Cansados de chats superfluos que no conducen a ninguna parte, de “perder tiempo” en encuentros que generan frustración o desencanto por encontrarse con alguien que no es el esperado, o con nadie en absoluto, cada vez más personas se retiran de las aplicaciones de citas. Apps como Tinder y Bumble perdieron 17 millones de suscriptores en el segundo semestre de 2024, las descargas bajaron un 20 por ciento con respecto al año anterior y las acciones de sus empresas matrices se desplomaron en la bolsa, con pérdidas que superan los 40.000 millones de dólares desde 2021, según The Economist.
Esta caída sostenida durante los últimos dos años se explica sobre todo desde un sentimiento que muchos de sus usuarios describen como “desilusión” respecto a la promesa de encontrar a su “media naranja”. Eso fue lo que le pasó a Josefina, de 26 años, exusuaria de Tinder y Bumble: “Las apps te prometen que si das tres o cuatro matches ya vas a salir con alguien que te va a encantar, pero con el tiempo te das cuenta de que no es tan fácil, y eso genera mucha desilusión”.

Deseo y decepción
La psicóloga Sol Ferraro explica que “estas aplicaciones no terminan de satisfacer las necesidades de las personas en un nivel emocional en la mayoría de los casos, ya que pueden caracterizarse por la superficialidad y la cultura del descarte”. Esta forma de “conocer” gente se sustenta sobre juicios instantáneos y en la segregación inmediata de aquellos perfiles menos atractivos, sin interesarse en conocerlos en profundidad, siempre a la espera de que el siguiente perfil sea el perfecto para ellos.

Ferraro pudo experimentar en carne propia una zona gris y poco visibilizada de estas plataformas que tiene que ver con los propios condicionamientos y sesgos con los que se manejan: llega un momento en el que, si no se generan intercambios, cada vez se reciben menos likes.
¿Por qué ocurre esto? Como funcionan por algoritmos, las apps de citas segregan y excluyen deliberadamente a todos aquellos perfiles que el resto de usuarios considera que no cumplen con los estándares deseados: de belleza, de educación, por nivel económico. De esta manera, comienzan a relegar el perfil hacia otros que tampoco tienen un número elevado de likes, hasta finalmente ocultarlos si no consiguen matches después de algún tiempo.
El principal problema para la licenciada en Psicología es que los usuarios tienen un choque entre sus expectativas y la realidad. Por eso, muchos actualmente están optando por dejar de usar estas aplicaciones. Según la empresa de investigación Sensor Tower, el número de personas que las utilizan al menos una vez al mes pasó de 154 millones en 2021 a 137 millones en el segundo trimestre de 2024.
Vínculos fast food
A la hora de hacer match la cantidad de opciones también se vuelve un problema. El investigador del CONICET Joaquín Walter Linne, en su artículo “No sos vos, es Tinder. Gamificación, consumo, gestión cotidiana y performance en aplicaciones de levante”, describe que la mayoría de las personas que utilizan estas aplicaciones poseen el imaginario de que siempre habrá candidatos más afines por aparecer. Según explica, la tendencia es la de generar vínculos amorosos tipo fast food, donde no se requiere esfuerzo, compromiso ni inversión, pero son efectivos y placenteros, aunque fácilmente descartables.

Nada personal
En este ecosistema florecieron prácticas comunes al día de hoy en la mayoría de las relaciones sociales que están mediadas por la tecnología, como “clavar el visto” o hacer ghosting, que consiste en dejar de comunicarse de forma repentina y sin explicaciones con alguien con quien ya se había establecido algún tipo de relación.
Este tipo de conductas tienen un fuerte impacto en la salud mental de los usuarios. Como explica Ferraro, “si bien la mayoría de la gente entiende las apps de citas como un juego, realmente hay muchas personas que lo vuelven personal”. Y agrega: “No sienten que el rechazo sea a la imagen en el perfil que subieron en una aplicación donde se los compara con miles de otros perfiles, sino a él o ella como persona”.
¿Venderse o quedar oculto?
Un estudio realizado por psicólogos de la Universidad Queen Mary de Londres, de la Universidad Sapienza de Roma y del Instituto de Tecnología de California determinó que una persona puede tardar entre uno y 8,7 segundos en decidir si darle like a un perfil en Tinder.
La investigación señala que la rapidez en la decisión conlleva que lo visual cobre una relevancia aún mayor que en los encuentros presenciales. Aspectos como el físico, el peso, la altura, la edad e incluso cuestiones extracorporales como el dinero, el estatus social o un determinado estilo de vida son claves para obtener la cantidad de interacciones deseadas.
Aquellos que no saben mentir o “venderse” de la manera correcta son sistemáticamente desplazados: primero por los usuarios, quienes no los encuentran atractivos respecto al resto de opciones posibles, y después por las aplicaciones.
Entonces, para muchos resulta una cuestión de supervivencia “mentir” o, más bien, enfatizar lo positivo y seductor en pos de obtener más likes y matches, lo cual estimula la autoestima, motiva a seguir utilizando la aplicación y permite interactuar con otros. Pero eso mismo es lo que las vuelve un espacio cada vez menos atractivo para quienes están en busca de algo más genuino.
A diez años del lanzamiento de las primeras apps de citas, que originalmente se planteaban como un agente democratizador en cuanto al acceso a vínculos sexoafectivos, eliminando las limitaciones espaciales gracias al uso de la tecnología, parecen haberse transformado en un espacio que muchos usuarios perciben como cada vez más excluyente y menos auténtico.
Texto: German Ariel Mondino
En el marco del Taller de Gráfica VI de la Licenciatura en Comunicación Social de la UNLAM.





