El hallazgo de los cuerpos de Morena Verri (20), Brenda Del Castillo (20) y Lara Gutiérrez (15) el miércoles pasado sacudió al conurbano bonaerense, conmovió a la sociedad en su conjunto y abrió una investigación con múltiples aristas: narcotráfico, femicidio y violencia transmitida en una sesión privada de Instagram que siguieron 45 personas.
Las jóvenes desaparecieron el viernes por la noche y los cuerpos fueron encontrados descuartizados días después, en una vivienda de Florencio Varela, con señales evidentes de torturas, mutilaciones y crueldad extrema.
El caso sumó hoy un dato estremecedor que cambia el mapa de la investigación: fuentes oficiales informaron que el pozo donde fueron enterradas Brenda, Morena y Lara no fue improvisado tras el ataque, sino que ya estaba cavado con anticipación, lo que revela un grado de planificación escalofriante.
Los perros de la policía no detectaron rastros empleando las rutas habituales, lo que empujó a los investigadores a buscar otras pistas para dar con el lugar exacto.

Un pozo preparado antes del crimen: premeditación y cálculo
Javier Alonso, el ministro de Seguridad bonaerense, brindó datos clave ante la prensa. Según su relato, el hoyo ya se encontraba hecho antes de que las tres jóvenes fueran asesinadas. La profundidad del pozo, su ubicación alejada y la ausencia de señales detectables por los perros entrenados complicaron el hallazgo inicial.
Los canes no registraron rastros –ni olores ni huellas– en el entorno que los llevó directamente al sitio del enterramiento. Esa falla apuntó a que el terreno había sido manipulado con antelación. “El pozo era profundo, los perros no detectaron rastros y pudimos ubicar el lugar a partir de otros indicios”, explicó el funcionario.
La conclusión preliminar de los peritos es que los autores del crimen usaron ese pozo preexistente para enterrar los cuerpos con rapidez, evitando quedar a expuestos al hallazgo durante la noche o en el momento inmediatamente posterior al crimen.

Datos que resignifican el modus operandi
Que el pozo estuviera preparado de antemano no sólo habla de intención: también trastoca los plazos posibles del episodio. Si ya existía ese espacio, los asesinos podrían tener acceso al terreno con antelación, conocer la zona y asegurarse de que no habría testigos ni movimientos inesperados.
Además, el uso de ese pozo complica las búsquedas iniciales basadas en rastros comunes de olor o tránsito. Es una estrategia usada en homicidios con perfil profesional o –al menos– una planificación meticulosa. En este caso, los investigadores deben reconstruir cuándo se preparó el pozo, quién podría haber tenido acceso y en qué momento se decidió usarlo como parte del crimen.
También se reveló que el hallazgo de la camioneta que llevó a las víctimas hacia el lugar del crimen fue decisivo para delimitar el sector. Esa pista fundamental complementa el nuevo dato del pozo preexcavado.

Cómo se dio con el lugar exacto
Al no existir rastros que guiaran desde el crimen hasta el pozo, los efectivos debieron cruzar información: cámaras de vigilancia, movimientos sospechosos, recorridos conocidos por los sospechosos y la localización de la camioneta que trasladó a las víctimas. Esa convergencia permitió determinar el lugar donde descansaban los cuerpos.
Una vez en el terreno, el pozo fue descubierto como el sitio donde habían sido depositadas las jóvenes. La profundidad dificultó la visibilidad y requirió maquinaria especial para excavar nuevamente y recuperar los cuerpos con preservación de pruebas.
Por ahora no hay imputaciones públicas adicionales a quienes podrían haber intervenido en el montaje del pozo. La causa avanza con peritajes, reconstrucciones y testimonios que poco a poco terminan de conformar el rompecabezas del asesinato múltiple. Cabe destacar que la causa pasó a manos de la UFI de Homicidios de La Matanza, a cargo del fiscal Adrián Arribas, y que la Justicia lo considera Femicidio.

Uno por uno, quiénes son los detenidos por el triple femicidio
La causa por el crimen de Brenda, Morena y Lara ya tiene a cuatro personas bajo custodia, todas acusadas de haber participado en el brutal hecho ocurrido en Florencio Varela. Los detenidos fueron trasladados desde la DDI de La Matanza hacia la UFI N°2 de Laferrere, mientras los investigadores avanzan con las pericias en la denominada “casa del horror” y siguen tras los pasos de Pequeño Jota, supuesto autor intelectual de los femicidios.
Miguel Ángel Villanueva Silva (27)
De nacionalidad peruana, aparece como una de las figuras centrales en la investigación. Según la hipótesis fiscal, sería uno de los propietarios de la vivienda donde se hallaron los cuerpos. Fue detenido junto a Iara Ibarra en un hotel de la zona, donde intentaban esconderse después del crimen. Lo que lo convierte en un perfil de interés es su posible vínculo con redes narcocriminales que operan en la Villa 1-11-14, en el barrio de Flores.
Iara Daniela Ibarra (19)
También señalada como dueña de la casa, cayó junto a Villanueva Silva en el mismo operativo. Por ahora, su papel dentro de la trama no está del todo claro: se sospecha que colaboró en el ocultamiento de los cuerpos, aunque no se descarta que haya tenido participación directa en el crimen. La fiscalía deberá determinar si su relación con Villanueva fue meramente operativa o si la compromete penalmente como coautora.

Maximiliano Andrés Parra (18)
Argentino y detenido dentro de la vivienda donde se presume que se cometieron los femicidios. Su presencia en la escena lo ubica de inmediato bajo la lupa judicial. El objetivo de las pericias es definir si su rol fue de encubridor, de partícipe en el traslado de las víctimas o si intervino directamente en los asesinatos.
Magalí Celeste González Guerrero (28)
También de nacionalidad argentina, fue arrestada en el mismo lugar que Parra. La fiscalía investiga si su rol fue secundario o si tuvo algún tipo de liderazgo en la dinámica del crimen. Su edad y posibles antecedentes suman elementos de interés a la reconstrucción de lo ocurrido dentro de la casa.