La sensibilidad estética, o eso que a veces llamamos “buen gusto”, no pertenece a ninguna clase social. El hecho de que las clases más altas sean las que tienen un mayor acceso a la belleza se explica por el poder adquisitivo, no porque la mirada estética les pertenezca. De hecho, la gran mayoría de los diseñadores, artistas y maquilladores que marcan tendencias y estilos (algunos desde la dirección de grandes marcas) tienen un origen humilde.
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