Corría el año 1984 cuando un grupo de artistas se encontró en la puerta del MoMA de Nueva York, en medio de una protesta que se volvería un verdadero acontecimiento para las próximas generaciones. El museo acababa de inaugurar la muestra colectiva An international survey of recent painting and sculpture, donde si bien se suponía que presentaba a los artistas más importantes del momento, de los 169 que formaban parte sólo 13 eran mujeres.
Sumado a eso, su curador Kynaston McShine anunciaba en entrevistas que aquellos que no habían sido convocados debían repensar sus carreras. Era la gota que rebalsaba el vaso para ellas y tantas otras artistas que padecían la desigualdad que dominaba la escena en cuanto a visibilidad, valores y cupos para exhibir.
Un año más tarde, al ver que protestar no había servido de mucho, decidieron infiltrarse de forma anónima en el circuito cultural de Nueva York, utilizando la calle como su principal medio de expresión, bajo el nombre de Guerrilla Girls.

Dispuestas a militar en pos de un cambio empezaron a usar nombres de artistas fallecidas como seudónimos, entre las que se encontraban Eva Hesse, Claude Cahun o Frida Kahlo y máscaras de gorilas para mantener en anonimato y hacer sus descargos a través de afiches que oscilaban entre la publicidad y la representación gráfica con frases inteligentes, punzantes e irónicas, revelando verdades incómodas. Eso que otros preferían ignorar.
Feminismo y humor
Desde el feminismo y a través del humor dieron a conocer la falta de oportunidades y la discriminación que padecían y que aún persiste a pesar de que han pasado cuatro décadas desde su fundación.
A lo largo de ese tiempo más de 55 artistas se han sumado a Guerrilla Girls y todas aseguran que ni siquiera sus familias saben que forman parte del colectivo, para preservar el anonimato, una de sus herramientas más poderosas.
El interés que se genera en torno al desconocimiento y el misterio atrae a las instituciones, curadores y museos más poderosos del mundo, además del público general.

Uno de sus afiches más emblemáticos es «Las ventajas de ser una artista mujer», donde se despliega una lista de puntos supuestamente beneficios como «tener la oportunidad de elegir entre la maternidad y tener una carrera, no tener que pasar vergüenza de que te llamen un genio o ver tus ideas en las obras de otros», manifestaciones que pusieron a las Guerrilla Girls en boca de todos.
El problema es que desde entonces no se han detenido, lo que demuestra que su misión de «reinventar la palabra con f: feminismo» aún no está cumplida, sino que requiere de su astucia y nuestra colaboración como espectadores.
«Las Guerrilla Girls son activistas artistas anónimas que utilizan titulares disruptivos, imágenes escandalosas y estadísticas letales para exponer los prejuicios de género, étnicos y la corrupción en el arte, el cine, la política y la cultura pop. Creemos en un feminismo interseccional que lucha por los derechos humanos de todas las personas. Debilitamos la idea de una narrativa dominante al revelar la historia subyacente, el subtexto, lo que se pasa por alto y lo absolutamente injusto…ese es el aporte en un mundo inundado por los discursos políticamente correctos y el temor de lo que pasa cuando se denuncia lo injusto», explican.
Entre 1985 y 1989 sacaron a la calle algunos de sus mensajes más reconcidos entre los que se encuentran, «sólo estás viendo la mitad de la imagen sin la visión de artistas mujeres y de color / ¿Cuál revista de arte fue peor para las mujeres artistas el año pasado? / ¿Por qué en 1987 Documenta (Kassel) es 95% blanco y 83% masculino? / Cuando el racismo y el sexismo ya no estén de moda, ¿qué valor tendrá tú colección?».

Aprendieron a expresarse de forma contundente y a moverse con fluidez, pegándole al sistema donde más le dolía y mostrando que no había que estar «adentro» para encontrar espacios de visibilización y transformarse en «la conciencia del mundo del arte».
A pesar del reconocimiento recibido y su impresionante prontuario (han formado parte de más de 100 proyectos) hay un dato que llama la atención y es que si bien Guerrilla Girls ha colaborado con museos e instituciones de todo el mundo, incluso en Argentina donde en 2018 se presentaron con El arte del mal comportamiento en La usina del arte, son casi inexistentes sus alianzas con galerías.
Desembarco en Nueva York
Su última muestra comercial fue hace diez años mientras que Discrimi-NATION, inaugurada en enero de este año en Hannah Traore Gallery, es la primera experiencia que despliega su trabajo en el circuito de Nueva York, precisamente en el Lower East Side donde todo comenzó.

Ellas, que sacudieron los cimientos de la historia del arte, alertaron, abrieron las puertas a futuras generaciones y pensaron en estrategias radicales para acercar estas problemáticas a la gente.
«Discrimi-NATION es una muestra sobre Nueva York y cómo responsabilizar a la industria del arte: una extensión del trabajo que hemos estado haciendo desde nuestros primeros carteles. Hannah Traore es la primera galería que se acerca a nosotras y que tiene el coraje de producir esta exposición. Por eso es un privilegio y un honor exponer en ella con motivo de nuestro 40 aniversario” explica uno de los miembros de Guerrilla Girls.

La calle, la irreverencia, lo políticamente incorrecto y la cruda honestidad de uno de los colectivos más revolucionarios del arte, se cuela en un espacio comercial para poner el foco en las fallas del sistema que aún persisten.
Las artistas con máscaras de gorila invitan a entablar un diálogo consciente frente a la necesidad de un cambio, ya que a pesar de que ha pasado mucho tiempo la necesidad de denunciar está más vigente que nunca. ¿Qué hacer entonces?