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Claudia Piñeiro, veinte años no es nada

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La noche del 25 de octubre de 2005, Claudia Piñeiro metió en la pequeña mochila de su hijo tres libros: La loca de la casa, de la española Rosa Montero; Rosa de Miami, del argentino Eduardo Belgrano Rawson; y Ensayo sobre la ceguera, del portugués José Saramago. Su expectativa era conseguir una dedicatoria de los tres narradores que formaban el Jurado de Honor del Premio Clarín Novela de ese año, en el que ella, excontadora con una década de talleres de escritura, de dramaturgia, un par de reconocimientos y dos libros publicados, era finalista. Es probable que los libros hayan regresado a su casa esa noche sin las firmas. Ella, por su parte, se retiró de la ceremonia del Malba con un cheque por 100.000 pesos, la estatuilla de Antonio Pujía y la certeza de que su libro, Las viudas de los jueves, sería publicado por el sello Alfaguara.

Es lunes y los ventanales de su departamento balconean sobre decenas de copas de árboles que no se deciden entre el amarillo otoñal y el verde intenso del verano. Claudia Piñero dice que recuerda perfectamente esa noche. Recuerda la mochila, los tres libros y la voz del locutor al revelar su seudónimo, Gato Raluz. Recuerda, también, que cuando se abrió la plica y lo que sonó fue su nombre, Claudia Piñero, ella pensó: «Al fin».

«La sensación fue que al fin aparecía una oportunidad«, recuerda ahora sentada en un sofá del living, vestida con pantalón y blusa clara, un pañuelo gris en el cuello. Años antes, con las bases del Premio La Sonrisa Vertical de narrativa erótica en las manos, ella había pensado que si se esforzaba, podía probar la calidad de su escritura. Y la novela resultante quedó entre las finalistas. Antes de eso, incluso, había pensado que, si se esforzaba, podía dejar a un lado su carrera de contadora y dedicarse a escribir. Y había sido posible también. «Pensé que después de esta oportunidad, podían aparecer otras y es lo que pasó», agrega y sonríe.

Lo que pasó es una carrera que no se detuvo. A los pocos meses, Las viudas de los jueves se publicó efectivamente y a ella siguieron la reedición de Tuya; en 2007, Elena sabe; en 2009, Las grietas de Jara; en 2011, Betibú; en 2013, Un comunista en calzoncillos; en 2015, Una suerte pequeña; en 2017, Las maldiciones; en 2020, Catedrales; en 2022, El tiempo de las moscas; y en unos días La muerte ajena, una historia sobre sexo, prostitución vip y poder en el siglo XXI, que sin dudas dará que hablar.

También hay muchas piezas teatrales con la firma de Piñeiro, hay libros infantiles (Un ladrón entre nosotros es un clásico en las escuelas), dos volúmenes de cuentos, uno de artículos, ensayos y conferencias y los guiones de la serie El Reino, junto a Marcelo Piñeyro. Hay premios, hay compromiso con el feminismo, hay debates, hay columnas radiales… Y ahora, esta mañana soleada, hay una charla sobre una novela que comienza cuando una joven escort, desnuda, cae desde un quinto piso de Recoleta en el que estaba junto a un empresario de doble apellido. ¿Suicido? ¿Asesinato? ¿Les suena?

La escritora Claudia Piñeiro en su casa del barrio de Palemo. Foto: Mariana Nedelcu.
La escritora Claudia Piñeiro en su casa del barrio de Palemo. Foto: Mariana Nedelcu.

–Prostitución VIP, poder y la política, elegiste un tema complejo.

–Las relaciones entre el poder y la sexualidad han existido siempre. Eso no es nuevo, pero lo que sí es nuevo es la exposición a la que estamos sometidos por ciertos personajes. Si en otra época, todo esto existía puertas adentro (ahí sí sin ningún pudor), nosotros no llegábamos a verlo, acá tenemos una exposición de la sexualidad de muchos personajes tanto de la política como magnates del mercado digital, que al mismo tiempo exhiben posiciones ultraconservadoras desde las que rechazan la legalización del aborto, la transición de género y otros derechos.

–Hay un aspecto de esa sexualidad en esta novela que es la prostitución, aunque Juliana, la chica que cae al vacío en el inicio de la historia, rechaza esa palabra y la diferencia de su trabajo, que es ser acompañante, escort. ¿Vos compartís esa diferencia?

–A mí me parece que son distintas formas de nombrar lo mismo y no necesariamente desde el punto de vista de la mujer que ejerce estas profesiones, sino del hombre que aclara que no contrata prostitutas sino que elige acompañantes. Y una piensa que en definitiva no hay tanta diferencia. También me parece que en ese sentido hay una posición socioeconómica en el centro: en ciertos niveles, está mejor visto un tipos que se hace acompañar por escorts, que las lleva de viaje en barco o a una cena y que descarta que eso sea prostitución.

Si tuviera que definirme, diría que no soy abolicionista. Creo que si una mujer decide que necesita trabajar de esto o quiere o elige porque no tiene otra opción, yo la respeto.

–El tema de la prostitución abre un debate al que la novela no escapa entre abolicionismo (quienes consideran que hay que terminar con la venta de sexo) y el reglamentarismo (quienes consideran que es un trabajo como cualquier otro y que debe ser regulado para proteger a las mujeres). El libro no defiende ninguna de las posiciones aunque las recorre, pero ¿cuál es la tuya?

–Yo creo que lo interesante es la propia incomodidad de la pregunta. La protagonista de la novela, que es periodista, no termina de responder a esa pregunta y quizás yo tampoco termino de respondérmela al cien por ciento. Si tuviera que definirme, diría que no soy abolicionista. Creo que si una mujer decide que necesita trabajar de esto o quiere o decide no tiene otra opción, yo la respeto. Pero también entiendo muchas de las cosas que plantean las abolicionistas cuando se preguntan hasta qué punto se trata de una decisión. Y luego tenemos a las mujeres que se prostituyen y que nos preguntan por qué se le pone tanta carga al cuerpo. ¿Cuál es la diferencia entre trabajar con el cuerpo de esta manera o limpiar baños en un McDonald’s donde te pagan dos mangos y te maltratan? Y hay que aceptar que tampoco debe haber una elección de limpiar baños. Hay muchas muchas cosas para pensar ahí.

–La novela plantea un antagonismo entre dos personajes que sí tienen miradas muy claras al respecto. Por un lado, Pablo, la pareja de la protagonista, que escribe un libro para darle voz a los consumidores de prostitución. Por otra parte, Leticia Zambrano, la editora de la protagonista, que denuncia la explotación de las escorts. No es la primera vez que le ponés voz a una argumentación que es la opuesta a la tuya. ¿Cómo construís esas argumentaciones sin traicionarlos?

–Yo creo que que eso lo aprendí con la directora de televisión María Inés Andrés, que era mi profesora de guión y nos obligaba a ponernos «en los zapatos del personaje». Nos decía: «Vos tenés que caminar con esos zapatos», y desde ese lugar defender sus convicciones. Porque nadie se considera a sí mismo una mala persona o que dice inmoralidades o que sus acciones son inmorales. Todos pensamos que actuamos más o menos bien en la vida. Entonces, cuando construyo estos personajes, de lo que se trata es de entender la cabeza, cuál es el pensamiento que justifica esas acciones. Y en ese punto, Leticia Zambrano habla desde un extremo y el novio de Verónica está en el otro extremo aunque se considera feminista, es decir hace como un pinkwashing para parecer más progresista. Y además de ellos, hay otro personaje que es un hombre que consume los servicios de una escort y que da sus explicaciones sobre eso. Esa voz es la que más me costó. No podía dedicarle toda una parte de la novela, como pasa con la editora o Pablo o la protagonista, Verónica Balda. A este hombre me costaba muchísimo sostenerlo, le di un espacio pero no pude extenderme porque es una voz que me resulta muy difícil de traer.

La escritora Claudia Piñeiro en su casa del barrio de Palemo. Foto: Mariana Nedelcu.La escritora Claudia Piñeiro en su casa del barrio de Palemo. Foto: Mariana Nedelcu.

–Ese hombre se justifica diciendo que es un intercambio, que su mujer menopáusica ya no encuentra interés el sexo y él sí sigue necesitándolo, de manera que contrata ese «servicio», sin comprometer el amor que siente por su esposa.

–Creo, y no solo hablo de esta novela sino que sucede con muchas teorías que dan vueltas por ahí, que cuando están bien vendidas logran que pase eso, que pensemos: «Bueno, no deja de tener razón, el señor». Y justo así es como se mueven los parámetros en la sociedad, cuando justificamos algo porque, aunque es totalmente descabellado, tiene una lógica que cierra en sí misma. Este fin de semana, leí un artículo que escribió la ensayista y novelista Siri Hustvedt en el que trae la palabra sanewashing para referir a «dar un aire de sensatez a lo que no es más que una locura». Me pareció extraordinaria esa idea de darle una lavadita a ciertas cosas para que parezcan dentro de lo normal cuando son anormales. Hay mucho de eso en lo cotidiano y en la sociedad de hoy en día.

Lo común es que usen a esas mujeres mientras las necesita y luego las descarten. Lo vemos permanentemente y en la política argentina lo hemos visto en estos últimos tiempos de una manera escandalosa.

–Toda esa supuesta coherencia, de todos modos, se derrumba cuando ese acuerdo tan ecuánime con la escort se rompe. Entonces, mostrás la verdadera naturaleza de lo que pasaba entre ellos. ¿Cómo construiste eso sin traicionarlo en su lógica?

–Me parecía que era importante mostrar eso, porque si no podía parecer un señor que termina teniendo una relación amorosa y cuidadosa con una prostituta. Y aunque puede haberlos, sabemos que no es lo común. Lo común es que usen a esas mujeres mientras las necesita y luego las descarten. Lo vemos permanentemente y en la política argentina lo hemos visto en estos últimos tiempos de una manera escandalosa, impúdica, y eso me parece muy impactante.

–Precisamente sobre esa relacíón entre política y prostitución, en la novela aparecen por un lado, crónicas periodísticas que no son realmente textos periodísticos, pero también otros textos informativos que dan cuenta del uso que la política hace del sexo, que sí son reales aunque son tan escandalosos que parecen ficción. ¿Por qué elegiste sumar esos textos?

–Y además hablan de políticos que quisiéramos pensar que no estaban involucrados en ese tipo de prácticas. Por ejemplo, Gobiernos que utilizan la prostitución para agasajar a invitados, cumbres de estados en los que llegan presidentes y mujeres que trabajan como escorts, como si fuera un servicio más: desayuno americano y sexo pago… Es muy impactante. No es que me sorprenda, después de todo lo que investigué para este libro. De hecho, me quedaron un montón de estas referencias reales afuera porque tampoco podía llenar la novela de casos, pero a mí me encanta que la investigación vaya abriendo nuevos lugares y referencias.

–La novela también problematiza la idea de verdad. Al incio, la periodista asegura que se sabe lo que se sabe, «eso es periodismo», dice. Al final, Verónica Balda opina que «la verdad que busca el periodismo es siempre provisional, nunca acabada, nunca total». ¿Qué pasa con la verdad hoy?

–La novela es muy contemporánea en ese sentido, hay versiones de la verdad, nunca una única verdad, porque esas son las versiones de la verdad y cada uno decide cuál es la versión que le parece más adecuada. De hecho, es la primera vez que yo hago tanto cruce entre realidad y ficción. Todas mis otras novelas son puramente ficción. Claro que una puede mirar el mundo y la sociedad donde vivimos, pero siempre son ficciones. Pero esta tiene dos cosas para mi gusto muy fuertes que están basadas en hechos reales, aunque aparezcan cambiadas, La primera es el disparador de la novela, que es esta chica que cae desde un quinto piso. Hace poco una chica brasileña llamada Emmily Rodrigues cayó desde una ventana en Recoleta y todavía hoy no sabemos qué pasó. Una de las cosas que me impactó mucho era ver a su padre en los canales de televisión, sorprendido por todo esto y ajeno a la supuesta actividad de su hija como acompañante. Ese fue un disparador. Y luego, también tome una investigación periodística real para construir la que hacen Verónica y su jefa y que denuncia que una militante de valores ultraconservadores ejerce la prostitución.

La escritora Claudia Piñeiro en su casa del barrio de Palemo. Foto: Mariana Nedelcu.La escritora Claudia Piñeiro en su casa del barrio de Palemo. Foto: Mariana Nedelcu.

–Ellas se preguntan si hay que revelar que se prostituye.

–Porque la novela también trabaja con todo este debate sobre si hay mujeres de la prostitución también en la política. Obviamente, cualquier mujer puede trabajar en la política. Y cualquier hombre. Lo que plantea la novela es que no son elegidas por una vocación o interés genuino en la polítca sino que son necesarias para cumplir con el cupo femenino, son fáciles de de reclutar, son personas bastante incondicionales en un punto y van a acatar lo que se les ordene. Entonces, para esos políticos, es un campo regio del cual tomar personas para su lista. Para nosotros es una desgracia.

–De todos modos, Juliana, la acompañante de la novela, en un momento hace algo inesperado. ¿Qué le pasó?

–Lo que le pasa no tiene que ver con su trabajo sexual sino con que se da cuenta a qué fines ella está ayudando. Si bien se va metiendo de a poco en ese partido político, en un momento se da cuenta de que está en riesgo también gente que ella aprecia y le hacen sentido cosas que le ha dicho su padre en su momento y otras cosas que estaba dejando pasar por alto porque le era más cómodo. Y acá hay otro tema que tiene que ver con una cuestión bastante contemporánea de que muchas chicas de clase media e incluso de clase media acomodada, que no pensamos que podrían estar metidas en este tipo de trabajo, pero lo están o lo han estado para pagarse sus estudios o para poder tener una vida a la que no podrían acceder con una profesión tradicional. Después de la pandemia, aparecieron ciertas actividades de ingreso rápido, que tienen que ver con el juego, con las apuestas y con el acompañamiento VIP. Hay toda una generación que ha quedado huérfana de futuro y de posibilidades, que se hacen una página en Only Fans o que graban los audios eróticos que se compran en otras plataformas. Son trabajos, sí, pero a su vez están muy en el límite de la prostitución.

–Hay en tu obra muchas mujeres que sostienen matrimonios sin amor, que desde la mirada de la escort también es una manera de la prostitución. ¿Qué te interesa de eso?

–Es un tema que me interesa, esa contradicción que hay en muchas parejas. Cada uno sabrá cuál es ese intercambio que sostiene con el otro porque también hay un intercambio en cualquier pareja. Desde un lugar absolutamente pacato y conservador, todo está mal. Acá se trata de abrir un poco la cosa y decir, ¿por qué esto está mal y esto otro no? Otro tema que siempre me interesó muchísimo es el de la hipocresía, eso de decir una cosa hacia a fuera y otra hacia adentro. En este caso de la prostitución, es cierto que hay mucho hacia adentro, pero lo que pasa que en el siglo XXI, hay mucho hacia fuera y eso es sobre lo que gira la novela.

La escritora Claudia Piñeiro en su casa del barrio de Palemo. Foto: Mariana Nedelcu.La escritora Claudia Piñeiro en su casa del barrio de Palemo. Foto: Mariana Nedelcu.

–Tampoco es la primera vez que una protagonista de tus novelas es periodista. ¿Cómo te relacionás con los medios de comunicación?

–A mí me interesa muchísimo todo lo que es la noticia y el periodismo. Siempre me interesó muchísimo. Betibú es mi novela más periodística, pero todas tienen algo, en todas hay algún personaje o alguna forma de mirar el mundo a través del periodismo. Por otra parte, el periodismo radial me encanta porque soy columnista del programa de una gran periodista que es María O’Donnell, que me da esa oportunidad hace muchos años. De hecho, en algún momento después de haberme recibido de contadora, intenté empezar a estudiar periodismo, había hecho un curso de periodismo de revistas, cosas de guión y mi primer trabajo (después de salir de la esfera de las ciencias económicas) fue en Editores Asociados, donde ya estaban editoras como Alejandra Prokupec, Adriana Lorusso y Mónica López Ocón al frente de las grandes revistas femeninas. Yo aprendí muchísimo con todos ellas y con Oskar Blotta.

–Hace 20 años ganaste el Premo Clarín Novela. ¿Quién eras en 2005?

–Cuando gané el premio yo llevaba diez años preparándome, estudiando, haciendo cursos, escribiendo en el taller de Guillermo Saccomanno. En ese momento, tenía un libro para chicos publicado en la editorial Edebe de Barcelona (gracias a un concurso) y la novela Tuya en Colihue. En 2005, estaba escribiendo Las viudas de los jueves, tratando de ver si algún día alguien me la iba a publicar o no y cuando vi la convocatoria al Clarín, pensé que podía terminarla para participar. Cuando descubrí mi seudónimo entre los 10 finalistas, busqué los tres libros que más me habían gustado de cada uno de los miembros del jurado y me dije: «Yo, aunque sea, me llevo los libros firmados». Que ellos hubieran leído la novela, para mí ya era un premio. Y cuando escuché mi nombre, pensé: «Al fin se me da la oportunidad. Ya veré despúes qué es lo que puedo hacer con esto».

Claudia Piñeiro básico

  • Nació en el Gran Buenos Aires en 1960. Es escritora, dramaturga, guionista de TV y colaboradora de distintos medios gráficos.
  • Ha publicado las novelas Las viudas de los jueves, Tuya, Elena sabe, Las grietas de Jara, Betibú, Un comunista en calzoncillos, Una suerte pequeña , Las maldiciones, Catedrales y El tiempo de las moscas.
  • En 2018, Alfaguara publicó sus cuentos reunidos en Quién no, un volumen con sus obras de teatro, Cuánto vale una heladera y otros textos de teatro, y Escribir un silencio, que compiló por primera vez sus textos de no ficción.
  • Por su obra literaria, teatral y periodística, ha obtenido diversos premios nacionales e internacionales, entre otros el Premio Clarín de Novela, el Premio LiBeraturpreis, el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, el Premio Rosalía de Castro del PEN (Club de Poetas, Ensayistas y Narradores de Galicia), el Premio Pepe Carvalho del Festival Barcelona Negra, el Premio Dashiell Hammett de la Semana Negra de Gijón, el Premio Negra y Criminal del Festival Tenerife Noir, el Premio Best Novel del Festival Valencia Negra y fue finalista del International Booker Prize 2022 con la traducción de Elena sabe al inglés.
  • Como coautora, junto con Marcelo Piñeyro, de la serie de TV El Reino, obtuvo el Premio Platino a Mejores creadores de series.
  • Varias de sus novelas han sido llevadas al cine y sus obras teatrales se representan de manera continua. Es una de las escritoras argentinas más traducidas a otros idiomas, lo que hace que sus libros sean leídos y disfrutados por miles de lectores en todo el mundo.

La muerte ajena, de Claudia Piñeiro (Alfaguara).

Redacción

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