
América Latina se encuentra en un punto de inflexión para el desarrollo de su red logística. Así lo sostiene el nuevo Latin American Economic Outlook 2025, elaborado por la OCDE, CAF y la Unión Europea, que alerta sobre las brechas estructurales en infraestructura y los altos costos de transporte que todavía limitan el crecimiento del comercio intrarregional.
Según el estudio, los costos logísticos dentro de América Latina son en promedio un 15% más altos que en la Unión Europea, una diferencia que refleja las debilidades históricas en conectividad terrestre, marítima y ferroviaria. Este desequilibrio, advierte el documento, obstaculiza la integración económica y restringe el desarrollo de nuevas relaciones comerciales entre países de la región.
El desafío no es menor: mientras otras economías emergentes lograron aprovechar el auge de las cadenas globales de valor, gran parte de América Latina aún depende de exportaciones de bajo valor agregado y enfrenta un rezago estructural en infraestructura. Para revertir esta tendencia, el informe plantea la necesidad de una planificación logística integral, con inversiones sostenidas en corredores multimodales y políticas que favorezcan la eficiencia del transporte y la interoperabilidad regional.
En ese contexto, China emerge como un actor clave en el desarrollo de infraestructura logística latinoamericana. Entre 2005 y 2022, el país asiático financió 228 proyectos en la región, por un total de USD 104.200 millones, de los cuales 90 correspondieron al sector transporte. Solo entre 2020 y 2022, se concretaron 57 proyectos de transporte con capital chino, marcando una clara expansión del país en los principales corredores estratégicos del continente.
El documento destaca que la participación china se concentra en obras portuarias, ferroviarias y de carreteras, concebidas para optimizar el flujo comercial con Asia y reducir los costos de exportación de materias primas. Estas inversiones, además de aportar infraestructura física, reconfiguran la posición geopolítica de América Latina dentro de las cadenas globales de suministro.
Sin embargo, el informe también advierte que esta expansión debe ir acompañada de mayores estándares de transparencia, sostenibilidad y gobernanza, ya que un 35% de los proyectos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta enfrenta críticas por su impacto ambiental o por falta de información pública sobre su financiamiento.

El Latin American Economic Outlook 2025 menciona como ejemplo paradigmático el megapuerto de Chancay, en Perú, inaugurado en 2024. Considerado la mayor inversión china en la región, el proyecto demandó USD 3.600 millones y aspira a mover USD 4.500 millones anuales en comercio, además de generar 8.000 empleos directos.
Chancay busca convertirse en un hub logístico que conecte Sudamérica con Asia, aliviando la dependencia de los puertos del Pacífico Norte. Su diseño permite operar buques de gran calado y reducir los tiempos de tránsito en hasta diez días hacia los principales destinos asiáticos.
La CAF, por su parte, brinda asistencia técnica para desarrollar la visión integral del corredor logístico Chancay–Callao, un eje que aspira a vincular la costa peruana con los centros productivos del interior del país y, a futuro, con redes regionales de transporte multimodal. El objetivo es que la nueva infraestructura no funcione de manera aislada, sino que integre a las cadenas productivas nacionales y fortalezca la competitividad regional.
El informe concluye que América Latina necesita transformar su actual mapa de inversiones en una red logística verdaderamente integrada, capaz de conectar zonas productivas con mercados internacionales y, al mismo tiempo, de impulsar la resiliencia frente a disrupciones globales.
En un contexto de creciente reconfiguración del comercio mundial —marcado por tensiones geopolíticas y por la búsqueda de cadenas de suministro más cortas y seguras—, la región tiene una oportunidad única para reposicionarse como un actor estratégico.
Pero para aprovecharla, advierte la OCDE, será necesario priorizar proyectos con enfoque regional, coordinación público-privada y criterios de sostenibilidad, de modo que las nuevas obras no solo faciliten el transporte, sino que promuevan desarrollo inclusivo y diversificación productiva.
La infraestructura, concluye el informe, ya no puede pensarse como un gasto, sino como un motor esencial de competitividad y cohesión para América Latina.





