Hay pocos políticos que hayan conseguido convertir su apellido en toda una corriente ideológica. En Catalunya se cuentan con los dedos de una mano y casi todos son hombres: Jordi Pujol (pujolismo), Pasqual Maragall (maragallismo) y Oriol Junqueras (junquerismo). Solo una mujer, Ada Colau (colauismo), ha logrado trascender a las siglas de su partido, nacido en junio del 2014 bajo el nombre de Guanyem Barcelona, que se convertiría en Barcelona en Comú de cara a las elecciones de mayo de 2015, cuando la activista por la vivienda logró desalojar del Ayuntamiento al alcalde Xavier Trias. Los Comuns elegirán al candidato para las municipales del 2027 a principios del año que viene; unas primarias llenas de incógnitas en las que sobrevuela una pregunta lógica: ¿se presentará Colau? La propia exalcaldesa desempata en declaraciones a este diario a escasas semanas del proceso de elección: “No tengo intención de presentarme ni a primarias ni a próximas elecciones; ni municipales, ni estatales ni ninguna otra”.
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La sombra de la alcaldesa, sin embargo, sigue siendo alargada en la ciudad. La oposición no se cansa de acusar a Jaume Collboni de gobernar bajo los preceptos de los comunes, y no hay pleno en el que algún concejal (para bien o para mal, según la bancada) cite a Colau para defender sus postulados. Alcaldesa entre 2015 y 2023 (la primera mujer de la historia en ocupar el cargo), abandonó el consistorio el 25 de octubre del 2024, después de que ya hicieran lo propio Ernest Maragall (ERC) y Trias (Junts). Nunca antes, tres líderes de grupos municipales distintos habían colgado la banda de concejal antes de terminar el mandato.
Colau, el 25 de octubre del 2024, el día en el que se despidió del pleno municipal
Mané Espinosa
En su discurso de despedida, ataviada con una kufiya (pañuelo palestino), Colau defendió que era bueno “no seguir en las instituciones por inercia”, pero más que un adiós, el suyo fue un parlamento cargado de política. “Lo que más me ha decepcionado de esta ciudad son sus élites; provincianas, mediocres, avariciosas y que piensan demasiado en el beneficio a corto plazo”, dijo. Se acordó con emoción de su amiga y anterior jefa de gabinete de Vivienda Vanesa Valiño, pareja del diputado y exconcejal de BComú Gerardo Pisarello, que fallecería de cáncer dos semanas después. Y también citó a su madre, el faro, sostuvo, de las decisiones que han marcado su existencia.
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En conjunto fueron unas palabras de punto y a parte hacia algún lugar todavía por definir. “La experiencia de ocho años en la alcaldía -comparte Colau a este diario- fue un orgullo por todo lo que pudimos hacer a pesar de la guerra sucia que sufrimos”, en referencia a las más de 20 querellas (todas archivadas e interpuestas por grandes empresas o lobis de presión) a las que han tenido que hacer frente los Comuns en estos dos mandatos en el cetro municipal. Una cruzada judicial, sin embargo, que no ha achicado el ADN de la exalcaldesa: “Seguiré haciendo activismo como he hecho toda la vida y como también he hecho y seguiré haciendo contra el genocidio y a favor de la población de Palestina”.
Ada Colau y Gerardo Pisarello, en el pleno municipal de octubre del 2016
Ana Jiménez
En estos 12 meses, Colau se ha dedicado, entre otras cosas, a predicar la palabra de BComú por Europa, sobre todo en Italia. Ha blandido su acción de gobierno -con acento en las políticas de vivienda y urbanismo; los ejes verdes y las supermanzanas- y se ha convertido en punta de lanza de la defensa de la causa palestina, hasta el punto de que fue uno de los rostros de la flotilla que trató, sin suerte, de llevar ayuda humanitaria a Gaza. Incluso le hizo sombra a la mismísima Greta Thunberg.
El 28 de octubre de 2024, tres días después de dejar el Ayuntamiento, ya viajó a Ramallah “para ver las diferentes situaciones de apartheid y de vulneración de los derechos humanos, perpetradas con la complicidad de la UE”. A mediados de noviembre dejó de ser la coordinadora de los comunes: “Quiero pensar dónde soy más útil para seguir transformando la realidad y luchando contra las muchas injusticias que amenazan la vida de la mayoría de la gente común”, aseveró.
La hoja de ruta
“Seguiré haciendo activismo como he hecho toda la vida y como también he hecho y seguirá haciendo contra el genocidio”
Pasó de la acción a las ideas de la mano de la Fundació Sentit Comú, de la que es presidenta desde el pasado 1 de abril. Substituyó en el cargo a Joan Subirats, exministro de Universidades y uno de los ideólogos de BComú. Diciembre y noviembre fueron los meses más internacionales. La exalcaldesa viajó repetidamente a Italia, país que conoce bien porque pasó una temporada de Erasmus, para participar en conferencias y cursos en Milán, Bolonia y Roma.
A partir de marzo, vuelta a los temas de ciudad, con visitas a la promoción de viviendas sociales en Glòries (llegando en el tranvía que ella también promocionó), impulsada durante su mandato, y al Parlamento Europeo, donde fue invitada para hablar sobre vivienda, aunque aprovechó la ocasión para abordar el genocidio de Gaza y reclamar más implicación comunitaria. En junio también viajó a Budapest, como también hizo el alcalde Collboni, para participar en la manifestación LGTBI vetada por el presidente húngaro, el ultranacionalista Viktor Orban.
Colau celebra la victoria electoral en las elecciones municipales del 24 de mayo de 2015, cuando ganó a Trias contra pronóstico
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La decisión de no presentarse a las primarias de BComú genera una situación delicada en el partido, que en los últimos años ha ido de más a menos: victoria en el 2015 y alcaldía (11 concejales), derrota en el 2019 (segunda posición y 10 asientos) pero manteniendo el poder gracias al apoyo de Manuel Valls, y tercera lista más votada en el 2023 (con nueve ediles) pero siendo definitivos para que Trias, que ganó en votos y concejales, no pudiera ocupar el cargo que ya desempeñó entre 2011 y 2015.
“La experiencia de ocho años en la alcaldía fue un orgullo por todo lo que pudimos hacer a pesar de la guerra sucia que sufrimos”
Ada ColauExalcaldesa de Barcelona
Asoma la posibilidad de regresar a los tiempos de ICV, cuando la formación que lideraron Ricard Gomà o Imma Maiol conseguía entre cuatro y cinco concejales, definitivos, sin embargo, para que el PSC de Joan Clos o Jordi Hereu pudieran gobernar. Por el momento, nadie ha expresado su deseo de convertirse en el cabeza de cartel, aunque suenan nombres como Gerardo Pisarello o incluso el mediático escritor Bob Pop, que hace escasas semanas compartió su voluntad de dar el paso para “devolver la ciudad a la gente”. También se habla de Jaume Asens, del ministro de Cultura, Ernest Urtasun (quizás un perfil más reservado para las autonómicas), o de activistas contemporáneos en favor de la vivienda.
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La que seguro que no se postulará es Janet Sanz, actual líder municipal de BComú, que el 22 de septiembre anunció su adiós de la política (veremos hasta cuándo) el próximo diciembre. Los Comuns modificaron el código ético en octubre, de manera que los concejales pudieran mantenerse 12 años en el cargo. Parecía un traje a medida para Colau, que con el anterior reglamento no podía volver a encabeza la lista electoral. Pero no, la propia exalcaldesa cierra la puerta a esa posibilidad asegurando que no tiene intención alguna de presentarse. Como mínimo a corto plazo.
Que no quiera regresar ahora a primera línea no implica que Colau busque perpetrarse en el mundo de las ideas que le brindan la Fundació Sentit Comú, los actos para reflexionar sesudamente sobre los temas de actualidad o las tertulias televisivas (colabora todas las semanas en Els matins de TV3). Una vez cicatrizadas esas heridas que le dejó su etapa en la alcaldía y con el genocidio de Israel sobre los territorios palestinos detenido o más o menos solucionado, quién sabe si el bichito político volverá a picarle. Puede suceder, también, que con candidato ya proclamado pero con las encuestas desfavorables, sus colegas de partido la inviten a un último sacrificio. Como dicen los italianos, piano piano.





