Harvard, fundada en 1636 y nombrada University recién en 1780, no solo ostenta el título de la universidad más antigua de Estados Unidos. Con una fortuna que supera los 50 mil millones de dólares, también se ha consolidado como la más rica del mundo. ¿Cómo logró amasar su riqueza?
Para entender cómo la Universidad de Harvard alcanzó esta posición privilegiada, es necesario recorrer su historia y observar de qué manera combinó tradición, estrategia y visión financiera para construir su imperio académico y económico.
El pilar económico de la institución es su fondo de dotación, compuesta por más de 14.000 fondos, en 2024 alcanzó los 53.2 mil millones de dólares, el mayor entre las entidades educativas a nivel mundial, e incluso supera el PIB de países como Jordania, Paraguay y Letonia. Las distribuciones de este fondo cubren alrededor del 37% del presupuesto anual.
Además del capital obtenido por el fondo, el valor que pagan los alumnos para estudiar en Harvard compone gran parte de su capital. Según lo indica su sitio oficial, el ciclo académico 2025-2026 cuesta $86,926 dólares, con matrícula, alojamiento, alimentos y otros gastos asociados.

La historia de las donaciones en Harvard comenzó en 1636, cuando John Harvard, un joven clérigo, donó la mitad de su patrimonio y una biblioteca de más de 400 libros para fundar un pequeño colegio en Massachusetts. Después de 144 años, la Constitución de Massachusetts reconoció oficialmente a Harvard como universidad. Desde entonces, la institución se ha expandido hasta contar con 14 sedes.
Ese acto inicial dio origen a una cultura de donaciones que no dejó de crecer. A lo largo de los siglos, la universidad fortaleció su red de exalumnos y benefactores. Empresarios, políticos y líderes de distintas áreas contribuyeron al crecimiento financiero de la institución.
Un ejemplo destacado es el de John A. Paulson, un ex alumno (promoción 1980), quien realizó la mayor donación en la historia de la universidad: una dotación de 400 millones de dólares para apoyar la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas (SEAS). En su honor, la institución pasó a llamarse Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas John A. Paulson de Harvard.
Para gestionar los fondos recibidos de los donantes, uno de los pasos más importantes fue la creación de la Harvard Management Company en 1974. Esta organización se encarga de administrar el fondo de dotación de la universidad mediante una estrategia de inversión diversificada, que incluye acciones, bonos, bienes raíces, energías renovables y empresas tecnológicas.

Además, la universidad norteamericana, que cuenta con más de 160 Premios Nobel entre sus exalumnos, docentes e investigadores, no depende únicamente del fondo de dotación ni de las matrículas. También genera ingresos a través de programas de educación continua, cursos en línea —que han sido cursados por más de 35 millones de estudiantes en todo el mundo a través de Harvard Online—, la explotación de patentes derivadas de investigaciones científicas y el alquiler de propiedades.
Entre sus decisiones financieras más exitosas de HMC se encuentran inversiones en grandes desarrollos inmobiliarios. La institución cuenta con una cartera de bienes raíces, tanto dentro como fuera de su campus principal en Cambridge, Massachusetts, donde posee propiedades residenciales, comerciales y terrenos que alquila o vende. A través de Harvard Real Estate, administra estas propiedades para generar ingresos adicionales.
Harvard vs. Trump: una batalla por la autonomía universitaria
La Universidad de Harvard demandó al gobierno de Donald Trump tras la decisión de la administración federal de congelar más de 2.300 millones de dólares en fondos de investigación, en represalia por su rechazo a las nuevas políticas de admisión.

“Hace unos momentos, presentamos una demanda para detener la congelación de fondos, ya que es ilegal y excede la autoridad del gobierno”, dijo Alan Garber, el presidente de la Universidad de Harvard en un comunicado oficial.
Además de congelar fondos, la Casa Blanca amenazó a la institución con quitarle beneficios fiscales y restringir su capacidad de recibir estudiantes internacionales. Estas acciones forman parte de una ofensiva más amplia contra universidades que, según el gobierno, muestran sesgos ideológicos.
Como si fuera poco, según Garber, la administración está evaluando congelar otros 1.000 millones de dólares en fondos destinados a la institución.