Tener un jefe tóxico influye negativamente tanto en el ámbito laboral como en el personal. Un liderazgo dañino puede generar tensión en los empleados y al desvalorizar su trabajo, provoca que no estén motivados, que no encuentren propósito para seguir trabajando bajo su mando, entre otras cosas.
La Universidad de Georgetown, en Estados Unidos, realizó un estudio que reveló que casi el 100% de las personas aseguraron vivir situaciones tóxicas en al ámbito laboral.
Según esta investigación, las relaciones con jefes tóxicos influyen de forma negativa en los empleados y estas son las nueve maneras:
- El 80% perdió tiempo de trabajo preocupándose por los incidentes.
- El 66% afirmó que su rendimiento disminuyó.
- El 47% disminuyó apropósito el tiempo dedicado al trabajo.
- El 38% disminuyó intencionalmente la calidad de su trabajo.
- El 12% afirmó haber dejado su trabajo por ello.
- El 78% afirmó que su compromiso con la organización disminuyó.
- El 48% disminuyó su esfuerzo laboral.
- El 25% admitió descargar su frustración con los clientes.
- El 63% perdió tiempo de trabajo evitando al agresor.

Ana María Castillo y Juan Carlos Cubeiro son profesionales en el ámbito universitario y autores del libro «Nuevo management para Dummies«. A continuación, la clasificación que hicieron sobre los cinco grupos en los que se dividen los jefes tóxicos:
- El acosador o intimidador: aquel jefe que humilla a sus empelados y a la hora de dar órdenes abusa de su poder.
- El adicto al trabajo: es el que piensa que las jornadas laborales duran 24 horas.
- El favoritista: no es justo ni imparcial.
- El todo-números: sólo le da valor a los resultados económicos.
- El microdetallista: el que no puede delegar porque cree que nadie esta a la altura.
Cuáles son las 11 señales para reconocer a un jefe tóxico
A continuación, una serie de comportamientos a los que tenés que prestar atención para saber si estás bajo el mando de un jefe tóxico:
Es arrogante y no se comunica bien: siempre tiene la razón y espera que todos acepten lo que dice por el simple hecho de ser el jefe.

No tiene una planificación adecuada: hace todo tarde, sin un orden específico y, sobre todo, sin pensar en el tiempo de los demás. Pone nerviosos a sus empleados al no tener una forma eficaz de organizar las tareas de trabajo.
No sabe delegar: no existe la posibilidad de debatir o dejar opinar al resto, la palabra de este tipo jefe es la única verdadera.
No tiene en cuenta las necesidades personales y laborales de los empleados: en lugar de cuidar a sus subordinados para que la empresa también se mantenga de la mejor forma, sólo provoca que de a poco cada uno de ellos tenga menos ganas de seguir trabajando bajo su mando.
Tiene la mente cerrada: le asusta el cambio y no busca la evolución, suele pronunciar la frase «esto siempre se hizo de esta manera».

Usa el control para ejercer su rol: sólo él puede tomar decisiones, no delega ni deja que otro tome la iniciativa. Esto deja a los empleados carentes de pasión por lo que hacen.
No confía en sí mismo: sus actos denotan inseguridad. Le aterra ser superado por otra persona, sin embargo, no busca evolucionar ni actuar de forma diferente.
Discrimina según sus estándares: tiene actitudes clasistas, homofóbicas, racistas y sexistas. Si bien puede tratar de disimular, en algún momento sus comportamientos y comentarios inadecuados terminan saliendo a la luz.
Se enoja rápido: no tiene paciencia, se irrita fácilmente y sólo grita. No existe diálogo alguno con este tipo de líder y su frase célebre es «yo soy el jefe».
Sus expectativas nunca son suficientes: sólo se enfoca en lo negativo y no valora el esfuerzo de ninguno de sus empleados.
No cree en la creatividad: no encuentra la necesidad de innovar e implementar métodos diferentes, se queda en lo tradicional. Así, ningún empelado se motiva a proponer ideas. No permite que desarrollen su potencial porque quiere que todo se haga de forma mecánica pero, así, lo único que logra es que la empresa se vea perjudicada.