Muchos dicen que cada pareja tiene sus propios códigos. El paso del tiempo, a muchas les juega una mala pasada. Y a otras, los obliga a reinventarse y generar nuevos acuerdos. En este tema se mete Silvia Kutika, que junto con Luis Luque forman parte de una de las historias de amor más largas que tiene la farándula local.
“Qué loco estar tantos años juntos, ¿no?”. Con esa frase, la actriz empieza a reflexionar en una entrevista con Revista GENTE sobre este vínculo que marcó la vida de ambos para siempre. Uno de los tantos acuerdos a los que llegaron tiene que ver con la peleas, momentos que para muchos representa una verdadera bisagra.
“Nos divertimos con tonterías, qué queres que te diga -admite Silvia-. Me parece que somos una pareja normal. Nuestros planes son los normales y pueden incluir hacer las compras juntos, pasear por el barrio… Tampoco te niego que cada tanto tenemos algún tipo de discusión. Igual a esta altura es como que ya decidimos ni enojarnos. Por ahí la que más se engancha en esa soy yo”.
-¿Y por qué pelean?
-Por si dejó la ropa tirada, por ejemplo. Típico de una pareja. Igual ya está. Si en treinta años no aprendió, ya está. Hay que soltar.
-¿Creés que hoy es difícil construir un vínculo a tan largo plazo?
-No sé. Creo que hay menos tolerancia. Me parece que cada pareja tiene que buscar su forma, sus modos y centrarse en qué es lo que los hace estar juntos y no cuáles son las diferencias. Porque todos tenemos diferencias. Es obvio. Si vos te vas a pelear por la primera diferencia, estás sonado. No vas a armar una pareja en la vida. Es como todo rápido: no me gustó algo y lo dejé.

-Es interesante esto de que hay menos tolerancia.
-Nosotros con Luis somos de una generación que creció con la cosa de la culpa. El soportar. Yo no digo que hay que soportar, porque no está bueno. Pero repito: hay que tener tolerancia. Hay que sentarse con el otro y decir, «Mira, la verdad que esto no me gusta, ¿qué hacemos? Yo tengo ganas de seguir con vos, me gustás, quiero construir algo, pero esto no me gusta. ¿Se puede corregir?».

-¿Cuántas de estas charlas tuvieron durante estos treinta y cinco años formales de pareja?
-Obviamente que pasamos todas: dificultades económicas, cosas que no nos gustaban del otro, etapas en las que estábamos trabajando tanto que por ahí ni nos veíamos, cansancio…. y sin embargo siempre decimos “nos seguimos eligiendo”. Es más, nos decimos, «lo que me gusta de vos que lo que me molesta». Fingimos demencia y seguimos adelante.
–Recién me decías que te quedás con las cosas buenas, ¿cuáles son ellas?
-Que es un tipo muy coherente, muy leal y muy amoroso. Así como lo ves, es demostrativo. Yo soy mucho más parca, y él está todo el tiempo tratando amorosamente, agarrándome de la mano, pensando en mí. Yo dijo que somos La Bella y la Bestia, pero la Bestia soy yo. Se lo ve más duro y es un flancito, un dulce de leche. Cuando nos enojamos, es el que afloja. «Vos querés estar enojada, yo la verdad que no voy a perder tiempo. Enojate y desenojate”, me dice.
-¿Cómo podes definir la etapa de la pareja en la que estás?
-Nosotros hace como cuarenta años que nos conocemos y treinta y pico que empezamos a salir. Vamos bien. Estamos pasando una etapa muy hermosa de acompañarnos mucho, de disfrutar. Es la etapa de ser abuelos. Tenemos a Faustino, de tres años, y viene otro en camino, que se va a llamar Oliverio y va a nacer antes de 2026. Así que estamos con las energías revolucionadas y disfrutando.

-¿Te fue a ver al teatro?
-Sí, fue un ensayo general y a ver la obra, y le encanta. Yo confío mucho en su mirada porque lo admiro mucho como actor y es un hermoso director. Amorosa y constructivamente me ha dado su visión. Me da como datos muy puntuales de cosas que me ayudan en el armado del personaje.
–Y vos a él me imagino que también, ¿no?
-Claro. Yo lo disfruto mucho cuando hace teatro. Soy capaz de ir a verlo todas las noches. Me encanta, y me encanta ver a los compañeros. Voy descubriendo cositas distintas cada vez que lo veo porque el teatro tiene eso de que se mueve, cambia noche a noche.
La historia de amor de Silvia Kutika y Luis Luque

Los artistas se conocieron en 1984 en el set de la telenovela Lucía Bonelli, donde interpretaban una pareja. En ese momento hubo miradas y química en cámara, pero la vida los separó tras el final de la ficción. Recién siete años después se reencontraron por casualidad, y fue él quien la invitó al cine a ver Drácula, sabiendo que a ella le gustaba ese universo oscuro. Alrededor de un mes después comenzaron a salir y ya no se separaron más.
Desde entonces construyeron una relación sólida y llena de complicidad. Al poco tiempo se mudaron juntos -primero a un departamento en Palermo y después a la casa en Chacarita que Kutika usó de locación para esta producción de GENTE-, llegando incluso a vivir varios días en una carpa o en un hotel alojamiento mientras reciclaban su vivienda.

Para ellos la rutina es el enemigo del amor: hacen escapadas espontáneas a La Plata, Luján o la Costa, cambian la disposición de los muebles de su habitación, se sorprenden con mini regalos, y hasta comparten fantasías picantes en lugares inusuales como ascensores, escaleras o “cambiar de cama” como lo llaman con humor.
Ella con un hijo, Santiago, fruto de una relación anterior, y él presente desde el principio como figura paterna, demostraron que el amor también se construye en la familia y en las decisiones compartidas. Cuando el papá biológico de Santiago estuvo internado, Luque incluso insistía con el personal médico para que lo dejaran verlo; la crianza fue un trabajo conjunto con respeto y contención.

Años más tarde, convertidos además en abuelos, celebran esa historia familiar ampliada. Su secreto: no dan nada por sentado, se eligen cada día con gestos pequeños, diálogo constante y solidaridad emocional frente a las crisis, prefiriendo siempre buscar puentes en vez de levantar paredes.

Fotos: Diego García
Maquilló: Daniel Britzi
Peinó: Cristian Rey
Vistió: Cuellear Attelier