Carta Abierta a la Comunidad Universitaria Patagónica, frente a los últimos hechos de Violencia
Comodoro Rivadavia, 23 de agosto de 2025
El jueves de esta semana se hizo visible la Violencia en la Universidad Nacional de la Patagonia. Una forma de Violencia alentada desde el poder, a la que dijimos Nunca Más desde 1983, y que sin embargo habita soterrada y cada vez más visible entre nosotros.
Un estudiante de la Facultad de Ciencias Naturales y de la Salud, desde el primer piso, arrojó un tacho de basura contra los colegas nodocentes que se manifestaban en el hall de entrada del Edificio de Aulas ubicado en el Km 4 de C. Rivadavia, en el marco de las jornadas de protesta que llevamos adelante frente al desastre que atravesamos desde diciembre de 2023: universidades precarizadas, edificios peligrosamente al límite de su mantenimiento, pérdidas de nuestros salarios que rondan entre el 30 y el 40%, desfinanciamiento de todo el sistema científico y técnico nacional (CONICET), congelamiento de ingresos y de becas de investigación, en fin, una política de destrucción, y de odio abiertamente declarado, hacia el corazón de nuestra Educación Pública Universitaria. Esa que tanto orgullo y tantos profesionales nos ha dado.
Duele esa Violencia. Duele que un estudiante universitario no tenga la más mínima comprensión y respeto por lo que allí se estaba defendiendo. Duele, en principio, porque la lucha de la comunidad universitaria es mucho más que la lucha por un salario, es -ni más ni menos- que la defensa del propio derecho de esa persona a estudiar en una Universidad Pública.
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Duele esa Violencia porque, aunque parezca individual y aislada, es política. Duele la ceguera, la falta de empatía, con el otro y consigo mismo. Porque ese tacho de basura cae sobre nuestros compañeros pero también cae sobre su propia cabeza. Llena de basura nuestro corazón y el suyo.
¿Qué lleva a una persona a odiar así lo que en verdad le es propio? ¿Por qué no siente ese estudiante que el ataque del gobierno a las universidades es un ataque a sus propios derechos? ¿Cómo lograron que vea como enemigos a quienes trabajan por su bienestar y su educación con salarios magros?
Duele. Duele que le haya sido tan fácil a esta derecha, vulgar y rampante, inocular su odio hacia dentro de nuestras aulas. Duele que no hayamos tenido la capacidad suficiente para impedir que esa brutalidad política, intelectual y afectiva capturara las subjetividades de quienes se forman en la Universidad Pública.
Duele que la Universidad le sea tan ajena a un estudiante, que la viva como una suerte de service de comida rápida, donde va y toma y pasa y todos estamos allí para servirle en bandeja lo que él desea o necesita, sin ninguna obligación hacia los otros.
Duele la ceguera individualista, el descampado de sociabilidad al que muchos fueron arrojados para ser presa fácil de los buitres del odio. Duele ese gesto porque muchos lo celebran en las redes como si fuera algo justo.
Duele todo el cuerpo académico y nodocente. Duele sobre la historia universitaria y duele este presente. Duele como un tacho de basura quebrándose adentro nuestro.
Desde el fondo de esa cueva de individualismo feroz al que nos empujan día tras día, salió un estudiante pidiendo silencio con violencia. Silencio con violencia es la condición de los totalitarios. Silencio con violencia es propio de quien impone por la fuerza. Silencio con violencia había en las universidades en Dictadura. Y silencio con violencia nos piden ahora los que están destruyendo el acceso a la Educación Superior Pública.
Estallidos de micro violencias ocurren cada día, alentados por un poder delirante que nos invita a estallarnos entre nosotros, en la casa, en el trabajo, en la escuela, en el colectivo. Una micro política de la violencia que nos propone estallarnos hacia adentro, como una válvula de auto- laceración que impida el estallido social.
Silencio con violencia nos piden desde el poder cuando sabemos que no es solo una cuestión de déficit de dinero, sino de déficit de derechos. Un déficit en el espíritu y en nuestra inteligencia colectiva, es lo que quieren. Un déficit en la memoria social y en nuestro horizonte de futuro. Un empobrecimiento de esa alma colectiva que hemos construido desde adentro de nuestras universidades.
Queremos que a ese estudiante le quepan todas y las más severas sanciones disciplinarias y penales que le correspondan. Queremos una sanción ejemplar porque ya dijimos Nunca Más a este tipo de Violencia y no podemos admitirla.
Y queremos también que un día venga y pida disculpas sinceras por haberse arrojado un tacho de basura encima y contra todo lo que la Universidad Pública representa. Lo queremos consciente de todo lo que nos ha costado y lo que nos cuesta sostenerla en pie.
Lo queremos libre de odio y de esa Violencia, consciente de todo el bien que anhelamos para su vida como sujeto de derechos colectivos.
Ese día, seguro lo recibiremos con bombos en el hall y recién ahí limpiaremos juntos tanta basura que nos duele.
Dr. Jorge Spíndola
Docente- Universidad Nacional de la Patagonia
Publicada originalmente en El Extremo Sur de la Patagonia