«Creo que me mejoraron la cara, salí ganando», dice, con mucho sentido del humor, Thiago Chaparro (17), el estudiante que hace nueve meses cayó desde un sexto piso en Bariloche, donde se encontraba de viaje de egresados. «Una caída que yo mismo pensé que no la iba a contar, pero un milagro quiso que me quedara de este lado de la línea», afirma.
Simpático, cálido y charleta, Thiago habla con Clarín desde el patio de su casa en Rosario. No cae en angustias ni en dramatismos a la hora de recordar el momento bisagra de su vida. «Hablo si me preguntan, no tengo problemas, porque sé que lo que pasó conmigo se da un caso en un millón. Caí desde casi veinte metros de altura, tendrían que haberme juntado en pedacitos y parece que una vez desplomado, estaba lúcido y hasta le pasé el teléfono de mi mamá a una persona. Una de cosa de locos», cuenta.
Media tarde de jueves, Thiago salió hace un rato de la Escuela Técnica Santa Fe, donde cursa el sexto año del secundario y dice que piensa estudiar ingeniería electrónica. «Creo que me va a ir mejor económicamente, pero si fuera por mí me dedicaría a la música. Siento que me iría bien igual, pero no sé si ganaría plata. Cuando termine de hablar con vos, me esperan los chicos para ensayar, estamos terminando nuestro primer disco», comparte la ilusión que le enciende el rostro, un rostro que casi no acusa secuelas del impacto que lo desfiguró.
Se embala y se pone a hablar de K.I.A. y explica que son las siglas de Killer in Action, la banda metalera que lidera. «Soy cantante desde los seis años, edad en la que empecé a ir al conservatorio y toco todos los instrumentos, pero me especializo en batería», se pone más serio que cuando habla de su estado de salud. «Nos inspiramos en las bandas de new metal de la década del ’90 y fusionamos el heavy con el rap. Soy también el compositor de la banda», se presenta sacando chapa.

La cara de Thiago se advierte intacta, aunque él dice, en tono de broma, que «hay algunos detalles» a mejorar. «Tuve fractura de mandíbula y perdí algunas piezas dentales… Al principio tenía miedo de mirarme al espejo y no reconocerme ni yo. Los médicos hicieron un laburo increíble para reconstruírmela… Imaginate que eran un montón de huesitos destrozados. Pero volvemos a lo mismo, si ves desde dónde caí hace nueve meses y ahora estamos conversando lo más bien, hay que decir que es un milagro del nuevo Papa León XIV y del Papa Francisco», se mata de risa.
El momento de la caída
Volamos a la madrugada del miércoles 28 de agosto de 2024. Thiago se encontraba de viaje de egresados en Bariloche y la del martes 27 había sido la última noche de boliche. «Habíamos estado en Grisú y llegamos a las 5.30 al Hotel Interlaken. Pasamos por la cocina para buscar lo que se llama la quinta comida que el hotel deja preparada para los que vuelven de bailar. Había panchos, pizzas y yo agarré una hamburguesa y con los amigos nos fuimos a la habitación. Estábamos en la habitación 603 y la compartía con mis amigos Santiago, Gino e Isaías», rememora.

Sólo estaban los cuatro en la habitación, un espacio no tan amplio, pero que tenía un gran ventanal. Afuera caía agua nieve. «Eran como las 5.50 y no teníamos sueño. Yo no había casi escabiado, te juro, sólo compartí un Sex on the Beach (trago con vodka) y estábamos jodiendo con otros compañeros desde otras ventanas del hotel. Ventanas en distintos pisos pero de la misma pared, o sea que para verle la cara al otro había que sacar la cabeza, ¿entendés? En eso yo abrí una ventana de esas que se abren en V, hacia afuera y no sé por qué se me ocurre sacar el pie y la cabeza. El marco de la ventaba estaba resbaladizo por el agua nieve, patiné y me fui para adelante, hacia el vacío», detalla con una memoria, hasta ahí, sin nubarrones.
Nunca imaginó que esto podría suceder, tampoco pensó Thiago que podía «pasar hacia el lado de afuera», pero su contextura menuda le jugó un mal cálculo. «Me fui de trompa, no es que caía hacía atrás. Tuve toda la suerte que en este tipo de casos no se tiene, tanto en la caída como en el después. Yo caí en un patio interno del hotel, pero no golpeé directo con el piso, sino que cayéndome manoteé otras ventanas, por eso tuve tantos moretones en los brazos, y antes de aterrizar di de lleno con un tubo de ventilación de aluminio», indica.

La descripción que hace el rosarino es pausada y no le tiembla el pulso. «Yo no recuerdo ese instante, pero los que estaban allí dicen que estaba despierto y que le pasé el número de teléfono de mi mamá para que se comunicaran y viajara, pobre mamá…. ¿Mis amigos de la habitación? Ellos saben todo lo que fue el antes, el durante y el después. Me responden si les pregunto, sino, son bastante discretos. Pero lo primero que les pregunté es qué pensaron cuando caí y los tres me dijeron que esperaban lo peor. Gino e Isaías no bajaron, se quedaron en shock, paralizados, pero Santiago bajó y cuando vio que yo estaba hablando le volvió el alma al cuerpo», se le escapa una sonrisa.
«No tengo una explicación, ni los médicos la tienen. Sólo agradezco poder seguir estando y volver a la música», dice el adolescente.
Aparece en escena Ailén, la mamá de Thiago, que volvió a casa después de un largo día de trabajo. «Soy enfermera, veo muchos casos terribles y en caídas como las que tuvo Thiago no se suele sobrevivir, o si te salvás quedás con serias secuelas. No nos va a alcanzar la vida para agradecer, porque esto fue un milagro de Dios, él tuvo un Dios aparte. Thiago no era religioso y sí bastante cuestionador de Dios, pero ahora cayó en la cuenta que fue Dios el que lo salvó. Recorrimos varias iglesias juntos, porque pidieron por él, entonces fuimos gustosos a agradecer por las cadenas de oraciones», sostiene la mujer.

No quiere interrumpir Ailén, pero se queda un rato participando de la charla con su hijo y con Clarín. «Mirá, cuando yo llegué a Bariloche ese miércoles 28 de agosto, la médica de terapia intensiva me dijo que el toxicológico le había dado negativo para drogas y para alcohol. Y después me lo confirmo el fiscal con el informe de la causa. Me dijeron que solo tomó un fernet y ya no le quedaba plata, pensá que era el anteúltimo día. Mi deducción es que quiso hacer una broma, una pavada sin medir las consecuencias. No soy una negadora, eh, cuando me llamaron y me dijeron sobre el accidente, lo primero que pensé es que se había emborrachado», cuenta la enfermera.
Antes de retirarse, Ailén, con emoción, recuerda algunos datos que a Thiago se le pasan por alto y que reafirman el milagro del que fue protagonista: «Lleva seis cirugías y estuvo tres meses en silla de ruedas porque tenía las dos rodillas operadas y un pie. El 28 de septiembre, al mes del accidente, lo llevamos a un festival de bandas de una escuela muy conocida de la ciudad porque nos había pedido. Aunque suene loco, él estaba bien, fuerte… Hasta ese momento tenía cuatro operaciones. ¿La cara? Estaba diferente, pero a pesar de la gravedad de las fracturas en los huesos de la cara, él estaba entero.»

Cinco días después de la caída y de estar 96 horas en coma inducido, Thiago, tras una sorprendente mejoría, fue trasladado de Bariloche a Rosario, donde estuvo tres semanas más internado pero siempre lúcido. «Permitinos por favor agradecer y mencionar a los que le salvaron la vida, ¿puede ser? El traumatólogo Matías Bracali y a todo el equipo de traumatología del Sanatorio Parque de Rosario. Si hoy Thiago camina es gracias a ellos, que hicieron un trabajo maravilloso. ¿Cómo lo veo hoy a mi hijo? Con mucho menos vértigo, familiero y muy compañero nuestro», dice.
Sonríe y mira al piso Thiago, quien acepta la observación de su mamá. «Es cierto, estoy más sereno, menos enloquecido y hasta más cariñoso -confiesa-. Como que disfruto las cosas más chiquitas, las que antes daba por hechas… Estoy más atento a los espacios de ocio, a esos momentos de compartir con el otro…Fundamentalmente, lo que cambió es el valor que ahora le doy a lo humano. Estoy menos superficial y menos materialista. También me siento más sin filtro, viste, si tengo que decir algo, lo largo, no me guardo nada», enumera el estudiante que dice estar transitando «un lindo noviazgo», reconoce.
Físicamente dice estar bien «sin dolores ni molestias», aunque necesita «masa muscular. «Ando en bicicleta, voy al gimnasio de a poco y me falta hacer rehabilitación kinesiológica. Sé que con trabajo voy a poder recuperarme, tengo que tener paciencia y perseverancia, también, para volver a subirme a un escenario, que es lo que más ansias me da… Volver a hacer algún show con K.I.A es algo que me quita el sueño», cierra.
AA