Cerca del mediodía del miércoles, un hombre llega con una valija bastante grande a la librería Libros del Pasaje, en el corazón de Palermo Soho. Los ojos levemente entrecerrados, camisa azul oscuro. Pide un café apenas cortado y se sienta, dispuesto a conversar. Podría ser un turista más, algo apesadumbrado por el jet lag, que busca un refugio cultural entre la furia porteña. Sin embargo se trata de uno de los más notables escritores de novela negra de habla hispana.

Es Carlos Zanón, autor de más de una veintena de libros entre novelas, poemarios y ensayos musicales. Ganador del Premio Dashiell Hammett 2015, se encuentra hace varios días en el país en el marco de la Semana Negra BA en donde participará de dos actividades: un diálogo con Claudia Piñeiro moderado por Hinde Pomeraniec el jueves 2 y una charla abierta conducida por Gabriela Saidon el viernes 3.
En diálogo con Clarín, adelanta su próxima novela (se titulará Objetos perdidos y se lanzará también en la Argentina por Random House en febrero de 2026) indaga acerca de su universo literario mientras comenta que se siente “como en casa” y sonríe al mencionar autores argentinos como Julio Cortázar y Osvaldo Soriano, los cuales resultaron fundamentales para su educación sentimental. También a la autora de La viuda de los jueves, la cual es amiga personal, y otros que ha conocido en los últimos tiempos y suele leer, como Gabriela Cabezón Cámara, Dolores Reyes, Guillermo Saccomanno y Kike Ferrari.
–En tu literatura, tanto en tu última novela Love song como en otras como Yo fui Johnny Thunders o Taxi hay una fuerte vinculación con la música. ¿De dónde surge esto?
–Fue desde el principio. Empecé escribiendo escuchando la radio. Escuchaba canciones y esperaba que el locutor tradujera el título, si era en inglés, y escribía un poema o lo que fuera pensando en lo que decía la canción. La mitología rock me pegó muy fuerte. La sensación es que tú querías ser un poeta, pero uno electrificado. También me gustaba mucho esa potencia popular de llegar a todos. Y que emitían una frecuencia que no les gustaba a tus padres. Ese era el tipo de escritor que yo quería ser. Cuando me puse a escribir novelas, quería que estas sonaran un poco. Que fueran algo orgánico. No quería que la música fuera una banda sonora sino que realmente la prosa sonara. Necesito que la novela me suene en la cabeza antes de empezar. La literatura es música. Una cosa es redactar y otra hacer literatura. Lo que sí hice fue que la música me gustaba fuera algo orgánico a la propia narración. Ese era mi aporte al género pero de una manera abierta.
–En tu literatura hay una cuestión atmosférica, existencialista, que juega con el peso de los hechos. ¿Cómo trabajás eso a la hora de pensar personajes?
–Sí, sobre todo encontrar una voz que explique algo. Cuando empiezo las novelas, como vengo del terreno de la poesía, empiezo un poco como bolas de billar que se chocan. Una escena se choca con otra y a partir de ahí vas metiendo los personajes. Depende cómo los construyes te van llevando hacia un determinado tipo de historia. Tiene mucho de indagación. Te tienes que topar con la verdad, no puedes salir de casa sabiéndola. Las voces que vas construyendo te van guiando hacia determinado sitio y te vas tropezando con cosas. Hay mucha revelación. Los autores muy inteligentes que saben de lo que van a hablar y que su libro va a ser una denuncia de tal… me parece que siempre acaban haciendo libros muy aburridos. Prefiero aquellos que a lo largo de la historia se tropiezan con cosas que no sabían ni que existían.
–O sea, esta cuestión del método que algunos novelistas tienen, no sería lo tuyo
–No, o sea, a veces sí sé a dónde quiero llegar pero no sé cómo voy a llegar. Eso a nivel de trabajo implica que me cuesta. Le dedico mucho tiempo a las novelas. A veces las novelas del principio se me hacen muy espesas, luego cogen ritmo y entonces tienes que ir descompensando, pero es mi manera de trabajar. No me interesan tanto las tramas como los personajes, las atmósferas. No me importa que esté desafinado un libro o que haya cosas que no sean del todo verosímiles si me conecta con algún tipo de verdad. Si tienes la trama muy cerrada y sabes lo que va a pasar hace que mi literatura se haga muy plana. Me interesa más mantener un poco la puerta abierta a la locura.
–Vuelvo al origen. ¿Cómo fue tu primer acercamiento a la literatura?
–Las novelas de aventuras cuando eres un chaval. Me flipaban muchísimo Los tres mosqueteros. Luego me conecté a través de la poesía. En casa no teníamos libros. Mis padres no eran lectores, no tenían estudios, entonces iba de un autor a otro. Mezclaba Lovecraft con Cortázar, Poesía, Baudelaire, Rimbaud. Hasta que llegó un momento en que la novela me interesó aunque no fui un lector de género. Cuando empecé a publicar no sabía que estaba haciendo género. Ahora leo cualquier tipo de novela porque comer solo hamburguesa todos los días me parece muy aburrido.
–Pensaba en tu poesía. Hay elementos visuales como humo, sangre, pis, cigarrillos, alcohol, venas que podrían encontrarse en tus novelas. ¿Qué te atrae a la hora de construir un poema?
–Mi manera de abordar es enfocarme en un sitio en el que no sea el enfoque central. Si estoy en una habitación miro en un rincón. Desde lo pequeño a lo más grande. Creo que eso también está en la pieza periodística, que también intento que sea literaria, y en las escenas. Las novelas siempre las construyo a partir de escenas que podrían ser poemas. Creo que es importante en dónde enfocas, dónde te fijas. Me gusta mucho empezar hablando de esa pata de aquella mesa y acabar hablando un poco del mundo. Creo que al abordar los géneros es parecido.
–Respecto al género, ¿qué opinás de ciertos prejuicios que siempre hubo en torno a ellos?
–El género remite a lo popular. En ese sentido siempre es sospechoso de algo por parte de quién dirime qué es cultura y qué no. Puedo defender que es injusto que la ciencia ficción o lo negro sea considerado de segunda pero, por ejemplo, a mí me costaría mucho acercarme a la novela romántica. Los prejuicios siempre están en todos los sitios. El hecho de que haya un género parece entonces que hay unas reglas de juego que el hecho de seguirlas minusvalora tu acto literario o artístico. Creo que no. Ir más allá del juego es lo que hace la cuestión. A veces esos prejuicios nacen del resentimiento, del profesor de universidad que ha hecho una gran tesis sobre César Vallejo pero que sus poemas son horrorosos o la persona que no ha conseguido publicar. Me gusta la novela de género pero me gusta el concepto de alta literatura popular. Por ejemplo, las novelas de Claudia Piñeiro, como Elena sabe o La muerte ajena, son formalmente complejas. Pero además, ella tiene la voluntad de entretener. Como los Beatles, que son populares y también sofisticados. Hitchcock durante mucho tiempo no fue considerado un gran cineasta porque llenaba cines. Se puede hacer alta literatura popular y transgredir géneros desde todos los sitios. Yo defiendo eso. Puedes hacer Blue Velvet, como David Lynch, y no rebajas tu nivel artístico. Recuerdo cuando salió Twin Peaks muchos esperaban descubrir al asesino y aparecían personajes cada vez más raros y la gente se quedó enganchada.
–Otro hito de tu carrera literaria fue cuando te encomendaron revivir al histórico personaje de Pepe Carvalho, creación de Manuel Vázquez Montalban. ¿Cómo fue trabajar eso?
–Al principio no lo veía pero luego lo disfruté mucho. Hice una novela con ese personaje adaptándolo a mi estilo: mientras las novelas de Pepe Carvalho eran en tercera persona, yo lo puse en primera, y el personaje hablaba con el autor muerto, tomando muchas licencias para hacerlo mío. Cuando lo terminé, me di cuenta de la responsabilidad que implicaba, pero la repercusión fue buena. Entiendo a quienes no ven bien usar estos personajes, pero yo creo que si haces un personaje icónico, es mejor que esté en la calle que en un museo. La idea era, con gracia y respeto, que cualquier material se pueda manejar; por ejemplo, mi hijo empezó con la serie de Sherlock de la BBC y terminó leyendo los libros.
–Me hacés acordar a Osvaldo Soriano que también tomó a los personajes de El Gordo y el Flaco en Triste, solitario y final.
–Sí, me encanta. Tuve una sección en el periódico que se llamaba así porque me parecía buenísimo. Luego he leído otras novelas de él. Me parece que es alguien que puede entrar, salir del género. El género siempre está muy cerca a lo paródico.
–Ahí hay otra relación con tu literatura por el lado del humor, lo tragicómico. ¿Qué te interesa de esto?
–Sí, porque yo creo que le añade verosimilitud a la literatura porque también es nuestra vida. Es decir, puedes estás súper jodido que te encuentras con un amigo y te explica algo que es divertido. La clase obrera siempre explica lo que le pasa de una manera cómica. No sabes lo que me ha pasado. O sea, perdí el autobús, cuando llegué, el jefe me… O sea, siempre el tono para sobrellevar. Creo que está bien porque si no, las novelas te pueden quedar como muy… Siempre llueve, siempre todo va mal, siempre estás triste y puedes estar desesperado, pero al mismo tiempo poner la tele y que algo te de gracia, o te entretenga, o te distraiga. Creo que es importante y lo agradeces en las novelas, le añade verosimilitud a lo que estás explicando.

–Tuviste varios premios también, como el Dashiell Hammett y tenés cada vez más reconocimiento. ¿Cómo te llevás con eso?
–Tardé 20 años en que me publicaran una novela, pero fueron veinte años intentándolo. Es la vocación, una cabezonería de seguir intentándolo. Hay un momento en que pasa algo, algo cambia alrededor. Tú también mejoras, porque yo algunas de las novelas que se quedan en el cajón, las miro ahora y digo, menos mal que no las publiqué. De pronto lo que haces funciona y entonces es todo lo contrario. Parece que todo lo que hagas encaja, pero es igual de equívoco. Ni antes eras la persona con menos gracia del mundo ni ahora eres la persona más graciosa. Entonces tienes que gestionarlo. Escribir depende mucho de tu ego. O sea, sin ego no haces novelas. El ego de tener una mirada distinta es lo que te lleva pero también el ego es lo que te puede destruir. En el sentido de que también es lo que puede hacer que pierdas un poco los puntos de anclaje y tus limitaciones. Tienes que gestionar eso. Los que escribimos nos hemos refugiado en los libros porque tampoco éramos ni los más guapos ni los más populares. De pronto sí que tienes un foco que te pilla un poco de sorpresa. Tú no estás preparado para eso. Eso tienes que gestionarlo como puedes y ya está. Una persona a la que admiro muchísimo, como escritora y como persona, es Mariana Enríquez. Es una estrella y lo lleva con una alegría, una paciencia y un talento que me alucina. Además se lo merece. Lo suyo es una la puta locura.
–Tienes una amplia experiencia también escribiendo artículos en medios gráficos. ¿Cómo los trabajas?
–Desde el principio lo vi como una forma de ofrecer mi mirada, no de hacer periodismo, con registros variados: observaciones, reflexiones personales, como un diario que explicas. También es un pequeño altavoz para dar opinión sobre lo que pasa, posicionarse y mojarse políticamente, porque creo que hay una responsabilidad en eso. Como autor, me ha servido muchísimo: aunque a veces no sepas de qué va a ir la columna, siempre surge algo. Algunas requieren mucho trabajo y no tienen repercusión; otras, casi sin esfuerzo, conectan con la gente. Eso me parece fascinante y me gusta mucho.
–Como persona de la cultura y observador de la sociedad que escribe al respecto, ¿Cómo observas este presente tan convulsionado de guerras y crecimiento de movimientos de extrema derecha?
–Evidentemente con mucha preocupación. Cosas que antes creía que no iba a vivir ni me parecían una locura, ahora casi están normalizadas. O sea, nosotros aún tenemos un presidente que es socialista, pero bueno, es como una especie de personaje de los cómics de Asterix. Me preocupa el auge de la extrema derecha. Soy de los que piensan que hay que dar la cara desde las leyes, la educación, la decencia, la ética, la moral. Me preocupa darle rango de cotidiano al delirio. Tenemos un montón de gente que tendría que tener una responsabilidad y sale a decir cosas absolutamente delirantes. Me preocupa que la verdad ya no importe. O sea, tú sabes que te están engañando, pero eso justifica tus fines, con lo cual te da igual. Eso me parece que son cosas que tenemos que tener en cuenta. Aprender un poco de lo que ha pasado. A la extrema derecha nunca se la amansa. A Hitler, por mucha Polonia que le hubiesen dado, no se iba a detener. Por otro lado, soy optimista siempre y pienso que también hay mucha gente que piensa y está haciendo bien las cosas. A toda esta gente un poco delirante tampoco le ves muchos fundamentos. Siempre pienso en Alicia en el País de las Maravillas, ¿no? Cuando Alicia le dice a la Reina de Corazones Cállate, que eres una baraja de cartas. Hay un momento en que dices: cállate ya. Es una época muy preocupante en la cual hay cosas de las que ya no vamos a recuperar. Pero por otro lado, bueno, yo creo que hay partido. O sea, que al menos hay que jugarlo y, bueno, vamos a ver.
Carlos Zanón básico
- Nació en Barcelona, en 1966.
- Es autor de libros de poemas, de las novelas Nadie ama a un hombre bueno, Tarde, mal y nunca, premio Brigada 21 a la Mejor Primera Novela del Año y finalista de los premios Memorial Silverio Cañada, Giallo e dell Noir (Italia) y Violeta Negra (Francia); No llames a casa, premio Valencia Negra a la Mejor Novela Negra del Año y Yo fui Johnny Thunders, premio Salamanca Negra, Novelpol y Dashiell Hammett; así como del libro de relatos Marley estaba muerto.
- Con Taxi (Salamandra, 2017), se ha consagrado como uno de los autores más importantes del panorama de las letras españolas.
- Acaba de publicar Problemas de identidad, una continuación de la serie Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán.
- Su obra narrativa se ha traducido en Estados Unidos, Alemania, Francia, Holanda e Italia. Colabora como articulista y crítico musical y literario en periódicos, revistas y suplementos culturales.
Carlos Zanón participará este jueves a las 19 en «Charco noir: el género a un lado y otro del Atlántico» con Claudia Piñeiro y moderación de Hinde Pomeraniec en la Casa de la Cultura (Av. de Mayo 575, 1er subsuelo) y mañana viernes a las 18.30 de una charla abierta con Carlos Zanón con Gabriela Saidon en el Centro Cultural de España en Buenos Aires (sede Paraná 1159).