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lunes, mayo 12, 2025

Cannabis medicinal: avanzan dos estudios en el país para tratar la migraña crónica y el autismo

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Quizás no falte tanto para que los prejuicios que todavía juegan en contra del cannabis medicinal como solución terapéutica se empiecen a diluir. O, al menos, esta es la sensación que provoca enterarse de las siguientes dos novedades científicas de investigadores argentinos: una relacionada con las llamadas migrañas crónicas; y la otra, con el autismo.

El avance en el abordaje de las migrañas, una afección que cuando es crónica puede durar largos días corridos y que va muchísimo más allá de un dolor de cabeza intenso, posiblemente dé que hablar. Es un estudio clínico de fase 2 de investigadores de La Rioja, que trabajaron en una modalidad que en el sector «farma» se conoce como off label. Literalmente, “fuera de etiqueta”, aunque en realidad significa que se busca un solución terapéutica por fuera del uso que indica la etiqueta o prospecto del producto.

Así, tomaron un producto que ya existe en el mercado y que está autorizado por la Anmat para el tratamiento de la epilepsia refractaria. Con el plus de que la fase de seguridad del producto ya estaba aprobada (o sea que quedó demostrado que no genera efectos adversos), se pusieron a ver qué pasaba si cambiaban la dosificación y la probaban en pacientes adultos con migraña crónica. Los resultados no están publicados todavía, pero los autores del trabajo aseguran que son muy alentadores.

El segundo es un paper que salió en la revista Pharmacology, Biochemistry and Behavior, resultado del trabajo de investigadores porteños y tucumanos. El título –traducido al español– es elocuente: “El cannabidiol purificado conduce a una mejora de los síntomas conductuales graves resistentes al tratamiento en niños con trastorno del espectro autista”.

Por mucho tiempo seguirá siendo obligada la tarea de aclarar que estos avances involucran un tipo de aceite de cannabis que no tiene THC; es decir, tetrahidrocannabinol, básicamente el componente psicoactivo más importante del llamado amablemente “cannabis recreativo” y que informalmente todos llaman marihuana o porro.

Aunque por ignorancia haya prejuicios incluso entre un sector grande de médicos tirando a conservadores, aquellos que siguen las novedades científicas en este campo tan nuevo (y mismo los científicos que ven la cosa desde el lado de la bioquímica), saben bien que el cannabis medicinal no sólo viene dando sorpresas hace años sino que el asunto está muy verde. Hay mucha tela para cortar en cuanto a los potenciales usos terapéuticos que podría haber entre los cerca de 300 componentes de la planta de cannabis.

Por ahora, los que saben hablan de tres tipos distintos de aceite de cannabis. Quien lo compartió con Clarín fue el bioquímico Carlos Laino, director del Instituto de Biotecnología (Universidad Nacional de La Rioja) y del Centro de Investigación en Medicina Traslacional, institución que depende del Ministerio de Salud de esa provincia. Uno de ellos es el que –se está viendo ahora– tendría efectos beneficiosos contra las migrañas y el autismo.

Los tres tipos de aceite de cannabis

“El primer tipo de aceite es conocido como Cannabidiol (o CBD) de espectro completo. Incluye todos los componentes de la planta, que son cerca de 300, de los cuales 150 son componentes propiamente cannabinoides; o sea, moléculas que actúan sobre nuestro sistema”, explicó.

Dos aclaraciones. La primera, que a diferencia de los dos restantes tipos de aceite, este sí tiene THC. La segunda, que cuando Laino habla de “sistema” se refiere al hallazgo del israelí Raphael Mechoulam cuando, a comienzos de los 90, logró aislar y sintetizar la molécula del THC y comprendió que tanto los animales como los humanos tienen una suerte de fábrica “endógena” (o sea, interna) de producción de distintos cannabinoides. Esa usina explica que tengamos receptores y también neurotransmisores sobre los cuales el cannabis eventualmente consumido puede ejercer efecto.

Una plantación de cannabis destinada a uso medicinal en el Gran Buenos Aires. Foto Archivo / Maxi Failla
Una plantación de cannabis destinada a uso medicinal en el Gran Buenos Aires. Foto Archivo / Maxi Failla

El segundo tipo de aceite es el Cannabidiol de amplio espectro, con todos los componentes pero sin THC. Y el tercer tipo “es el que está autorizado en Argentina para tratamiento de epilepsia refractaria. Se llama Cannabidiol o CBD aislado«. También le dicen «purificado». Incluye solamente los componentes cannabinoides; la mitad de los 300 mencionados arriba, pero sin el aceite el THC.

El cannabis medicinal contra las migrañas

Según Laino, “hay un consenso internacional que dice que el mejor tratamiento preventivo contra las migrañas crónicas es el que disminuye la cantidad de migrañas y también su intensidad. ¿Por qué dicen eso? Porque, a diferencia de la migraña espontánea o aguda, la crónica es de muy difícil tratamiento. Así, se considera ‘tratamiento preventivo’ haber conseguido –al menos– transformar la migraña complicada en una migraña chiquita, más fácil de tratar”.

“Los resultados que vimos dieron con los objetivos que buscábamos: disminuir los días de migraña y la intensidad, cambiada a migraña leve”, compartió el investigador. Trabajaron con el tercer tipo de aceite de cannabis comentado, que ya está autorizado por la Anmat, justamente porque se usa para epilepsia. El estudio de fase 2 se pudo hacer gracias a una donación del laboratorio que lo comercializa en el país, que les facilitó la misma droga en distintas dosificaciones.

“Fue un estudio piloto con pocos pacientes. Fueron 30, de los cuales 10 usaron placebo; otros 10, una dosis baja de CBD aislado; y los restantes, una dosis mayor. Generamos una evidencia chica, pero evidencia al fin”, resumió, contento, Laino.

Los voluntarios tenían entre 18 y 65 años, todos con migraña crónica diagnosticada. El estudio duró tres meses y se fue escalonando la dosis, dadas las particularidades del cannabis, en ese sentido. Y es que, a diferencia de lo que pasa con la mayoría de los fármacos, esta sustancia tiene la particularidad de comportarse “en la forma de una U invertida”, explicó el científico. Contra la idea de que «a más dosis, más efecto», en este caso, a más dosis quizás haya menos efecto. Y, al revés, más efectos adversos (como náuseas, diarreas, sequedad en la boca y somnolencia). El gran desafío de estos estudios es precisamente encontrar esa suerte de clímax en el que la dosis no es tan baja ni tan alta como para no hacer mella o volverse perjudicial.

Laino contó que “el 69% de los pacientes, ya en el segundo mes tuvieron una disminución en la cantidad de migrañas. Al tercer mes, el 75% tuvo ese efecto”. Y en cuanto a la severidad, “la mayoría pasó de migrañas moderadas y severas a leves en 3 meses. Lo que observamos, dada la dificultad de tener que dar con la dosis justa para no pasarnos en esa U invertida es que la dosis más baja generó el efecto más beneficioso”.

Para el investigador quedan muchas preguntas, sin embargo: “Porque, ¿qué pasa si hacemos un estudio que dure un año? ¿Desaparecerá el efecto beneficioso? Son preguntas que deben deben ser respondidas, considerando que el 52% de la población mundial tiene migrañas en algún momento de su vida”.

El segundo hallazgo va de la mano de este. Es una puerta posible frente al desaliento frecuente que sufren tanto los pacientes como quienes acompañan a las personas con trastornos del espectro autista. Se trata de un trabajo liderado por Roberto Caraballo, investigador Principal del Conicet, ex jefe de Neurología del Hospital de Pediatría “Prof. Dr. J.P. Garrahan” (institución que participó activamente de este trabajo), al que se sumaron el Centro Equipo de Neurodesarrollo INIZIO, de Tucumán, y el Hospital General de Agudos “J.M. Ramos Mejía”.

También usaron CBD aislado, también hicieron un estudio de fase 2 y también buscaron, no una cura milagrosa sino una disminución o mejora de la sintomatología asociada, sólo que en este caso el foco no estuvo puesto en las migrañas sino en el autismo grave. Para espoilear los resultados, las familias de los 20 chicos estudiados observaron un impacto positivo en el día a día, en la dinámica familiar, en los niveles de estrés y en la calidad de vida.

Según establece el trabajo, “los pacientes fueron observados en diferentes escalas, y en intervalos de tres meses”. En la mediana de dosis usada y a los 11 meses, 18 pacientes (90%) tuvieron al menos un síntoma mejorado (según el reporte de los padres). De los dos restantes, uno tuvo un empeoramiento y el otro no respondió.

Entre los resultados secundarios basados en la evaluación de distintas escalas se encontró una mejoría en los ítems “irritabilidad”, “retracción social” e “hiperactividad”, en el 30% de los participantes. Las conductas restringidas y repetitivas mejoraron en el 50% de los casos, aclara el trabajo. En cuanto a los patrones de sueño, mejoraron “levemente”.

Los investigadores no omiten que hubo efectos adversos en el 65% de los pacientes, pero es un balance difícil (y por eso faltaría hacer estudios más extensivos), ya que muchos de ellos experimentaron, en simultáneo, mejorías. Esos efectos mayormente consistieron en un aumento de la irritabilidad y un apetito decreciente, pero los autores remarcan que fueron cambios entre leves y moderados. Y, por otro lado, lo del apetito deberá ser analizado en profundidad, considerando que es famoso el problema del aumento de peso que produce la medicación clásica contra esta patología.

Dado que en el 40% de los chicos, la medicación concomitante que tomaban pudo ser reducida o parcialmente discontinuada, los investigadores concluyeron que el CBD aislado es «efectivo y seguro», y puede beneficiar a pacientes con autismo severo, ya que mejora algunos de los síntomas centrales, incluyendo conductas repetitivas, disruptivas y desórdenes del sueño.

MG

Redacción

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