Enviada especial a Córdoba
En poco más de dos semanas se cumplen 25 años de la trágica muerte de Rodrigo Bueno, el reconocido cantante cordobés que en la década de los 90 hizo popular el cuarteto a lo largo y ancho de todo el país.

El Potro llevó su música y alegría a todos lados y desde el 24 de junio de 2000, cuando un fatal accidente de tránsito terminó con su vida, se convirtió en una verdadera leyenda.
Desde entonces, no fueron pocos los fanáticos que comenzaron a venerarlo en cada baile y cada esquina de su Córdoba natal.
Uno de los puntos más concurridos por quienes lo adoraron y lo siguen haciendo es sin lugar a duda la casa donde el músico nació y pasó buena parte de su vida. Es decir, el hogar de los Bueno, en pleno barrio San Martín, ubicado al noroeste de la capital cordobesa.

La casa en donde el famoso productor musical Eduardo “Pichín” Bueno (1946-1993) y Beatriz Olave criaron a sus tres hijos, Rodrigo, Flavio y Ulises, está ubicada sobre la calle Constituyente Servando Salguero al 320.
Es una propiedad menos llamativa que la de Yaya, la abuela del cuartetero, ubicada en la misma cuadra pero al 340 de Constituyente S. Salguero. Pese a su modestia, el hogar del Potro sigue teniendo su encanto: con sus típicas rejas negras, un enorme portón de madera, una pequeña puerta y un ventanal pegado.

Por afuera, al igual que la otra casa, se ven signos visibles de abandono o falta de mantenimiento, como la pintura descascarada, humedad en la parte superior y algo de maleza creciendo en el jardín delantero.
Si bien no hay mucha información precisa sobre quiénes son los propietarios de ambos inmuebles en la actualidad, la gente de la zona de algo está segura: las dos residencias deberían ser declaradas lugares históricos por la «enorme influencia” que el ídolo cordobés tuvo en “la cultura popular argentina”.

Revista GENTE recorrió días atrás el barrio y habló con los vecinos. Estos aseguran que la vivienda de la abuela es en realidad en donde el músico pasó buena parte de su infancia y que en su época era de las más lindas de la zona. En tanto destacan que todos en la cuadra conocían a los Bueno.

Sobe esta propiedad se sabe que tiene un estilo arquitectónico típico de las casas construidas a mediados o finales del siglo XX en las zonas urbanas de la Ciudad de Córdoba, aunque a diferencia de otras residencias de la cuadra tiene dos pisos, con una estructura rectangular y una fachada simétrica.
Estefanía, una joven que colabora en el Centro Vecinal Barrio San Martín, ubicado justo en frente de la vivienda que era de Rodrigo, le dijo a este medio: “Siguen visitándola fans de distintas partes del país cuando vienen a Córdoba. Hay changos que vienen y se ponen a llorar en la vereda…”.
Y añadió, pensativa, como quien conoce la historia pero teme en contarla: “Creo que la casa que era de la abuela es ahora de la prima de Rodrigo y en la que él vivía con sus papás y hermanos está alquilada porque a veces vemos que entran y sacan un auto”.

Vale aclarar que en medio de las dos propiedades, la residencia revestida con azulejos de color rojo que era de Yaya y la de fachada blanca en la que vivía Rodrigo, hay un baldío que le pertenecía a Pichín, el padre del músico, y servía de «campito» para que los chicos de la cuadra jugaran al fútbol e hiceran asados.

El recuerdo de la Urraca y Cachi Pereyra, los amigos de la infancia del Potro Rodrigo
«Rodrigo era un tipo con un corazón enorme, siempre fue igual. Él te daba hasta lo que no tenía. Su familia era de una posición económica un poco mejor que la de muchas de las que vivíamos en barrio San Martín. Y bueno, él tenía cosas que nosotros no teníamos y era desprendido de todo eso. A él le importaba nada lo material y nos daba todo», reveló en diálogo con revista GENTE Gustavo «la Urraca» Pereyra, el mejor amigo del Potro.
Y añadió al respecto: «Rodrigo no tenía problemas. Así como se sentaba a comer en la mesa de Mirtha Legrand te iba a comer un choripán con vos a la esquina de tu casa».

“Yo era 6 años más chico que Rodrigo, era más amigo del Flavio a esa edad… O sea, cuando éramos chicos se notaba la diferencia, la altura, todo… recién cuando pegamos el estirón se hizo una patota…«, recordó hoy en una charla con GENTE, a más de 30 años de aquella época de su infancia, Aldo ‘Cachi’ Pereyra, hermano de Gustavo y también vecino, amigo y asistente personal del Potro durante sus últimos años de vida.
Y añadió: «Ahí los empezamos a seguir en los bailes, nos llevaba la Beatriz en colectivo y era terrible eso. Nosotros chiquitos jugando la pelota en el medio del baile… Éramos niños, no teníamos noción de nada”.

Cachi sigue viviendo en Córdoba y recuerda con ternura su infancia en el barrio San Martín. “Con el Flavio agarrábamos un fierro y lo empezábamos a patear en el medio de la pista como si fuera una pelota y Betty siempre cuidando a sus hijos, siempre atrás de Rodrigo, cuidando su ropa y atendiéndolo… una gran madre«, indicó con emoción.

Cachi también recordó a Pichín. “Era un maestro, un genio… Ellos vivían a la vuelta de mi casa y al lado tenían un baldío… Pichín sabía que nosotros empezábamos a comer asado ahí, que hasta habíamos hecho una chocita de madera para comer todas las noches y ahí caía Pichín de la oficina del centro y cuando llegaba lo estábamos esperando sentaditos en el cordón para pedirle plata para el asadito…”, reveló Cachi en diálogo con GENTE.