Un maíz de casi cuatro metros de altura sacude las certezas del mapa agrícola nacional. En el Valle Inferior del Río Chubut (VIRCh), los ensayos de cultivo bajo riego alcanzan rendimientos que triplican los promedios de la zona núcleo.
“Llegamos a 114 toneladas de materia verde por hectárea”, contó el ingeniero agrónomo Luis Bertoia, asesor técnico y referente de Maizar. “Es un rendimiento que asombra hasta a los más escépticos.”
Los lotes más productivos superan los 10.000 kilos de grano por hectárea, y en suelos bien manejados podrían alcanzar los 20.000 kilos. El secreto: riego, suelos amplios, alta luminosidad y días largos.
Los ensayos comenzaron en 2010 en Río Negro y tomaron fuerza en Chubut. “La idea surgió con un alumno rionegrino, hoy funcionario, que propuso explorar el potencial forrajero en su provincia”, recordó Bertoia.
El maíz no llega solo. La estrategia apunta a rotaciones con alfalfa y cultivos forrajeros, con un destino claro: transformar grano en carne. En Patagonia, la producción cárnica no cubre la demanda local.
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“Hay ciudades como Neuquén, Bariloche o Comodoro con alta demanda de proteína animal. El maíz puede sostener un sistema productivo rentable y menos dependiente de la fruta”, explicó el técnico.
La fruticultura tradicional enfrenta un proceso de desplazamiento. A los precios bajos y la escasa demanda internacional, se suman la falta de mano de obra y el encarecimiento del suelo por el avance de Vaca Muerta.
En ese contexto, el maíz bajo riego aparece como una alternativa viable, de alta energía, adaptable y compatible con sistemas ganaderos. La rotación con alfalfa cierra el círculo de proteína vegetal y animal.
Patagonia tiene agua, sol y suelo. Lo que falta es sistematización, canales de riego más eficientes y acceso a electricidad trifásica en los campos productivos.
“Se necesita inversión pública para macrocanales y redes eléctricas, y privada para maquinaria, bombas, moledoras y manejo predial”, detalló Bertoia. Para él, la articulación entre ambos sectores es central.
A nivel agronómico, el riego no solo es viable: es indispensable. En zonas con apenas 300 milímetros anuales y lluvias invernales, el riego asegura estabilidad y rendimiento. Además, es más barato que en el norte.
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En Patagonia, muchos canales funcionan por gravedad. No hace falta bombear con motores costosos, como sí ocurre en provincias donde regar con energía eléctrica duplica el costo.
“Una hectárea bajo riego en Patagonia rinde como dos y media de secano en el norte. Con infraestructura adecuada, el salto productivo es gigantesco”, estimó el especialista.
Además, la región prácticamente no sufre plagas. Por ejemplo, la chicharrita del maíz —que arrasó cultivos en el norte— no existe en el sur, lo que mejora aún más la ecuación sanitaria y económica.
Para producir grano en Chubut se necesitan híbridos de ciclo corto, que aún no se comercializan localmente. “Hay disponibles en Europa y Estados Unidos. Solo hace falta adaptarlos”, sostuvo Bertoia.
El proceso no es inmediato. Para sembrar maíz, primero hay que acondicionar el suelo con cultivos rústicos por varios años: cebada, centeno, festuca. Después, sí, maíz.
“Hay lotes de 10.000 a 20.000 hectáreas con ese potencial. En otras zonas del país no existen superficies así”, remarcó. La oportunidad está. Solo falta encarar el proceso con mirada de mediano plazo.
Según estimaciones de Maizar, hay 500 mil hectáreas regadas activas y un millón más en condiciones de incorporarse. Río Negro aparece al tope: mejor agua, menores costos y marco impositivo favorable.
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“Hoy producir granos in situ es más rentable que traerlos desde el norte pagando flete”, explicó Bertoia. Y eso estimula la radicación de agroindustrias, empleo local y economías regionales.
La barrera sanitaria también juega su parte. Si se elimina, bajan precios, pero también la sustentabilidad de los proyectos. Para Bertoia, mantenerla protege los márgenes de una región de costos altos.
En 2024, el tema volvió al centro del debate. Funcionarios de Chubut y Río Negro ya conformaron una mesa interprovincial para impulsar esta nueva frontera agrícola.
“Río Negro se lleva todas las palmas. Tiene agua buena, barata y mucha. Y eso, en agricultura, vale oro”, concluyó Bertoia.