un juego de palabras y un macabro homenaje a Elliot Rodger, un joven de 22 años autor de la masacre de la ciudad universitaria de Isla Vista, perpetrada el 23 de mayo de 2014 cerca del campus de la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB).

Rodger había publicado un manifiesto en sus redes sociales donde anticipó lo que haría, y explicó con detalle los motivos: no podía soportar que «mujeres atractivas» no le hayan dado una oportunidad amorosa y odiaba a los hombres que tenían la vida social que él sentía que se merecía.

Rodger apuñaló a tres estudiantes en su apartamento, mató a 10 personas y causó lesiones a otras 16. Luego lo encontraron con un disparo autoinflingido en su propio auto.

El caso de Rodger despertó posiciones encontradas, y llegó a haber un foro donde lo definían como «San Rodger» y prometieron imitar sus acciones. «E.R. en progreso«, comentaban usuarios desde el anonimato. Lo terrible es que cuando Kohberger fue detenido sucedió algo muy similar, e incluso se creó un «club de fans» en Facebook bajo el nombre «Bryanation«.

«Una noche en Idaho: los asesinatos de la universidad», la docuserie del true crimen

En Amazon Prime Video está disponible la serie documental Una Noche en Idaho: Los Asesinatos en la Universidad. Tiene cuatro episodios, participan los amigos de los jóvenes asesinados, y sus padres, que cuentan en primera persona cómo eran sus vidas.

El documental de Amazon Prime Video que explica el caso desde la perspectiva de los familiares de las víctimas.El documental de Amazon Prime Video que explica el caso desde la perspectiva de los familiares de las víctimas.

La producción audiovisual brinda detalles reveladores de la investigación policial en un tono conmemorativo hacia las víctimas. La conclusión que dejan entrever es que aunque ni siquiera en el juicio se pudo conocer cuál fue el motivo por el que eligió a específicamente a estos cuatro jóvenes, una posibilidad recae en que haya sido un acto de «venganza social» hacia la popularidad que tenían en la universidad.

Xana, Madison, Ethan y Kaylee solían mostrar su día a día en TikTok e Instagram. Todos sus perfiles eran públicos. En un pueblo pequeño fácilmente podían delatar sus ubicaciones y sus movimientos diarios. Bryan Kohberger pudo estar detrás de algún usuario fantasma como espectador.

Las autoridades policiales descartaron la coincidencia del usuario «Pappa Rodger» y Kohberger como un elemento probatorio porque no se pudo confirmar en las pericias informáticas. Sin dudas el caso reaviva varios debates en torno a los usos de las redes sociales, la falta de legislación sobre los contenidos y la violencia que se reproduce en el submundo virtual.

Lo único que no prohíbe la sentencia es que Kohberger hable con la prensa en el futuro, por lo que tal vez algún día decida hablar ante el mundo. Por ahora, su silencio causó el mayor estruendo en la tranquila comunidad universitaria de Moscow, que decidió por unanimidad demoler la casa donde ocurrieron los asesinatos, luego de tres años tapiada y con la misma cinta de peligro amarilla que pusieron los investigadores el primer día. La residencia desapareció de la vista de los universitarios, pero la impactante historia perdurará en el tiempo.

Redacción

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