Los números romanos son un sistema de numeración que nació en la Antigua Roma, que continúan siendo relevantes en la actualidad. Conviven con los números que usamos diariamente, para identificar, por ejemplo, los capítulos de un libro, la numeración de reyes, congresos o la designación de olimpíadas y, sobre todo, para distinguir a papas y reyes.
Este sistema, aunque antiguo, se volvió protagonista nuevamente tras la elección del nuevo Papa. El cardenal estadounidense-peruano Robert Prevost fue elegido como sucesor del fallecido Francisco y eligió llamarse León XIV.
Este nombre, según trascendió, hace referencia a la línea doctrinal y pastoral de San León Magno y León XIII, dos figuras clave en la historia de la Iglesia.
Historia de los números romanos
Los romanos formaron un imperio que se extendía por la mayor parte de Europa y el norte de África, casi todo el mundo conocido por entonces. Los pueblos conquistados por ellos aprendieron sus costumbres, usaron su lengua (el latín) y también incorporaron su sistema de numeración.
El latín sobrevivió durante siglos como la lengua de la ciencia y de la cultura, y de él derivaron varios idiomas, como el castellano que, desde Europa, llegó al continente americano.
A diferencia del sistema arábigo, el romano recurre a letras del alfabeto latino para formar los números. Su uso es bastante simple: solo hay que aprender algunas reglas.

Cómo leer y escribir los números romanos correctamente
Los historiadores descubrieron que los números romanos nacieron como una actualización del sistema etrusco, que habían tomado a su vez del sistema utilizado por los antiguos griegos.
Los romanos tomaron de su alfabeto las letras que más se parecían a los símbolos etruscos y crearon su propio patrón. Estas letras son mayúsculas porque inicialmente el alfabeto latino carecía de minúsculas.
El sistema romano era, en sus inicios, únicamente aditivo, como el etrusco, de modo que los símbolos se iban poniendo uno junto al otro para crear la cifra elegida, hasta alcanzar una cifra lo suficientemente elevada para cambiar de signo.
Alrededor del siglo III a. C. el sistema fue perfeccionado para permitir también la resta, lo que dio origen a un modelo más pragmático. Después de mantener su vigencia durante casi 1.000 años (la duración aproximada del Imperio), los números romanos fueron reemplazados por el sistema arábigo.

Así funciona el sistema de números romanos que todavía usamos hoy
Los antiguos romanos utilizaron siete letras en mayúscula que combinaban para formar los diferentes números. Los números romanos, entonces, son I (1), V (5), X (10), L (50), C (100), D (500), M (1000). Estos valores quedan multiplicados por mil al superponer una raya sobre la correspondiente letra, y por un millón, si se colocan dos rayas encima.
Para entender cómo funciona el sistema basta decir que cualquier letra unitaria colocada inmediatamente a la izquierda de otra letra se resta de ella. Es decir, para escribir 14, se usa el X (10), el V (5) y el I (1) a la izquierda del 5: XIV. En cambio, cuando un símbolo aparece después de uno más grande se suma (VI = V + I = 5 + 1 = 6).
Por otra parte, una regla de repetición limita el número de veces que un símbolo puede repetirse de manera consecutiva. En general, un símbolo no puede repetirse más de tres veces seguidas. Por ejemplo, III representa 3, pero para 4 se utiliza IV en lugar de IIII. Esta restricción ayuda a mantener el sistema ordenado y evita confusiones en la interpretación de los números.

Nuevo Papa León XIV, Robert Prevost: ¿qué número es?
La duda de muchos surgió con el número: ¿qué significa ese “XIV”? Según el sistema romano, XIV representa el número 14, ya que combina una X (10) con una I (1) colocada antes de una V (5), lo que equivale a 10 + (5 – 1) = 14.
Con la elección de León XIV, el Vaticano suma un nuevo capítulo a su milenaria historia, donde la simbología y la tradición siguen jugando un rol clave. El uso del número romano en su nombre no es solo una formalidad: también conecta al nuevo pontífice con sus predecesores y proyecta un mensaje de continuidad dentro de la Iglesia.