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domingo, marzo 23, 2025

Carlos Alcaraz y los 28 errores que invitan a la reflexión

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Paga Carlos Alcaraz el precio de la excepcionalidad: derrota prematura, alarma disparada. Y a él mismo le cuesta dar con la respuesta. “Ha sido un nivel muy pobre por mi parte. No he jugado bien y físicamente tampoco me he sentido bien”, intenta razonar. “Antes del partido, me sentía bien y me veía preparado, convencido de que podría ofrecer un buen nivel. Pero no ha podido ser. Después de lo que ha pasado, no sé muy bien qué decir. Irme así duele mucho”, prolonga el murciano, apeado a las primeras de cambio (5-7, 6-4 y 6-3, tras 2h 18m) por el belga David Goffin en Miami. Es decir, se cierra para él un frustrante paso por el cemento norteamericano, que deja un poso decepcionante y cierta inquietud, pero no tanto por la premura de la eliminación en Florida —alcanzó antes las semifinales de Indian Wells— como por las sensaciones desprendidas por su tenis. Desubicado y sin patrón, desconocido con la derecha, el tropiezo invita al análisis a fondo. Esto no responde a un despiste, sino sencillamente al mal juego.

Comentaba Alcaraz a su llegada a este último torneo que todo forma parte del proceso. Y así es. “Creo que hay buenos resultados, buen nivel y buen ritmo a pesar de algunas derrotas que me han dolido. Estoy madurando, estoy yendo por un buen camino”, decía. Sin embargo, la actuación frente a Goffin, magnífico jugador, de vuelta ya en su profesión a los 34 años, revela algunas grietas; la cuestión es si estas responden simplemente a un mal día, a un episodio pasajero, o bien afectan a la estructura. Frente al belga, su drive chirrió, al igual que unos días antes contra Jack Draper en California, y los segundos servicios (55%) brindaron una jugosa oportunidad al rival, agresivo en cada resto, astuto en cada devolución y cada envío. Transmitió el español una sensación de vulnerabilidad y desconfianza como hacía tiempo que no se veía, y ante un veterano de ese nivel, el precio a pagar suele ser elevado. A 22 de marzo, con más de una semana de torneo por delante, Alcaraz ya debe enfocar hacia la tierra batida. Demasiado pronto.

“Contra Carlos no puedes estar pasivo en ningún momento o jugarle a la derecha, así que debía estar muy activo desde el primer momento, desde la primera bola, intentando ser yo quien dictara los puntos. Creo que esto se ha podido ver en muchos momentos, como en el punto final, en el que he ido a por él una vez más”, exponía Goffin, el 55º del mundo. “En este tipo de partidos, cuando no sientes esa confianza en términos tenísticos o físicos, todo se vuelve mucho más duro; creo que esto se ha visto en el segundo y el tercer set, no he podido empujarme a sacar un mejor tenis”, lamentaba el de El Palmar, cuya hoja de servicios muestra un dato preocupante, los 28 errores no forzados cometidos con la derecha, 43 en el total. Excesiva la cifra, como también lo es el riesgo extra adoptado en busca de la reacción. No pedía quizá el duelo acortar tanto los peloteos, sino jugar y jugar, una bola más adentro. Y enfrente, claro, estaba Goffin, que ya le redujo hace tres años en Astana.

Goffin celebra la victoria contra Alcaraz.

Lo advertía Andre Agassi hace un año, precisamente en un encuentro con este periódico en Las Vegas: “Con su estilo de juego, Carlos ha elegido un camino más duro que Nadal, el hacerlo espectacular cada 10 segundos. Es genial para nuestro deporte y para el aficionado, pero, ¿es lo más eficiente?”.

“Jodido, la verdad”

El caso es que, pese a su ausencia obligada por sanción, el número uno, Jannik Sinner, refuerza su liderato; se le restan los 1.000 puntos obtenidos por el éxito del curso pasado en el torneo, pero el español ha perdido 790 peloteando. Frente a la rocosidad y la impermeabilidad que desprende el italiano cada vez que pisa la pista, esté jugando mejor o peor, por su mera presencia, Alcaraz abre puertas y los adversarios entran con astucia y relativa asiduidad en su mente. Lo hizo Novak Djokovic en Melbourne —“sentí que estaba más pendiente de mí que de sí mismo”, explicaba el serbio— y flaqueó ante el inglés Draper hace una semana; olfateó rápidamente las dudas el curtido Goffin. “Hice bien todas las cosas antes del partido, ni ha sido cuestión de una lesión ni de cualquier dolor. Pero después del primer set sí tuve la sensación de que el partido iba a ser más duro que otros anteriores, y luego empecé a sentirme un poco más cansado de piernas”, reconocía el murciano.

Alcaraz, en un instante del partido del viernes.

Desde que lograse el doblete Roland Garros-Wimbledon y cediera luego ante Nole en la final olímpica de París, Alcaraz arrastró cierta fatiga anímica de la que tal vez no se haya desprendido del todo. Su condición de figura le expone al juicio continuado y a sus 21 años está aprendiéndolo a sobrellevar. Su potencial es tan considerable que todo lo que no sea ganar, se traduce desde el exterior como un estancamiento, si no una involución. Él, sin embargo, incide en que todavía está en un proceso de aprendizaje e interiorizando aún el matiz técnico del saque que empezó a incorporar durante la pretemporada de diciembre. Confían él y su equipo en la capacidad que tiene de revertir la situación, como ya hiciera la temporada pasada a estas mismas alturas, cuando se liberó del lastre que portaba gracias al título en California. Hubo inflexión.

Esta vez se marcha de vacío de los Estados Unidos, donde ha sucumbido a dos buenos tenistas. Lo son Draper y Goffin. “No sé todavía cómo serán los próximos días para mí, ya habrá tiempo de analizar lo que ha pasado y también de olvidarlo”, dice. “Creo que venía bien después de Indian Wells, pero ahora, con esta derrota, no sé qué decir. Anímicamente estoy jodido, la verdad, este es un torneo en el que quiero hacerlo siempre bien y perder el primer día duele mucho”, concluye, sabiendo que no conquista un Masters 1000 desde hace un año y que la del belga supone la primera derrota del curso ante un jugador que no está entre los treinta más fuertes. Desde 2022, cuando celebró su primer mil, siempre había pescado en una gira que esta vez se cierra en forma de desilusión. Por delante, dos semanas que invitan a reflexionar y después la franja de arcilla, en la que inevitablemente tendrá que mover ficha.

Redacción

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