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viernes, septiembre 5, 2025

Coalición Republicana 2.0

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El politólogo italiano Giovanni Sartori observó que los regímenes presidencialistas tienden a funcionar mejor en sistemas bipartidistas. Bajo estos sistemas los gobiernos pueden construir mayorías más estables. Hasta la creación del Frente Amplio el sistema de partidos en Uruguay fue bipartidista (los pocos partidos pequeños casi no tenían representación parlamentaria). Durante esos años, con contadas excepciones, la democracia funcionó bien. El Partido Nacional y el Partido Colorado tenían miradas diferentes sobre varios asuntos relevantes de la época, pero en lo sustancial estaban de acuerdo, y siempre compartieron los valores democráticos, republicanos y de liberalismo político. Cada una de esas miradas representaba el sentir y el pensar de más o menos la mitad de los uruguayos. El sistema era bipartidista porque, tanto la oferta como la demanda se aglutinaban en torno a esas dos miradas.

En los gobiernos posteriores a la dictadura el sistema pasó a ser tripartidario. Pero eso duró poco. El Frente Amplio había introducido una mirada radicalmente diferente sobre los grandes asuntos del país, combinada con la falta de una adhesión clara a los valores democráticos, republicanos y de liberalismo político (algunos partidos que lo integran son directamente opuestos a estos valores). Esto llevó a un reagrupamiento de los partidos y los ciudadanos en torno a dos bloques con profundas diferencias filosóficas. Así, el tripartidismo, emergido en 1971, evolucionó hacia un nuevo bipartidismo: de un lado los partidos fundacionales y del otro el Frente Amplio. La introducción del balotaje facilitó el proceso. El ultimo gobierno colorado fue un gobierno parcialmente de coalición con el Partido Nacional, y durante los tres gobiernos frentistas ambos partidos practicaron una oposición relativamente articulada. En paralelo, la gran mayoría de los ciudadanos blancos y colorados empezaron a sentirse parte de una misma comunidad política, minimizando aquello que durante décadas los había dividido.

En las elecciones de 1999 a 2014 los partidos fundacionales compitieron en octubre y, luego, se apoyaron mutuamente en noviembre. Pero, solo en eso actuaron como bloque electoral. En 2019, Lacalle Pou decidió avanzar. En agosto lanzó la idea de un gobierno de coalición entre ambos partidos fundacionales, el Partido Independiente y dos nuevos partidos no identificados con la izquierda tradicional. Hasta octubre Lacalle Pou recorrió el país con los programas de los 5 partidos. Con ellos firmó una alianza y una propuesta común de gobierno, titulada “Compromiso para el país”. Con este documento en sus manos, y acompañado por los candidatos de esos partidos, Lacalle Pou ganó las elecciones. Había nacido la Coalición Multicolor, versión 1.0 de la Coalición Republicana.

Desde ese momento, y a pesar de haber gobernado durante cinco años, el impulso coalicionista parece haberse frenado. No se creó ninguna forma de institucionalidad. Más allá de algún documento formal, no se ha trabajado en la construcción de una identidad común. Ni siquiera se han diseñado elementos simbólicos y gráficos de la marca. No hubo una estrategia común para competir en las elecciones nacionales del año pasado, salvo el uso discursivo del nombre de la coalición, algunos documentos comunes y proclamar al candidato más votado en octubre como el candidato de la coalición. A nivel departamental, donde es posible competir con tres candidatos por lema, la coalición funcionó con lema común sólo en tres departamentos. Desde que se instaló el gobierno frentista, la coalición muestra serios problemas para funcionar como fuerza opositora. Quedamos congelados en la versión 1.0.

Así como están las cosas, el futuro de la coalición es poco promisorio. ¿Alguien están pensando sobre ese futuro? Cada partido está más focalizado en sus asuntos internos, que en avanzar en la construcción de la coalición. Se requiere urgentemente que los dirigentes se enfoquen en analizar y definir qué coalición quieren y cómo funcionará. Se necesita con urgencia definir la versión 2.0 de la Coalición Republicana. No se puede seguir improvisando, sin contar con una línea clara sobre hacia dónde se quiere evolucionar. Hasta ahora solo se ha hablado de un lema común, pero sin analizar seriamente cuáles son sus desventajas.

En mi opinión, es necesario avanzar rápidamente en la definición de al menos seis asuntos clave. Explicaré brevemente los dos primeros. El primero es determinar qué partidos la integrarán. Durante los cinco años de gobierno el Partido Colorado, el Partido Nacional y el Partido Independiente se comprometieron seriamente con el proyecto. Manejaron responsablemente sus desacuerdos, se alinearon con el gobierno en todos los momentos cruciales, fueron leales en todo. No ocurrió lo mismo con Cabildo Abierto. Y, ahora en la oposición, lo que queda de este partido ha decidido cortarse solo. Creo que CA no tienen lugar en la versión 2.0 de la Coalición Republicana.

El segundo asunto a definir es el modelo de organización política. ¿Será el similar al del Frente Amplio o un modelo más flexible? No creo necesario, ni están las condiciones dadas, para una coalición con dirección centralizada, en la que los partidos pasen a un segundo plano. Cada partido tiene una identidad propia, una historia y un electorado con fuerte pertenencia partidaria. Además, existen matices entre ellos que, más que homogeneizar, hay que sinergizar. En mi opinión, el camino a seguir pasa por profundizar el modelo actual: una alianza estratégica para competir y gobernar. La construcción de esta versión 2.0 requiere acordar sobre los otros cuatro asuntos: 1) la identidad común; 2) un conjunto de ideas fuerza sobre el rumbo que debe seguir el país; 3) una institucionalidad flexible y eficiente y 4) un formato para la competencia electoral.

Nada de ello será posible sin liderazgos inteligentes, valientes y generosos. No se puede seguir perdiendo tiempo.

Redacción

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