La innovación tecnológica en el aspecto bélico vuelve a sacudir el tablero de las superpotencias. Investigadores de la Universidad de Zhejiang, China, presentaron una “capa de invisibilidad aeroanfibia” que promete lo que hasta hace poco parecía ciencia ficción: conseguir que un avión o dron sea realmente indetectable por los radares.
El desarrollo ya despertó el interés del Ejército Popular de Liberación, que busca aplicarlo a su creciente flota de drones militares, pieza central en su estrategia de modernización bélica. Para Pekín, el hallazgo representa un posible salto tecnológico en un terreno donde hasta ahora Estados Unidos había marcado la diferencia con su flota de aviones furtivos.
Aeronaves «invisibles»: una carrera que no es nueva

La lógica detrás de esta tecnología sofisticada está en cómo funcionan los sistemas de detección. Los radares identifican a los aviones porque las ondas que emiten rebotan contra la superficie de la aeronave y regresan al receptor.
La propuesta de Zhejiang es distinta: emplear materiales avanzados —llamados metamateriales— que “curvan” esas ondas, haciéndolas rodear al objeto como si no hubiera nada en su trayectoria. En teoría, se trataría de una invisibilidad completa frente a sistemas que hoy detectan incluso a los aviones más sofisticados.
La búsqueda por esquivar radares no empezó en China. Desde los años 70, Estados Unidos lidera en el desarrollo de aviones furtivos con el F-117 Nighthawk —el primer modelo de ataque furtivo retirado en 2008— y posteriormente el F-22 Raptor, el F-35 Lightning II y el bombardero B-2 Spirit convirtieron a la aviación militar norteamericana en un estándar difícil de alcanzar para otras potencias.

Estas aeronaves usan materiales que absorben parte de las ondas y cuentan con diseños geométricos que minimizan la detección. Sin embargo, la invisibilidad nunca fue total: radares de largo alcance, como los Nebo-M rusos, aseguran detectar a estas naves a distancias que superan los 1.000 kilómetros.
Frente a ese escenario, China apuesta por dar un salto tecnológico. Además de esta capa de invisibilidad, el país ya desarrolla sistemas de radar apoyados en su red de satélites BeiDou. Según informó el medio South China Morning Post, este mecanismo podría detectar sutiles refracciones en el aire cuando pasa un avión furtivo.
Los metamateriales, la clave

La clave de esta innovación son aquellos compuestos sintéticos diseñados para manipular ondas electromagnéticas de una forma que no ocurre en la naturaleza, en los que China lleva más de una década experimentando.
Los radares convencionales detectan aeronaves porque emiten ondas que rebotan en las superficies metálicas y vuelven al receptor. Lo que proponen los investigadores chinos es que esas ondas se desvíen y “rodeen” el objeto, como si nada hubiera en su trayectoria.
El empresario Liu Ruopeng, apodado “el Elon Musk chino”, trabaja en este campo desde mediados de los 2000, con la idea de aplicarlos a aviones de quinta generación como el J-20 “Mighty Dragon” o el J-35.
La manipulación del espectro electromagnético es un viejo anhelo en el campo militar. La diferencia ahora es que los investigadores chinos aseguran haber alcanzado un grado de control inédito que abarca no solo microondas o frecuencias limitadas —como ocurría con desarrollos anteriores en EE.UU. o Europa—, sino un espectro más amplio, incluso con porciones visibles e invisibles para el ojo humano.
De confirmarse en pruebas operativas, este avance no solo representaría un perfeccionamiento de la tecnología furtiva, sino un salto cualitativo.En términos militares, podría implicar que un avión de combate o un enjambre de drones ingresen a un espacio aéreo enemigo sin activar alarmas hasta que sea demasiado tarde.
No es la primera vez que se habla de capas de invisibilidad.
En 2013, científicos de la Universidad de Texas habían presentado un prototipo capaz de ocultar objetos de las microondas. Tres años más tarde, investigadores británicos desarrollaron una “capa de ondas superficiales” que hacía que las superficies curvas parezcan planas al contacto con frecuencias electromagnéticas. Sin embargo, estos avances estaban limitados en alcance y aplicabilidad.
El desafío para China será demostrar que su nuevo invento funciona en condiciones reales de vuelo y combate, y no solo en laboratorio. Si lo logra, el cambio en la balanza estratégica sería significativo e imperdonable para Estados Unidos.
SL