El próximo 13 de mayo se realizará en la Ciudad de Beijing el Foro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC)-China. Este Foro, creado hace diez años, será el escenario de la IV reunión ministerial entre el ambicioso mecanismo de integración regional y el gigante asiático.
La CELAC está constituida por 33 países miembros, representa aproximadamente el 8% de la población mundial (con un poco más de 600 millones de habitantes) y cerca del 6% del Producto Bruto Global. La República Popular China, por su parte, representa a un quinto de la población del mundo con 1.400 millones de habitantes, y cerca del 20% de la economía planetaria.
Desde la puesta en funcionamiento del Foro CELAC-China, se han realizado más de cien actividades, que incluyen tres reuniones ministeriales, ocho diálogos de cancilleres, y 32 subforos de trabajo y cooperación que abarcan campos como tecnología, comercio, economía, industria, cultura, agricultura, juventud, alivio de la pobreza, deportes, aeroespacial, entre tantos otros. Es más, en diciembre del año pasado, en mi calidad de vicepresidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (COPPPAL), participé del IV Foro de Partidos Políticos CELAC-China en la ciudad capital de Beijing, que se constituye en otra instancia institucional de vínculos, diálogos, entendimientos y cooperación, con la suficiente amplitud para el planteo de iniciativas y agendas.
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Concretamente, el Foro CELAC-China ofrece una plataforma que procura promover el desarrollo y la cooperación con el país que más incrementó su presencia en términos de intercambio comercial e inversiones en la región durante los últimos veinte años, consolidándose -a su vez- como uno de los principales socios comerciales de muchos de los países de América Latina; vínculo que también avanzó en el ámbito de la cooperación política y las relaciones diplomáticas. Hay un dato que debe llamar la atención: dentro de los países miembros de la CELAC, sólo tres a la fecha mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán: Paraguay, Guatemala y Haití. Vale aclarar que, hace veinte años atrás, el número de países de la región que sostenían relaciones diplomáticas con Taipei era bastante superior.
¿Por qué es relevante este Foro? Porque se presenta como una amplia plataforma para seguir intercambiando, para impulsar un mayor desarrollo y para trabajar en uno de los grandes desafíos que tenemos como región con el gigante asiático: negociar en condiciones más equitativas ante las notorias asimetrías que impone su economía. Una articulación regional nos permite posicionarnos en mejores condiciones para fortalecernos y ganar relevancia. Está claro que valemos más unidos que separados. Por eso, el diálogo político, la coordinación ministerial, la constancia y el sostenimiento del compromiso con estas agendas de cooperación y promoción resultan fundamentales.
En política exterior, los intereses están siempre en juego, y cuando se abandonan espacios, otros los ocupan —más aún en tiempos tan agitados y convulsos como los que vivimos hoy.
No es novedoso que transitamos una transición de poder en el mundo que, como se percibe, se desplaza de Occidente a Oriente, generando reconfiguraciones y fragmentaciones. El profesor e investigador internacional Juan Gabriel Tokatlian, describe el estado actual de la organización del mundo como el de un “orden no hegemónico”, donde no hay ningún país o coalición de países con capacidad de hegemonía universal y plena, como lo fueron EE.UU. luego del colapso de la Unión Soviética.
Frente a este escenario turbulento, marcado por la incertidumbre y el aumento de las tensiones comerciales, resulta fundamental insertarnos mejor como región en el mundo y no perder espacios ni oportunidades. El vínculo con China -no como estrategia única sino como una importante-, abre horizontes de mayores posibilidades para el desarrollo y el crecimiento.
¿Por qué afirmo esto? Porque China se sigue sosteniendo como la economía más complementaria con la región y la que más rápido crece. A la fecha ocupa, en términos de volumen, el segundo lugar en el mundo después de la de EE.UU., pero saca ventajas cada vez más firmes en la innovación y las tecnologías de punta donde sobresale el avance chino en inteligencia artificial y robótica. Es también fuerte en todo lo referido al capital intensivo y los servicios; y en su singular capacidad en lo relativo a la producción con mano de obra intensiva, cada vez más sofisticada y de mejor calidad. Ha realizado un riguroso proceso de transición energética, donde se destaca su avance en la energía nuclear, solar, eólica e hidroeléctrica, que han impactado en la reducción de emisiones y la contaminación. Se ha consolidado como el país que más kilómetros construyó en vías de trenes de alta velocidad, superando los 30.000 kilómetros.
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Durante el año 2022, el país asiático produjo seis millones de autos eléctricos, pero en el año 2024 llegó a producir treinta millones de unidades, con avances sustanciales en la tecnología y el diseño. Los cambios en la inteligencia artificial son notorios: el avance realizado en el 2024 es más significativo que el acumulado durante los diez años anteriores. China cuenta con la estación espacial el “Palacio Celestial”, y ya incursionó con robots en la Luna y en el planeta Marte.
Además, China ha sacado a más de 700 millones de personas de la pobreza y erradicado las formas de pobreza extrema en su país. En 1978, China era uno de los países más pobres del mundo, y representaba solo el 5% del Producto Bruto Mundial.
Integrarnos negociando más beneficios para la región, con realismo y pragmatismo en lo relativo a las agendas recién mencionadas, es una ventana que se abre con el Foro CELAC-China. En definitiva, diversificar la articulación en el campo de la investigación y el desarrollo, avanzar en la cooperación espacial, sumar eslabones a las cadenas de valor, procurar más transferencia de tecnologías, más inversiones orientadas a incorporar el máximo valor agregado final a nuestras exportaciones, es un camino interesante para nuestros países, porque sin dudas impactará en la calidad de vida de nuestros pueblos.
América Latina es una región relevante, con enormes reservas de recursos, libre de conflictos armados interestatales y de armas de destrucción masiva. No obstante, según el Banco Mundial, es la región más desigual del planeta, y según las Naciones Unidas la más insegura. Por lo tanto, el desafío es construir sociedades más justas y seguras. El diseño de una inserción internacional que cuide nuestros intereses, y que nos permita ganar protagonismo en la cuarta revolución industrial o de la “Industria 4.0” como actores centrales y no en la periferia y en la desunión, es fundamental para lograr el objetivo citado. Por eso, aprovechar todas las ventanas de oportunidad posibles es el criterio que debe guiarnos, evitando la hiperideologización, y desarrollar las políticas necesarias para integrarnos con más unidad regional e inteligencia al mundo.
*Director del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte” de la Universidad Nacional de Lanús.
MC / Gi