El broche de oro al Jubileo de los Catequistas que se celebró este fin de semana en Roma fue la institución de 39 hombres y mujeres en el ministerio laical de catequistas. El Papa León XIV les entregó un crucifijo a cada uno de ellos como símbolo de su servicio a difundir la Palabra de Dios. Muchos de ellos, procedentes de países como la India, Corea del Sur, Mozambique o Perú, han acudido con las vestimentas típicas de sus regiones.
Entre ellos, se encontraba Roberto Ramírez Cabello que ayuda a transmitir la fe en la Diócesis de San Lorenzo, que este año cumple 25 años de fundación tras haberse desprendido de la Arquidiócesis de Asunción, enclavada en la zona central de Paraguay.
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Lleva 15 años en esta misión. Su vocación emergió de su propia experiencia de catequesis durante juventud. “Tras la confirmación me comprometí con el catequismo y ya no me aparté. Primero fui coordinador en mi capilla, después en la parroquia y ahora en la diócesis”, explica.
Su servicio consiste hoy en la formación y el acompañamiento de miles de agentes pastorales organizados por decanatos.
Uno de los desafíos más acuciantes en esta tarea se circunscribe a la familia como lugar para que crezca la semilla de la fe. Los ritmos frenéticos que impone el trabajo, con horarios interminables, mina la labor de los padres de familia que no tienen tiempo para transmitir la fe a sus hijos.
“Decimos siempre que los padres son los primeros catequistas, pero a causa del trabajo muchas veces no logran transmitir a sus hijos la fe ni los valores. Nuestro mayor reto es ayudar a que los padres retomen la tarea de la evangelización”, explica.
Así, describe que la realidad de muchas madres en Paraguay es “levantarse a las 3 de la mañana y volver a casa a las 9 o 10 de la noche, cuando sus hijos ya están dormidos”. Por eso los catequistas “asumimos ese doble trabajo, tratando de suplir esa ausencia con formación en valores cristianos, humanos y sociales”, detalla.
Por otro lado, la realidad de los asentamientos urbanos en el centro de Paraguay, donde viven comunidades con pocos recursos y, por tanto, muy vulnerables, también hace que tenga que adaptarse la catequesis a esas realidades donde a veces está presente la violencia.
“Desde la catequesis también trabajamos en prevención de la violencia y el abuso, promovemos derechos y animamos a los niños a denunciar situaciones de riesgo. Muchos se acercan a nosotros y nos cuentan, y ahí actuamos con acciones misioneras, visitando familias humildes y acompañando su realidad”, señala.
Mujeres que sostienen la fe en Paraguay
Mirna Elizabeth Núñez es otra catequista paraguaya del departamento de Amambay, a quien, como a Roberto, el Papa León XIV confirió el Ministerio del Catequista este domingo en la Plaza de San Pedro del Vaticano. Para ella, recibir este ministerio laical, instituido en 2021 por el Papa Francisco, se trata de un regalo inesperado. “Es una gracia muy grande porque ni en mis sueños más lejanos iba a pensar que tendría este regalo y este compromiso a la vez, por parte del Señor”, asegura.
Mirna subraya que en su país son muchas las mujeres que sostienen la vida de fe en las comunidades rurales: “En las capillas donde no están los sacerdotes, generalmente son las mujeres las que llevan adelante la evangelización. Hay sacerdotes que cuentan que sus agentes pastorales son un 100% mujeres”, describe.
Nacida en el seno de una familia profundamente católica, aunque marcada por una historia especial, recuerda con gratitud a sus padres adoptivos. “Me adoptaron a los 1 año 2 meses y ellos eran personas muy sencillas, de fe muy sencilla. No tenían conocimientos técnicos ni mucha doctrina, pero rezaban mucho y me llevaban a la iglesia”, relata. Esa vivencia dejó una huella indeleble: “A mi papá le conté que tenía ese sueño de ser catequista y él se sintió muy orgulloso. Eso fue para mí lo más grande”.
Actualmente es la coordinadora del departamento de Amambay, que pertenece a la Diócesis de la Santísima Concepción.
“El principal desafío es la tecnología”
En ese territorio, la catequesis enfrenta desafíos crecientes, particularmente entre las nuevas generaciones. “Hoy en día, el principal desafío es la tecnología. Las redes sociales acercan a personas que están muy lejos, pero al mismo tiempo impiden la comunicación en la familia, la comunicación personal y también la comunicación con Dios. Queremos estar conectados con el mundo, pero olvidamos nuestra conexión con Dios”, advierte.
Consciente de la responsabilidad que implica su misión, insiste en que el servicio de la catequesis no se limita a enseñar doctrina, sino que es también un trabajo social y comunitario: “Represento a esa mamá que a veces deja a sus hijos en casa para poder donar tiempo a Dios y al servicio de la sociedad”.