El fentanilo se ha convertido en un tema clave en la relación entre China y Estados Unidos, luego de que algunos políticos y funcionarios estadounidenses, incluido el Presidente de Donald Trump, acusaran al gigante asiático de facilitar la llegada a su país de precursores químicos utilizados para la producción ilícita de este potente opioide.
Como respuesta, China defendió sus políticas de control de sustancias y señaló que EE.UU. debería reconocer sus propios problemas internos en la lucha contra el abuso del fentanilo.
Funcionarios del Ministerio de Seguridad Pública de China aseguraron, este miércoles, que Estados Unidos ha socavado la cooperación bilateral antinarcóticos al imponer aranceles a productos chinos por el fentanilo.
Desde el gobierno chino insisten que implementaron regulaciones estrictas y que cualquier señalamiento en su contra es un intento de desviar la atención de la crisis sanitaria que enfrenta Estados Unidos en la actualidad.
«China ejerce un control estricto sobre la fabricación, venta, transporte, importación y exportación de estas sustancias. Hemos creado una red de laboratorios altamente especializados para su fiscalización y utilizamos tecnología avanzada, como la resonancia magnética nuclear, para detectar la producción ilegal», afirmó uno de los oficiales presentes en el encuentro que estuvo presente Clarín, en Beijing.
El gobierno de Trump, a través de entidades como la DEA y el Departamento de Estado, sostiene que China es el principal origen de los precursores químicos utilizados para la producción ilícita de fentanilo.

Los oficiales del Ministerio de Seguridad Pública chino rechazaron estas acusaciones y subrayaron sus esfuerzos para controlar el fentanilo y sus precursores.
Entre sus argumentos, destacaron que China fue pionera en el control total del fentanilo en 2019, antes que EE.UU. implementara regulaciones similares.
Explicaron, ante diversos medios de todo el mundo, que el país asiático mantiene un estricto sistema de supervisión en la producción y exportación de precursores químicos, con tecnología avanzada para rastrear su uso. Y aseguraron que no hay evidencia de exportaciones ilícitas desde China hacia EE.UU. en los últimos años.

El gobierno chino insiste en que la raíz del problema no está en la oferta, sino en la demanda dentro de EE.UU., donde el abuso de opioides ha sido alimentado por décadas de prescripciones médicas descontroladas.
Por otro lado, Pekín criticó duramente la decisión de Washington de imponer aranceles comerciales basándose en la cuestión del fentanilo. «Estados Unidos consume el 80% de los opioides del mundo, a pesar de representar solo el 5% de la población global. La crisis se origina dentro de EE.UU., no en China», afirmaron las autoridades chinas.
Los funcionarios del Ministerio de Seguridad Pública de China negaron de manera vehemente cualquier involucramiento en la producción irregular o el contrabando de la sustancia y condenaron los recientes aranceles comerciales impuestos por Washington bajo esta justificación.

Esta disputa no solo tiene consecuencias en el ámbito de la salud pública, sino que también está vinculada a tensiones comerciales y diplomáticas entre ambas potencias.
Las acusaciones estadounidenses surgen en un momento de creciente tensión. Desde la toma de posesión del presidente Donald Trump en enero, EE.UU. ha anunciado dos rondas de aranceles sobre productos chinos, alegando que Pekín no estaría cooperando lo suficiente para contener la circulación del opioide sintético.
Este conflicto sobre el fentanilo ocurre en un contexto más amplio de rivalidad entre las dos mayores economías del mundo. Y desde la perspectiva de Pekín, las acusaciones sobre el fentanilo son solo una excusa más en la estrategia de Washington para debilitar a China en el escenario internacional.